No hay España sin Castilla,..

22/05.- ...no hay Castilla sin España. ¿Qué es ser castellano? La respuesta es compleja, pero paradójicamente, muy sencilla. Ser castellano es ser español.

Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 457, de 21 de mayo de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en LRP. Recibir actualizaciones de La Razón de la Proa.​

«Castellano»


Este es el título de la última novela, histórica en este caso, publicada por Lorenzo Silva que acabo de leer. Una obra absolutamente recomendable para quien guste de este tipo de género literario. Siendo muy consciente de la ficción que plantea en los diálogos entre personajes, en algunas descripciones e interpretaciones personales está muy bien construida y documentada desde la realidad de los sucesos acaecidos. Me parece muy interesantes las reflexiones, íntimas, personales y trascendentes, que traslada al lector en relación a lo que considera carácter e identidad castellana. Además lo hace por contraste con otras sensibilidades de otros territorios de España. Es una clara invitación a pensar qué es aquello de ser castellano, qué lo caracteriza y cómo se puede entender, desde dentro de Castilla y fuera de ella, lo que representó y representa la identidad mesetaria.

Por supuesto que no se refiere a la actual demarcación de Castilla y León, también a otros territorios peninsulares y de ultramar en los que el sello castellano quedó impreso, quizá involuntariamente, sin pretenderlo o saberlo, pero en definitiva, algo que marcó su impronta, hoy totalmente desdibujada y diluida, pero presente, también sin saberlo. Lorenzo Silva, aprovechando el V Centenario de la Guerra de las Comunidades, disfruta de la ocasión para sumergirse en la historia para, después de varias inmersiones personales, emerger con un discurso sobre qué entiende por ser castellano. En definitiva, una obra que se presta a una lectura amena, interesante y, a diferencia de otras obras publicadas, muy personal en su trasfondo.

¿Qué es ser castellano? La respuesta es compleja, pero paradójicamente, muy sencilla. Ser castellano es ser español. España no podrá ser entendida jamás sin Castilla, pero no esta Castilla extensa, aunque despoblada, vaciada, envejecida y periférica. El Estado de las autonomías ha mutilado la territorialidad de Castilla y con ella ha dinamitado su unidad. Me produce enojo, por no decir otra cosa, la declaración constitucional de la unidad de España. Qué infamia, legalmente escrita, pero de manera efectiva, criminalmente proscrita. Castilla, y con ella los demás territorios de nuestra Patria –con mayúscula–, se han convertido en reino taifas gobernados por régulos y cortesanos –léase políticos– depredadores de la hacienda pública, entregados a sus pasiones y devociones personales partidistas. Como en el conflicto comunero, representan a los señores de aquel momento, ajenos al sentir y padecer del pueblo que les tributaba y rendía vasallaje. Hoy, el poder feudal se ejerce a través de las instituciones públicas (gobiernos regionales, diputaciones, ayuntamientos…).

España y con ella Castilla, asume un feudalismo tribal, cavernario y montaraz, que fagocita la identidad nacional en beneficio de los señores de la periferia, siempre prestos a la sedición y rebeldía, como en tantas ocasiones. Un regionalismo centrifugador desmiembra la indisoluble unidad española, convirtiéndola en una especie de república federal con soberano –por el momento–. Ser castellano es ser español, ser castellano no solo es un sentimiento pasional y apasionado por un terruño, por grande o pequeño que éste sea, es compartir un presente y un futuro, es ser protagonistas de un empeño común, de un destino común, compartiendo un legado histórico también común. Nadie puede amar aquello que no conoce, ningún pueblo tendrá futuro si no existe un destino al que dirigirse, sin un puerto de partida. Sin rumbo ni horizonte, sin enérgico capitán al mando, la deriva, la sublevación a bordo de una tripulación embrutecida y embravecida, carente de escrúpulos más allá de la propia supervivencia, condenan la travesía histórica a un fracaso rotundo e irreparable.

Los comuneros, con sus luces y sus sombras, pusieron rodilla en tierra y se enfrentaron al poder impuesto, no deseado, de un rey todopoderoso que les negaba y desprotegía, que con sus camarillas de cortesanos apesebrados, con consejeros extranjeros y depredadores, convertían a España en suburbio del pretendido imperio. Eran patriotas muchos de ellos, otros no tanto, por ser más delincuentes que hombres de bien, que tuvieron el orgulloso empeño de declarar que Castilla es de los castellanos, que Castilla no acepta extraños, extranjeros o no, dispuestos al hurto y latrocinio de Bien público, que clamaban por la libertad y la defensa de un reino devastado y desolado por infértiles guerras civiles endémicas.

Hoy, acomplejados y sometidos a prejuicios infames, no sabemos que es ser español. En la familia, en la escuela, en los medios de comunicación, en la política, en todos los ámbitos, no se enseña ni educa en valores trascendentes, sean religiosos o no, menos aún se da ejemplo de amor a la Patria. Fíjense, queridos lectores, que ni en los colegios de Castilla se enseña que fue aquello de la Guerra de las Comunidades. Verdaderamente lamentable ¿no les parece?

Por tanto la cuestión que plantea Lorenzo Silva, podríamos trasladarla asunto global de qué es ser español. Sin embargo, Castilla que ha sido corazón y pulmón de España, junto a León, Aragón y Navarra, sus tierras hermanas y antes hermanadas, vive sumida en una decrepitud insoslayable, afeada por sus hermanas, convertida en la cenicienta de un reino con soberano entronizado, pero sin voz ni mando. De manera figurada les diré que todos somos españoles por nombre, aunque luego seamos castellanos, catalanes o gallegos por apellido. Somos familia, pertenecemos a un mismo árbol genealógico, con un tronco común que es el que da sustento a sus ramas. Talar el tronco, derrocar a España, es dar por extinguida la existencia del edificio, de la vida del árbol. No hay España sin Castilla, no hay Castilla sin España.