Y nosotros nos iremos...

Reflexionemos más allá del jaleo de una fiesta que no podemos permitir que pierda su esencia y fundamento.

​​​​​Publicado en primicia en la sección opinión del digital Sevilla info (24/DIC/2023), posteriormente recogido por La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

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Y nosotros nos iremos...

En tiempos no muy lejanos, cuando aún se reconocía inequívocamente el significado cristiano de estas fiestas y Papá Noel sólo era un tipo gordo de barbas blancas con extraño protagonismo en las películas navideñas americanas, el nacimiento o belén tenía mucha más importancia que ahora, trascendiendo de un simple elemento decorativo para convertirse en el centro de las celebraciones navideñas en los hogares.

Una circunstancia fundamental para esta importancia, era la activa participación infantil en su montaje; lo que lógicamente ofrecía simpáticos resultados en su composición final. No era difícil encontrar en aquellos belenes familiares a los más extraños personajes procedentes de variados juegos infantiles junto a la más disparatada mezcla de población animal; pudiendo hallar desde a la inocente familia de patitos bañándose en un río de plata con restos de chocolate, hasta a fieras salvajes merodeando las cercanías de un castillo de Herodes guardado por soldados de toda clase y condición, sin que faltase algún que otro indio acechando entre los riscos de corcho.

Pero por encima de todo sabíamos que se celebraba la Na(ti)vidad del Niño Jesús en Belén, y el nacimiento aglutinaba a los niños de la casa (por entonces había muchos niños en las casas) que se reunían para cantar villancicos. Villancicos que aún seguimos cantando y que son capaces de abrirnos alguna herida en el alma si nos cogen con la guardia baja. «La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va, y nosotros nos iremos y no volveremos más».

Letrillas aparentemente ingenuas que nos hacen recordar a quienes se fueron; pero también que un día nos iremos nosotros, y otros vendrán después que quizás sigan cantando eso mismo. Verdades demasiado profundas despachadas entre risas y panderetas que nos llevan a reflexionar más allá del jaleo de una fiesta que no podemos permitir que pierda su esencia y fundamento.