«¡Mecachis, qué guapo soy!»

Con todo, lo más grave es que su 'mecachis' puede ser completamente, y conscientemente, falso...


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 747 (2/MAY/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín de LRP.​

«¡Mecachis, qué guapo soy!»

Al escuchar y ver, por televisión, los discursos parlamentarios de Pedro Sánchez tiene uno la sensación de que se recrea, con ilimitado tiempo, como presidente del Gobierno, y de que no necesita abuela para que las supuestas virtudes y realizaciones de que presume queden suficientemente, y aun sobradamente, expuestas y loadas. Su actitud nos trae a la memoria aquella exposición del propio curriculum en la que, en preceptivo ejercicio, cada opositor a ciertos puestos procuraba engrandecer sus propios merecimientos, resultando que, por el modo de hacerlo (y remedando el título de una comedia de Carlos Arniches), aquel ejercicio era llamado por muchos el mecachis qué guapo soy.

Es cierto que en el parlamento hay algunos que le dicen, y hasta demuestran, que no es tan guapo como dice, pero esto, que para un hipotético opositor solía ser fatal, puede no serlo tanto para el presidente, que, en este caso, dispone de la gran mayoría de los medios de comunicación. Cada vez que en las Cortes se produce un debate, el presidente aprovecha para lucir con largueza sus pretendidas guapezas o realizaciones, aunque no vengan a cuento, como en su moción de censura le reprochó el señor Tamames. Y esas guapezas, debidamente seleccionadas y sin demasiada atención a lo que desde la oposición se le dijo en contra, son ventajosa e incansablemente expuestas por los Medios al público, entre el que algunos, empapados hasta los huesos en ellas, acaban creyéndolas ciertas.

Esa sobreexposición propagandística parece buscar un múltiple efecto. Por una parte, a base de machacar con medias verdades, que pueden ser válidas para sus creyentes y devotos, se procura pasar por convenientes o aceptables disposiciones que a otros avergonzarían, como las tendentes a controlar con los suyos todos los poderes del Estado, las que favorecen a sus afines y apoyos con indultos o reducción de penas por rebelión, sedición, malversación y violencias sexuales, u otras como la Ley trans, la de eutanasia, la del aborto,... cuyas supuestas bondades no acierto a encontrar. Por otra, se promete reiteradamente hacer cosas deseables, aunque sean prohibitivas por su coste o dificultad, si bien, como en el caso de la construcción de viviendas, se proyectan, preferentemente, para un futuro que se supone posterior a su presencia en el Gobierno. Y aunque sólo sean promesas, ocurre que, como dicen los granjeros de algunas de sus gallinas, cacarean de tal modo al poner un huevo que parecen haber puesto de verdad una docena.

Con todo, lo más grave es que su mecachis puede ser completamente, y conscientemente, falso. No sería ya la primera vez que nos engaña en vísperas de las elecciones. Recordemos que, en las anteriores, prometió, con énfasis propio de un juramento, que no pactaría con Podemos, ni con Bildu, ni con Esquerra,... y a la vista está lo que, además de pactar, ha hecho. Si el engaño se repite, cosa que probablemente no quedará por él, la culpa será esta vez de quienes, despreciando aquella experiencia, se dejen engañar.




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