El origen del Mal

No hay otro agente moral m谩s que nosotros mismos, a nivel singular y social o grupal, que pueda explicar el borde del precipicio al que hemos llegado.


鈥嬧婸ublicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid n煤m. 798 (14/SEP/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Raz贸n de la Proa (LRP) Recibir el bolet铆n de LRP.

El origen del Mal

Toda causa tiene su efecto (consecuencia); todo efecto es causa, a su vez, de otro efecto. No existe causa incausada, salvo Dios, causa de todo sin causa previa y, por descontado, causa de todo los efectos. Parto de esta reflexi贸n tomista 鈥揹e santo Tom谩s de Aquino鈥, para establecer la cadena de causas que han generado el tinglado en el que nos encontramos, comi茅ndolo y bebi茅ndonoslo los espa帽oles, por mor del ejercicio del derecho de voto que nos garantiza nuestro Estado social y democr谩tico de derecho. As铆 pues, lo que est谩 acaeciendo en nuestra Patria 鈥揷on may煤scula鈥, es consecuencia (efecto) de nuestras personales, individuales e intransferibles decisiones derivadas del derecho a decidir. No hay otro agente moral m谩s que nosotros mismos, a nivel singular y social o grupal, que pueda explicar el borde del precipicio al que hemos llegado. Somos autores de nuestros actos, de los que siempre derivan consecuencias, en 茅ste caso perniciosas, perjudiciales, nocivas y absolutamente contraproducentes.

Cuando acudimos, o no, a depositar nuestra papeleta en las urnas, debemos ser conscientes de la alt铆sima responsabilidad y enorme compromiso que, en ese instante, estamos adquiriendo con nuestra Patria, con nuestro pueblo y, sin la menor duda, con nosotros mismos. La soberan铆a reside en el pueblo, es decir, corresponde a todos los espa帽oles. De este principio derivan todos los poderes del estado: el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Por tanto, es la causa de los efectos mencionados. Votar no es un juego sin sentido, cobra una dimensi贸n fundamental generando efectos deseables, o indeseables, como son las circunstancias en las que nos hayamos.

Sin embargo, pese a la responsabilidad y el compromiso ejercido, el pueblo espa帽ol no es m谩s que el primer responsable con sus elecciones efectuadas. A partir de aqu铆 鈥揳ntes incluso鈥 entran en juego los intereses partidistas de las diversas formaciones pol铆ticas proclamadas como representantes y, por tanto, depositarias de la soberan铆a popular en ellas confiada. Los electores deber铆an asumir este deber y la obligaci贸n del derecho disfrutado. Se convierten en causa de la configuraci贸n del poder legislativo, inspirador del poder ejecutivo y del judicial. Los segundos autores morales del pifostio nacional que nos azota son, a todas luces, los partidos pol铆ticos con sus respectivos programas, principios, voluntades de poder y l铆deres y escuderos designados. Y ellos, consecuencia de todo lo anterior, son la causa de los desvar铆os, delirios y disparates con los que nos desayunamos cada jornada.

Pero sigamos avanzando en la cadena de causas y efectos. Las formaciones aclamadas en las urnas, una vez configurado el poder legislativo, inician una ronda de negociaciones y contactos para formar el poder ejecutivo, es decir, para configurar el gobierno del todav铆a Reino de Espa帽a. Designan interlocutores, jefes de filas y l铆der aspirante a tales menesteres que, sin ser ninguna broma de mal gusto, tienen en sus manos el porvenir de Espa帽a y el futuro de los espa帽oles. Por esto precisamente hay que ser muy consciente, sensato y formal a la hora de escoger colores, siglas y programas. Hacerlo de manera ligera y superficial nos lleva a tener representantes insensatos, irresponsables e informales, muchos de ellos conscientes, otros plenamente consecuentes con lo que defienden, plantean y defienden en las diferentes mesas de di谩logo y negociaciones abiertas. As铆, llegamos al tercer nivel de autor铆a moral del drama pol铆tico existencial que nos est谩 diezmando en nuestros presupuestos de credibilidad, fiabilidad, veracidad y confiabilidad como Estado, como naci贸n, como pa铆s y como Patria. Para m铆 la Patria supera el sentido de naci贸n, Estado o, despectivamente, de pa铆s.

Elegidos nuestros pr贸ceres patrios en sus respectivos esca帽os, sus se帽or铆as se convierten en s煤bditos de sus respectivos virreyes (l铆deres) que se disputan el Reino de Espa帽a, vendi茅ndose al mejor postor que les permita encumbrarse como jefe de gobierno acompa帽ado de su mesnada (Consejo de Ministros) al jefe de filas correspondiente. En este reducido grupo 鈥揳ut茅ntica casta鈥, se toman decisiones, supuestamente amparadas por las leyes aprobadas en el Parlamento, aunque sea por la puerta de atr谩s, sin luz, menos a煤n taqu铆grafos, con las que operar y cumplir con los pactos y acuerdos de investidura. Y en Espa帽a somos muy desgraciados, pues nuestros destinos est谩n en manos de pol铆ticos sin escr煤pulos para lo malo y, por el contrario, con demasiados reparos para lo bueno, en el sentido colectivo y com煤n, por descontado. Nuestra casta pol铆tica y nuestros ilustres dignatarios son una aut茅ntica plaga de proporciones b铆blicas, causante de tantos duelos y quebrantos, de tanto desatino y desvar铆o.

Profanada la divisi贸n de poderes desde el ejecutivo, que tambi茅n desluce al poder legislativo, el supuesto Estado social y de derecho estalla por los aires. Consecuencia: chantajes de las minor铆as, secuestro del poder ejecutivo, presidencialismo, desdoro y violaci贸n del poder judicial, burla al jefe del Estado 鈥揺l rey鈥, deshonra del pueblo espa帽ol, pol铆tica de trueques y refriegas, indulto a los delincuentes y as铆, un largu铆simo etc茅tera que define a un estado prostituido desde sus cimientos.

Nuestro ejecutivo, efecto del desmoronamiento moral de alt铆simas instituciones representativas de la soberan铆a popular, es causa y refuerzo del narcisismo delirante de nuestro 铆nclito presidente de Gobierno. Sus cualidades y sus defectos quedan reflejados a trav茅s de sus actos. No hay m谩s que decir. Se convierte en causa causada del desastre, ruina, desgracia y calamidad que nos paporrea, fustiga y vapulea repetida y reiteradamente.

Autores morales, causas y efectos a la vez, son el pueblo soberano, los pr贸ceres designados, el ejecutivo proclamado y el jefe laureado.

驴Cu谩l es esa primera causa? Lamento ser categ贸rico, pese al romanticismo de los fervientes constitucionalistas, defensores de la Carta Magna del 78. S铆 queridos lectores, este es el marco que dibuja los l铆mites, permitiendo que hayamos llegado al abatimiento actual, aut茅ntica paradoja de lo que prescribe y dicta. Un desviacionismo intolerable e inaceptable. Se ha convertido en un instrumento manipulable al servicio de espurios intereses partidistas. Un ordenamiento ordenado y orquestado que ha permitido llegar a tama帽a debacle nacional. Es el origen del mal, aunque causa primera, pero no incausada. De este punto nos ocuparemos con mayor detenimiento en futuras entregas. Correr谩n los r铆os de tinta.




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