Una cena en Triana

24/07.- Esa noche conocí a Luz Belinda, cuyo nombre me recordó otras tierras muy entrañables. De verbo cálido, pero firme, envuelto en amabilidad y sencillez, su peripecia parlamentaria me llamó la atención desde el primer momento...


Publicado en el Nº 333 de 'Desde la Puerta del Sol', de 24 de julio de 2020.
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Hace varias semanas fui invitado a compartir unas cervezas en una terraza al aire libre y con pocos asistentes (no más de cuatro, entendí). Quedamos citados, sobre las nueve de la noche, en un bar de la sevillana orilla trianera. Después de haber sufrido el confinamiento, la verdad es que tenía ganas de charlar distendidamente, aunque reconozco que también albergaba cierto recelo por el posible rebrote de la maldita pandemia.

Provisto de mascarilla, acudí con puntualidad. Conforme transcurrían los minutos, comencé a arrepentirme: no se trataba de un espacio abierto, sino del reservado de un restaurante (el número de cubiertos preparados casi alcanzaba la docena) y, para colmo, muchos convocados llegaron con retraso. Lo que me pareció que comenzaba mal, se transformó en una interesante reunión con larga sobremesa. Los asistentes se mostraron agradables compañeros de tertulia y pronto olvidé el riesgo de contagio y el avance de las horas.

Esa noche conocí a Luz Belinda, cuyo nombre me recordó otras tierras muy entrañables. De verbo cálido, pero firme, envuelto en amabilidad y sencillez, su peripecia parlamentaria me llamó la atención desde el primer momento.

Sus acompañantes contaron cosas sobre ella. No salía de mi asombro ante una noticia cuando ya me sorprendían con la siguiente. En pocas palabras, la situación es la siguiente: Luz Belinda Rodríguez es diputada, por Almería, en el Parlamento de  Andalucía. En su día, se presentó formando parte de la lista de una formación política y obtuvo un escaño; más tarde, por diversas cuestiones (no solo de funcionamiento interno, sino también de índole ideológica), rompió la relación con su grupo, pasando a diputada no adscrita y continuando así en estos momentos.

Ese fue su imperdonable error. Si se hubiera comportado de otro modo, ahora le sonreiría la vida parlamentaria. Pero no le gustó lo que veía a su alrededor y decidió ser coherente. En un sistema político basado en la representación por medio de los partidos, ese comportamiento se paga. Y no piensen que solo por parte de quienes se consideran abandonados (lo que puede resultar comprensible), sino también por el resto de las formaciones políticas, incluidas las que se predican como progresistas y avanzadas.

Los presentes añadieron que, en la actualidad, esta parlamentaria andaluza se encuentra sin despacho propio, a pesar de sus reiteradas peticiones para que se le provea de uno. Para que pueda trabajar y atender a las visitas le han adjudicado una llamada «galería» que, a pesar de su rimbombante nombre, viene a ser el pasillo donde los conductores oficiales esperan a sus ilustrísimas. Es de suponer que el inmenso y lujoso edificio del Parlamento de Andalucía no dispone de un modesto despacho donde ubicar a esta diputada por Almería.

Luz Belinda, que me pareció sincera, contó que nadie se solidariza con su problema, ni cuenta con ella para nada; tampoco las formaciones que se sitúan en las antípodas del grupo político que abandonó. Se encuentra sola en su lucha, pues los partidos se apoyan mutuamente a la hora de abordar una cuestión como esta.

Las mujeres, que las hay en abundancia en el hemiciclo, no le han manifestado solidaridad alguna. Luz Belinda no existe; su coherencia personal la ha convertido en invisible; una especie de fantasma que deambula por los pasillos de la cámara legislativa andaluza, otrora hospital y origen de tantas leyendas…

No importa que nos encontremos ante una diputada por Almería que no ha sido condenada por delito alguno, ni aspira a la independencia de una parte del territorio español; tampoco se encuentra investigada en causa penal, ni se halla en busca y captura. Sencillamente, se trata de una mujer que obtuvo representación por dicha circunscripción, que ha dejado a un lado la anterior militancia política y que continúa proclamando a diario su fe en la unidad de España y en la necesaria justicia social. Su constante declaración pública en favor del pensamiento de José Antonio no le beneficia. Pero ella no está dispuesta a traicionar sus ideas. Tampoco se lo han exigido, claro. En estos ámbitos, la venganza se sirve de sutiles mecanismos como el descrito.

Cuando me dirigía al coche, ya disuelta la reunión y bien avanzada la noche sevillana, reflexionaba sobre la energía interior de esta persona. Había conocido a una luchadora nata, con la fortaleza propia de quién es leal a sus convicciones.

Espero con atención el desenlace de esta historia, mientras desde las altas instancias se continúa engañando a los españoles sobre la trascendencia del voto en las elecciones y el papel sacrosanto que deben desarrollar los representantes elegidos.

Ahora, una nueva circunstancia puede afectar a esta situación. Recientemente, otro diputado de esta cámara ha anunciado su abandono del mismo grupo parlamentario (aunque con importantes diferencias, pues se dice que contra el mismo se han iniciado diligencias penales).

La presidenta del Parlamento de Andalucía se ha apresurado a declarar que el escaño pertenece al partido, no a quien lo obtuvo, y que no es ético conservarlo si se abandona la formación a través de la cual se consiguió. En otras palabras, en su opinión, la ciudadanía vota a una organización política determinada, no a los componentes de sus listas electorales. Si se deja a un lado la obediencia al partido –añade–, debe renunciarse de inmediato al escaño conseguido. Es decir, el sistema se muestra al desnudo, con toda su crudeza y desvergüenza.