La España que yo quiero

26/12.- Una España unida, definida con tanto acierto por aquel político y poeta, del que tanto aprendimos, que dijo «en sus tierras, en sus hombres y en sus clases»,...

Publicado en el núm. 143 de Cuadernos de Encuentro, de invierno de 2020.
Editado por el Club de Opinión Encuentros. Ver portada de Cuadernos en La Razón de la Proa.

La España que yo quiero

La España que yo quiero (un sueño de verano)


La mayoría de estas palabras están pensadas y escritas con la intención de haberlas pronunciado en la apertura de nuestro curso político 2020-2021, y como ya es tradicional, en el restaurante La Montaña de El Pardo de donde toman el nombre nuestros «Encuentros en El Pardo».

Pero la maldita pandemia del virus Covid-19, con sus obligadas limitaciones de reunión, ha trastocado nuestros planes como otras tantas cosas, y nos obliga a seguir prescindiendo de estas tertulias que han sido un elemento esencial para mantener un cordial y enriquecedor contacto directo entre nuestros socios y simpatizantes, y muy especialmente con todos aquellos invitados que las han venido prestigiando con su presencia y sus muchos conocimientos.

Así que estamos pensando en posibles soluciones como el que puedan ser editadas en Cuadernos de Encuentro, como es este caso, con el habitual y conocido riesgo de que al ser la revista trimestral, muchas de las cosas que como hoy digo o escribo, se queden obsoletas, ya que es previsible que en este y en futuros casos, estos dos próximos meses sean muy «entretenidos» en todos los aspectos.

También existiría la posibilidad de realizar coloquios o intervenciones por videoconferencia, que a mí no me convence mucho, porque me parece un sistema de comunicación muy frío y deshumanizado como todo lo informático, y que nos priva del objetivo fundamental de nuestras tertulias, el vernos físicamente las caras, las charlas entre nosotros mientras cenamos, y los animados y espontáneos coloquios, que son la vida, la sal y la temperatura de nuestro Club.

Pero vayamos al tema objeto de esta intervención, que no es otra que, como de costumbre al empezar el curso político, hacer un repaso desde mi punto de vista de la situación de España.

Para no caer en ese riesgo citado, ni aventurar pronósticos que puedan nacer con el color sepia de las cosas antiguas, y aún siendo conocida creo que por todos vosotros mi predisposición –tanto en mi vida privada como en mis actividades políticas– a ver, o intentar ver, las cosas positivas de cada situación (actitud que me vale en el mejor de los casos la comprensiva sorpresa de algunos y la crítica más menos afectuosa de otros), en este caso, como comprenderéis, me resulta difícil hacer un análisis en ese sentido o hacer predicciones de difícil acierto aunque algunas haré al final.

Es como si a un médico le pidieran que hiciera un diagnostico esperanzador de un paciente, tras leer los datos que le pasan de su analítica.

Por eso, he preferido empezar mi intervención, relatando un hipotético sueño de verano, de esos propios de una tarde de agosto en la que mirando al mar o a la montaña, adormilado, dejas correr la imaginación y te complaces en ver las cosas de color de rosa, que, por desgracia, difícilmente se hacen realidad al despertar.

Y como no, sueño con España. Y en cómo me gustaría que fuera, y en como desearía que la pudiésemos disfrutar los españoles.

Una España unida, definida con tanto acierto por aquel político y poeta, del que tanto aprendimos, que dijo «en sus tierras, en sus hombres y en sus clases», que con el reconocimiento de la riqueza de la variedad de sus identidades y culturas las aportaran a un proyecto común y que lejos de exaltaciones excluyentes y aldeanas, sintieran todos como propias las de los demás...


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