Entre idiotas y malvados

29/05.- Hay una delgada línea roja entre la estulticia y la maldad que es indescifrable para mí. Seguro que los psicólogos tendrán sesudas interpretaciones en sus análisis del comportamiento humano
Entre idiotas y malvados

Entre idiotas y malvados

Leía yo en estas fechas de confinamiento, un artículo en una revista atrasada donde se relataba la historia de una cría de orca austral que fue rescatada y devuelta a la vida en un grandioso parque acuático, donde había recuperado la felicidad y las ganas de vivir. Se había hecho adulta y había encontrado su lugar en el mundo. Pues bien, uno de estos pretendidos salvadores del sistema solar, había iniciado una campaña en el parlamento argentino para que se liberase y se soltase en mar abierto a la feliz orca, a pesar de que todo el mundo sabía que jamás se adaptaría a la vida en libertad y con toda seguridad moriría por no saber alimentarse por si sola. Eso si, moriría libre.

El asunto me llevó a pensar si el diputado salvador tomó tal iniciativa en un alarde maléfico contra la orca o fue un ataque de cretinismo súbito. No sabría yo elegir y tampoco sé lo que pudo ocurrir con la orca en cuestión, pero este hecho me conduce a recapacitar sobre la peligrosidad que ejercen algunas personas sobre los demás, sobre la naturaleza o sobre sí mismas por maldad o por estulticia, provocando daños irreparables en su entorno.

¿Se han parado Vds. a pensar qué es peor? ¿Quién causa más daño, un tonto o un malvado? ¿A quien hay que temer más? Buscando quien me ilustre  voy a la Real Academia de la Lengua:

  • Tonto: Mentecato, falto o escaso de entendimiento o razón.
  • Malvado: Dícese de la persona muy mala, perversa, mal inclinada.

Y no recalifiquemos los adjetivos, que ya son explícitos en sí mismos.

No lo intentemos arreglar con “malvado”, pero inteligente o astuto o listo. No. A secas: malvado.
Y por otra parte “tonto”, pero muy simpático, gracioso etc. No. Tampoco nos vale. Dejémoslo en tonto sin aditivos, a secas.

El cine y la literatura nos brindan ejemplos muy claros de estas dos personalidades. Bien es verdad que los malvados dan mucho más juego a guionistas y novelistas por tener muchos  matices y posibilidades. 

Recordamos con estupor a Annibal Leckter en el Silencio de los Corderos, o Alex de Large de La Naranja Mecánica; Norman Bates en Psicosis y buscando en los cuentos infantiles ahí tenemos desde la madrastra de Blancanieves, al lobo de Caperucita, todo ello sin olvidar a clásicos de la maldad como Medea o Lady Macbeth. Hay malos románticos como Drácula; malos tiernos como Frankenstein; malos vengativos tal que Joker, malos malísimos como los extraterrestres de Mars Attacs, etc.

En el otro lado están los tontos. Aquellos que por su torpeza o zafiedad meten la pata y causan daño a su alrededor. El cine o la literatura les han prestado atención pero más bien explotando el lado cómico que pudieran tener, sin pensar en los daños colaterales. Pero si a los malvados los recordamos con cierta prevención, a los tontos les profesamos cariño y tendemos a observarlos con cierta dulzura.

Ahí está Forrest Gump. Cómo no recordar al inspector Clouseau; a Mr. Bean; a Hrundy Bashki de El guateque; el policía de Los Simpson o a Jeff Daniels y Jim Carrey en Dos tontos muy tontos. A pesar de los efectos de miedo o hilaridad que nos produzcan estos estereotipos a través de las distintas artes, no hay que olvidar que en la realidad de nuestra vida cotidiana, pueden producir efectos muy dañinos tanto los unos como los otros.

Permítanme que les relate un par de sucesos que tuve el dolor de sufrir y que me han producido secuelas, por lo menos en el intento de comprender a mis semejantes.

Viajábamos en coche por la noche, desde Logroño a Burgos cuando necesitamos combustible y no encontramos gasolineras abiertas. Llegando a Belorado, nos paramos en un hostal en cuya puerta había un bípedo (creo que no era persona), barriendo la escalera y le pregunté:
¿Hay habitaciones? Si. Está vacío el hotel. Respondió.

Le expliqué que nos estamos quedando sin gasolina y de malos modos me dijo que (sic no era el primer idiota que le preguntaba y que a otro desgraciado le había pasado lo mismo días atrás. Que él le había ofrecido gasolina aunque más cara y le conminó a buscarse la vida en otro lado por recriminarle el abuso, no sin antes burlarse de él.

Le expliqué que iba a preguntar a la Guardia Civil por las gasolineras más próximas y según lo que me dijesen volvería al hostal.

La Guardia Civil nos informó que la gasolinera abierta más cercana estaba en Briviesca y no sabiendo si la reserva sería suficiente decidimos ir a hospedarnos. Cuando llegamos al hostal, el bípedo parlante nos recibió a gritos y con cajas destempladas, blandiendo la escoba nos dijo que como él era el dueño ya no había habitaciones y que nos hospedase la Guardia Civil. No entendí por qué lo hizo. Qué benefició sacó de no dejarnos dormir allí y perder las ganancias de su trabajo. Me preguntaba en qué le había podido molestar.

En nada. Simplemente lo hizo por fastidiarnos. Por maldad. Quizá encontraría un poco de felicidad miserable cuando se fuese a la cama pensando que habría conseguido hacer infeliz a alguien. O bien , me pregunto yo, ¿era realmente tonto al perder unos cliente que, entre cenas, habitación y desayunos le hubiesen hecho ganar unos 150€? No lo sabré nunca.

Hay una delgada línea roja entre la estulticia y la maldad que es indescifrable para mí. Seguro que los psicólogos tendrán sesudas interpretaciones en sus análisis del comportamiento humano. Yo no alcanzo a entenderlo. En el otro extremo la generosidad de la bendita benemérita que nos ayudó y nos acompañó hasta Briviesca donde pudimos repostar, que todo hay que decirlo.

Caso parecido, el de la taquillera de la Estación de autobuses de Pamplona que apabullada por un  fallo informático en la venta de billetes el mismísimo día de San Fermín, en lugar de buscar soluciones llamando a un control central o aconsejando la espera en la cola del andén, optaba por decir que el autobús estaba lleno y que no había billetes. “Búsquense la vida en el tren o váyanse en autoestop”, espetaba a los disconformes y muy enfadados viajeros

Llegado el autobús, varias horas más tarde, pudimos comprobar que venía con unas 20 plazas libres y después de una terrible bronca con hojas de reclamaciones y Policía Nacional de por medio, pudimos viajar, aunque eso sí, con los nervios a flor de piel y la tensión arterial disparada.

¿Qué razones tuvo aquella alma de cántaro para hacer semejante estupidez o semejante maldad? ¿Lo hizo por maldad y por fastidiar al personal o por estupidez congénita y desconocimiento? La línea roja de nuevo. ¿Tonta o malvada?, esa es la cuestión.

Si ya resulta difícil entenderse con uno mismo y con nuestros pensamientos, no lo es menos el entender a los demás cuando interactúan con nosotros. La división y el discernimiento entre los tontos y los malos, me preocupa mucho, pues no alcanzo a entender sus actuaciones.

No sé si las personas se comportan así porque no piensan y producen consecuencias molestas a sus semejantes o lo hacen movidos por un instinto cruel y maléfico que les lleva a disfrutar cuando causan un mal al prójimo.

La experiencia me lleva a procurar, en la medida de lo posible, alejarme de esa gente a pesar de que resulta muy difícil reconocerlos a primera vista y solo se consigue cuando el daño es irremediable.

Por ir practicando me he propuesto en estos tiempos de mucha lectura, mucho periódico, mucha radio y mucha televisión, seleccionar actuaciones en un sentido o en otro, de personajes públicos por los que estamos invadidos, ya sean políticos abrumadores, presentadores petulantes o cretinos habituales.

Cualquiera de ellos puede producir daños irreparables a nuestra inteligencia, unos por maldad y otros (quiero pensar que la mayoría), por estupidez. Es una forma de pasar el tiempo muy entretenida y aleccionadora que les aconsejo realicen, amables lectores.


Comentarios