Debemos decir nuestra verdad

Quizás llegue pronto el día en que la mentira deje de ser rentable y podamos proclamar, con orgullo y veracidad, que en España no se miente...


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 750 (9/MAY/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín de LRP.​

Debemos decir nuestra verdad

Antonio Machado manifiesta su creencia, valoración y deseo de la Verdad absoluta al decir: Tu verdad no, la Verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela.

Parece, en cambio, manifestar cierto desprecio de la verdad personal con ese Tu verdad no,... y guárdatela. Pero creo yo que tal desprecio es sólo relativo, que lo que Machado indica así es que esa verdad es insuficiente, que es preciso, como aconseja o pide, buscar la otra, la Verdad, la que escribe con mayúscula. En todo caso, me parece mejor que, mientras buscamos una mayor parte de la Verdad, nadie se guarde la suya, que todos manifestemos nuestra verdad cuando lo estimemos debido. De momento ésta es la única que, más o menos amplia y fundamentada, tenemos disponible.

Es evidente que a esta verdad humana nos referimos cuando pedimos a los demás que nos digan las cosas como son, o creen que son, al igual que cuando nosotros la ofrecemos. Y esto indica también que esta verdad se estima generalmente un bien. De ahí que quien la viola conscientemente, buscando con su egoísta mentira obtener algo que prefiere a la verdad, resulta envilecido, y al ser descubierto suele ser rechazado por quienes no participan de esa vileza. Es cierto que en lo relativo a la verdad y a la mentira la casuística y los matices son inagotables: puede cada cual pensar y decir cosas distintas, creyéndolas ciertas; se puede estar de acuerdo en que varias cosas son ciertas pero no querer todos las mismas cosas; se puede no querer ninguna, porque no es lo mismo tener algo por cierto que quererlo; y, entre un sin fin de casos más, hasta se puede uno callar o mentir con lo que se llama una mentira piadosa o de mal menor.

Pero en este breve artículo sólo me voy a referir a la mentira egoísta y engañosa. Y aunque ésta pueda practicarse en todos los ámbitos y sobre todo tipo de cuestiones, voy a reducirme al ámbito de las cosas públicas, gubernamentales, que a todos nos afectan, y en las que, por ello, parece haber más derecho y obligación de intervenir para intentar evitarla. Además, en ese ámbito las mentiras de unos y otros suelen ser más conocidas, ya que aparecen denunciadas por sus opositores en los Medios tradicionales y en las nuevas redes sociales.

Ello facilita la aplicación de un procedimiento que Julián Marías señaló en 1999, cuando existían menos medios que hoy para aplicarlo, orientado a determinar quién es de fiar, lo cual es utilizable en la elecciones que tenemos a la vista:

«La verdad [explica Julián Marías] es coherente; no entra en conflicto consigo misma; si se confronta lo dicho por alguien con otras cosas que ha dicho, y se resiste la comparación, se puede concluir que todas ellas son, si no “verdaderas”, porque el error es siempre posible, si “veraces”, es decir, que el autor las ha creído verdaderas. La mentira es el criterio decisivo [para desestimar a alguien]. No se la puede admitir ni aceptar, porque ello envuelve complicidad; no se puede fingir que se cree lo que dice el que miente. Hay que confrontar a quien se expresa, por lo pronto, consigo mismo” [1].

Pues bien, este criterio se puede aplicar con aprovechamiento a multitud de personas y grupos, pero los resultados parecen definitivos si se aplica al actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cuyas contradicciones se van haciendo ya proverbiales y, registradas en vídeos grabados en distintos momentos, son, tristemente, objeto de mofa en las redes sociales. Los hay en relación con su cambiante actitud, opinión y actuación respecto a los delitos de los separatistas, respecto a la corrupción, a la división de Poderes, y a varios otros temas. Pero uno de los más escandalosos es, a mi ver, aquel en que, antes de las elecciones, prometió una, y otra, y otra,.. vez, (Si quiere se lo digo otras cinco veces más, recalcaba) no pactar con Podemos, ni con Esquerra catalana ni con Bildu, y después de ellas, pese a tan terrible motivo de insomnio, se le ve pactar con ellos y acceder a sus pretensiones.

Según hemos visto que señala Marías, «La mentira es el criterio decisivo. No se la puede admitir ni aceptar». Entonces, como diría Sánchez, pues eso. Una persona así no parece digna de seguir presidiendo el Gobierno. Resulta evidente que miente sistemáticamente a sus votantes y gobernados. El votarle ahora, sabiéndolo, es participar de esa indignidad, ya que, como dice Julián Marías, «La mentira (...) envuelve complicidad; no se puede fingir que se cree lo que dice el que miente». Y, como añade poco después, «el error casi siempre es culpable: se cree o se finge estimar a quien no se estima».

Viendo actualmente algunas votaciones de la Cortes, podría pensarse que sus fieles (que en esto se acompañan de muchos fieles a otros jefes de partido) han renunciado a su verdad personal, a ser ellos mismos; parece que intentan dar, en vano, la sensación de que todos piensan lo mismo que su amo y señor. Hasta los hemos visto levantarse en bloque, como un sólo hombre. Nadie disiente. Todos le siguen la corriente y se muestran de acuerdo con él, quizás porque, según denuncia aquella canción española, no quieren que diga la gente que su María Cristina los quiere gobernar.

Resulta así que, según añade Marías, la responsabilidad de si se habla y obra con veracidad o falsedad «recae sobre el sujeto que parece pasivo pero no lo es. A última hora, las suplantaciones son posibles por la cooperación, la complicidad del que las padece». Para superar esta situación y dignificarse bastará que los electores «se atrevan a tomar en serio lo que ven, lo que saben, (...;) lo capital es que se tomen en serio a sí mismos, que se atrevan a opinar, a elegir, a vivir desde sí mismos y no de lo que un grupo, un partido, un periódico les dictan».

Si esto se cumple, quizás llegue pronto el día y «situación maravillosa», que Julián Marías dice posible, en que la mentira deje de ser rentable y podamos proclamar, con orgullo y veracidad, que en España no se miente.


[1] Las cosas claras. Accesible en ConoZe




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