Feliz Vanidad

Desde que Occidente comenzó a olvidar sus cristianos orígenes, las Navidades han ido perdiendo aceleradamente su sentido primigenio.

​​​​​Publicado en primicia en la sección opinión del digital Sevilla info (19/DIC/2023), posteriormente recogido por La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

Feliz Vanidad

Desde que Occidente comenzó a olvidar sus cristianos orígenes, las Navidades han ido perdiendo aceleradamente su sentido primigenio. Con la ayuda de Hollywood, la iconografía propia de estas fechas ha ido cediendo paso ante el protagonismo arrollador del omnipresente Papá Noel que lo inunda todo con su cortejo de renos y bolitas, abetos y regalos, desplazando a la Familia de Nazaret, unos pobretones sin glamour que ya no tienen cabida en estas fiestas.

Pero todavía hay quienes van más allá, y como hasta la imagen del gordito les parece demasiado navideña, elaboran sus propias tarjetas de felicitación en las que, por supuesto, nunca aparecerá la palabra Navidad. Cualquier cosa vale siempre que se eluda el nacimiento de ese Niño al que hoy, bajo leyes tan progresistas como las nuestras, María tendría que parir a escondidas.

Cuando uno se topa con alguna de estas felicitaciones con chorradita más o menos literaria, que en gran parte proceden de ocupantes de carguetes en instituciones públicas, lo primero que sugieren es que el autor se ha pasado el año espulgando entre sus lecturas para extraer la frasecita más epatante que demuestre que se trata de persona muy moderna, muy leída, muy instruida y de sensibilidad exquisitamente laica. Y como este tipo de gente suele carecer de mesuras en sus egos, felicitaciones hay en las que tras su lectura nos quedamos con cierto desasosiego porque al final no se sabe si nos felicitan la Navidad, si plantean un enigma indescifrable o si se trata de una velada proposición sicalíptica que lanzan aprovechando las fiestas por si cuela.

Han convertido las felicitaciones navideñas en un concursito de pedantes donde se tiene por más intelectual quien lance el mensaje que menos tenga que ver con la Navidad. Aunque se complican la vida demasiado. Les bastaría con bailar un par de letras de la tradicional felicitación navideña, para expresar el sentimiento que en realidad les mueve a comunicarse con sus fatuos tarjetones.