José Antonio y la globalización

14/MAY.- José Antonio vislumbró la gran consecuencia final de la Reforma, que no es otra que la globalización, y con ella, la destrucción de toda individualidad personal y nacional.
José Antonio y la globalización

En la actualidad, utilizamos el término globalización preferiblemente para referirnos al sometimiento de las soberanías nacionales a una suerte de gobierno mundial, cuyo principal objetivo (amén del control de las masas) sería sustituir a las viejas naciones por grandes consorcios, a los estados modernos por estructuras supraestatales capaces de emitir moneda, establecer directrices económicas o regular mercados.

Ni que decir tiene que el líder de la Falange no conoció dicho proceso histórico, tal y como lo estamos viviendo ahora, si bien no creo resulte temerario afirmar que llegó a atisbar las consecuencias últimas del mismo.

Por aquel entonces José Antonio escribió –en el que sin duda constituye uno de sus párrafos más lúcidos y celebrados– que «Todo proceso histórico es, en el fondo, un proceso religioso. Sin descubrir el substratum religioso no se entiende nada. La presente situación del mundo es, ni más ni menos, la última consecuencia de la Reforma».

Y es que José Antonio sabía bien que en la Reforma protestante (ésa que aboga por la fe sin necesidad de que las obras sean buenas, por la gracia inamisible, por la predestinación o por el encauzamiento de la energía hacia lo humano) estaba el germen de la civilización mecánico-materialista, de la interpretación economicista de la vida, de la exaltación del éxito a cualquier precio, del dominio del dinero, etc.

En ese sentido, José Antonio sí vislumbró la gran consecuencia final de la Reforma, que no es otra que la globalización, y con ella, la destrucción de toda individualidad personal y nacional.

Así las cosas, hemos de comprender –so pena de sucumbir intelectual y moralmente de forma irremisible– que revertir la situación de desorden presente exigirá también una solución de carácter religioso.




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