Armas estratégicas de acción política

5/DIC.- El nacionalismo ha utilizado señuelos conceptuales para engañar sobre su propia esencia. 'Pacifismo', 'diálogo', 'violencia'... armas estratégicas de acción política. Es necesario desenmascararlos

Armas estratégicas de acción política

La revuelta a que estamos asistiendo en Cataluña, impulsada por el nacionalismo y sus compañeros de viaje, utiliza diversos instrumentos de acción política, uno de los cuales, sin duda alguna uno de los más importantes, es el de la propaganda, basado en un manejo mentiroso del lenguaje.

  • Quienes nos oponemos al nacionalismo, individualmente o agrupados en alguna de las entidades que luchan por preservar activamente la españolidad de Cataluña, reconocemos que, en ese aspecto, nuestros oponentes han sabido utilizar hasta ahora con eficacia esa palanca.

El nacionalismo nos lleva, en ese aspecto, mucha ventaja, no porque sean mejores o más sabios que nosotros, sino porque su movimiento lleva muchos más años en la brega, lo que les ha dado mayor experiencia y, por tanto, más sabiduría, si nos atenemos al dicho de que ‘la experiencia es la madre de la ciencia’. O, si se quiere, más astucia, más intuición para la maniobra, y menos escrúpulos.

  • El nacionalismo da muestras constantes de estar más cohesionado, ostenta una dirección prácticamente unificada (no nos dejemos engañar por esos cantos de sirena que hablan de ‘diferencias’ entre sus distintas formaciones), maneja sus peones con criterios estratégicos bien estudiados, tiene sus objetivos claramente definidos, y, sobre todo, cuentan con poderosos medios financieros que nosotros no tenemos.

Constatar eso, hoy por hoy, no significa rendirnos a ningún complejo, sino incentivarnos para el rearme, y eso lo estamos haciendo: no es la misma situación ahora que la de hace unos años, nuestra moral se ha ido fortaleciendo, y nuestra fe en el triunfo final es cada día más firme.

  • De hecho, la objetivización de nuestros adversarios ya no se centra tanto en las huestes separatistas cuanto en lo que podríamos llamar ‘los enemigos internos’, que los hay: indecisos, posibilistas, gradualistas, maniobreros, quintacolumnistas, contemporizadores, políticamentecorrectos…, en fin, todos aquellos a los que podríamos englobar, ‘mutatis mutandis’, en la famosa frase de Edmund Burke: ‘Lo único que necesita el mal para triunfar es que los hombres buenos no hagan nada’.

Pero vayamos a la alerta a navegantes del encabezamiento, concretándola en esa palanca a que aludimos, la de la propaganda y el lenguaje.

  • En toda guerra (y esta lo es, si bien incruenta: ¡toquemos madera en el deseo de que así lo siga siendo!), los Estados Mayores de los respectivos contendientes saben que, ganarla o no, no sólo depende de la potencia material empleada, sino también de que la causa o el derecho defendido sea percibido por propios y extraños como más buenos y más benéficos y razonables para todos, incluidos los propios oponentes.

Todo el mundo sabe, asimismo, que para crear un ambiente propicio en la opinión pública, para que ésta perciba favorablemente lo que se pretende por una u otra de las partes, la maquinaria de la propaganda y del lenguaje es esencial, y que la mentira es parte del engranaje de esa maquinaria.

  • Lo esencial, en el uso de la misma, es que la mentira no parezca serlo, para lo cual se la suele almibarar para hacerla tragadera. ¿Cómo? Utilizando dos resortes que suelen dar muy buen resultado: uno) el recurso al victimismo; dos) la utilización machacona de la propia mentira.

El recurso al victimismo es muy contundente. Si alguien es percibido como víctima, mueve a la compasión y a la solidaridad, y causa de rebote una paradoja muy bien conocida en psicología, y que tiene concomitancias con el llamado ‘síndrome de Estocolmo’: la de que es muy probable que el público olvide la causa que está en el origen del predunto sufrimiento de la víctima, para fijarse, sólo y exclusivamente, en la contemplación del propio sufrimiento.

  • Puede ser, incluso, que la misma víctima haya propiciado su desgracia al haber adoptado decisiones erróneas, pero eso, llegado a cierto grado de intoxicación propagandística, ya no importará: lo que importará será que, ‘ahora es’ una víctima, y que, como tal, debe ser defendida del victimario. Presunta víctima, buena; declarado victimario, malo.

Y en cuanto a la utilización machacona de la propia mentira, ¿qué decir? Callemos, y demos la palabra a Goebbels, ministro de Propaganda de III Reich y fanático nazi:

  • Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad’… No hay nada más que añadir.

El nacionalismo, en Cataluña, ha utilizado de forma engañosa el recurso al victimismo y la machaconería en la mentira, a través de tres conceptos-autodefinitorios: ‘somos pacíficos’, ‘no hemos utilizado violencia’, y ‘sólo queremos el diálogo’.

  • ‘Pacifismo’, ‘No Violencia’ y ‘Diálogo’, —junto con otros conocidos eslóganes: ‘ensvolenaixafar’, ‘somcollonuts’, ‘espanyaensroba’, ‘capacatadisney’…— no son verdades del nacionalismo. Son solo instrumentos de propaganda. Armas estratégicas.

Narciso Fonturbel

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