La hemeroteca facha

2/SEP.- Sí, la hemeroteca deja en evidencia a muchos, en especial a los embusteros, caraduras e impostores, tres adjetivos perfectamente aplicables a nuestros sindicalistas del marisco.
La hemeroteca facha

Coincidiendo con el mismo 27 de abril de 1977, fecha en la que CC.OO. registraba sus estatutos (un día después lo harían UGT, USO, ELA-STV, SOC y CNT), El País publicaba El balance del nacional sindicalismo, donde se podía leer lo siguiente:

«...El todopoderoso nacionalsindicalismo que durante cuarenta años tuvo al país en sus manos, penetrado por sus extensas redes, ha muerto dejando a los trabajadores los salarios más bajos de Europa, 800.000 parados, más de un millón de emigrantes, unas míseras pensiones a los jubilados, una seguridad social insuficiente, un campesinado abandonado, unas leyes insuficientes sobre despido, huelgas y convenios, un desinterés por el sindicalismo... Esta es la herencia que las jóvenes generaciones recibirán del sindicalismo vertical. ¿Por qué no hicieron su revolución nacionalsindicalista? Los Girón, los García Carrés y demás dirigentes fascistas dicen que porque no les dejaron. Si para hacer una revolución hay que pedir antes permiso, estamos apañados: la revolución nacionalsindicalista no se hizo porque es una irracional quimera, ya que es imposible realizar un proyecto social a espaldas de los propios interesados.

El nacionalsindicalismo en su forma real, el verticalismo, no ha sido más que un gran tinglado burocrático dotado de poderosos medios y puesto al servicio de una dictadura con el fin de controlar el movimiento obrero.

La Central Nacional Sindicalista, posteriormente transformada en Organización Sindical, es un montaje monstruoso que desaparecerá en esta semana con la legalización de las centrales obreras. Otro mito con pretensiones imperecederas se derrumba vacío y en medio de la mayor indiferencia...»

Partiendo de la base de que durante el régimen anterior nunca hubo aquí un Estado nacionalsindicalista (no como lo idearon Ramiro Ledesma o José Antonio) sino un sindicato de Estado (algo muy diferente), es cierto que los logros de aquel sindicato vertical, aunque nada desdeñables, bien pudieron ser mayores; es verdad que pecó de burocratización y, por ende, de falta de nervio y audacia a la hora de hacer realidad las muchas reivindicaciones de los trabajadores. ¡Y claro que para hacer una revolución no hay que pedir permiso a nadie!

Otra cosa es que, volviendo la vista atrás, resulte de un sarcasmo supino que en 1977 los recién legalizados sindicatos de clase le reprochasen al Sindicato Vertical franquista el dejarnos los salarios más bajos de Europa (así seguimos en 2022, a la cola entre los países de la UE), una seguridad social insuficiente (vaya, reconocen que ya en el régimen anterior existía la Seguridad Social), míseras pensiones de los jubilados (claro, las actuales son para tirar cohetes teniendo en cuenta el coste de la vida, máxime a partir de la ruinosa sustitución de la peseta por el euro), un campesinado abandonado (hoy, directamente arruinado) o unas leyes insuficientes sobre despido (cuando en aquella época el trabajador español tenía todavía garantizada la condición de "fijo" en su empresa, todo lo contrario que en nuestros días donde la precariedad laboral se ha convertido en la norma).

Hacerlo responsable también de la existencia entonces en España de 800.000 parados (hoy no bajamos de los tres millones ni a tiros) amén de un millón de emigrantes españoles en el extranjero (en 2022 lo emigrantes españoles son aproximadamente 2.800.000, casi dos millones más de compatriotas que se han ido de España en busca de unas oportunidades laborales que aquí no encuentran, y ello a pesar de su cualificada formación).

No digamos los reproches de que dicho sindicato vertical fuera un gran tinglado burocrático (hoy lo son elevado al cuadrado, con su inmensa tropa de liberados), de que actuara al servicio de una dictadura para controlar al movimiento obrero (bajo el Régimen del 78 actúan al servicio de una partitocracia para pastorear a lo que queda de tal movimiento obrero), de que propiciara el desinterés por el sindicalismo (tal desinterés se ha tornado en la segunda década del siglo XXI en puro hastío) o de su ausencia de pulso revolucionario (sólo pensar en las apesebradas huestes de Unai Sordo, Pepe Álvarez y compañía le hace a uno reír a mandíbula batiente). 

Sí, la hemeroteca deja en evidencia a muchos, en especial a los embusteros, caraduras e impostores, tres adjetivos perfectamente aplicables a nuestros sindicalistas del marisco, auténticos estómagos agradecidos del Sistema contra el que dicen luchar, garantizando su propia supervivencia ⎼subvenciones mediante⎼ vendiendo a los cada vez más depauperados trabajadores que dicen defender.

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