Ser y sentirse libre aquí-hoy

Doy gracias porque soy capazdeelegir la luz, y no laoscuridad enla que tratan demeternos.


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid (26/FEB/2024). Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

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Ser y sentirse libre aquí-hoy

Cada día me doy más cuenta, y doy gracias a Dios por ello, de que mi pensamiento es muy superior al pensamiento único que los políticos quieren imponernos al dictado de la nefasta Agenda 2030.

Doy gracias cada día porque los quereres se convirtieron en amor, los amigos en familia, los sueños en realidad y las noches en mañanas, así, tal como decía Vladimir Kush.

Y cada una de esas mañanas doy gracias porque al librarme del pensamiento único, mis pensamientos y sentimientos los puedo expresar en escritos como éste, ya que quiero pensar con locura para llegar al sentido común.

Y doy gracias porque, parafraseando a Mary Gaitskill, escribo porque soy capaz de sacar algo ferozmente vivo que hay dentro de mí, en una nueva combinación de pensamiento y sentimiento en contra de esa nefasta agenda. Lo siento en espíritu y corporalidad, en persona y humanidad; y quiero plasmarlo con inspirada fuerza como un genio en tensión: diminutos símbolos, negro sobre blanco y, si es posible, que inspire a multitudes.

Doy gracias porque soy capaz de elegir la luz, y no la oscuridad en la que tratan de meternos, cegarnos en la esclavitud que proyecta la nefasta agenda.

Elegir la luz de los valores sempiternos, valores sociales y personales, valores de sacrificio, de servicio a los demás, del esfuerzo, de ser competente, de eficacia, de generosidad. El valor de la verdad, de la palabra dada, de hacer prevalecer el bien, el aprecio de la belleza y la supremacía de la bondad.

Y doy gracias cada día porque no sea cancelado todo eso, a pesar de los enormes esfuerzos de los progres, de lo woke y de las ideologías imperantes. No ha sido, a pesar de los progres, del todo cancelado el amor, las sanas relaciones, el respeto a todo ser humano, la amabilidad, la imaginación; tampoco leer, la siesta, la música y el son, ni siquiera la religión.

Doy gracias porque en este mundo tan agitado, tan violento y emponzoñado, nadie, ni siquiera los sanchistas pueden impedir que regrese la primavera.

Y doy muchas gracias a Dios porque nuestro ADN dicta cuán desiguales somos, en especial cuán desiguales mujeres y hombres somos ¡qué bendición! nuestro sistema musculo-esquelético es diferente y nuestro sistema reproductor; también la estructura del cerebro que condiciona sentimientos, intereses, prioridades, formas de percibir, resolver problemas, afrontar situaciones; y son diferentes nuestros sistemas hormonales; todo muy diferente afortunadamente.

No somos iguales hombres y mujeres pero sí somos igualmente valiosos como seres humanos. Yo quisiera, con toda mi alma, que fuésemos iguales en derechos, deberes y oportunidades, pero las ideologías, ciertos colectivos y lobbies lo impiden totalmente. Los poderes progres con sus leyes, su infinito egoísmo, su carencia de pensamiento inteligente que es tan dañino como su mal corazón, lo impiden, lo entufan, lo pervierten y destrozan moralmente.

Los mismos poderes que están promocionando una vulgarización de la mujer que la hunde en un abyecto estado de ignorancia sobre su auténtica gran valía, su sentido vital, su preeminencia en múltiples ámbitos, su imprescindible maravillosa aportación; «mujer es la orquesta de volcanes sobre un país dormido» (Cristina M. Gago, escritora). Esa vulgarización de la mujer afecta directamente y de modo lamentable a la familia, fundamento de la sociedad; la más antigua de todas las sociedades, principio de todas ellas y que perdura por su valor indestructible como la sociedad más natural –mal que les pese a los progres– precisamente porque no es sociedad progre sino humana, necesaria, cooperadora, educativa y creadora por la gracia de Dios.

La familia es, por fortuna, la más radical antítesis de la ideología de género; una gran fortuna para este mundo sustentado, según Víctor Hugo, por cuatro cadenas de oro que son: la razón, la fe, la verdad y la justicia. Justamente cuatro cadenas de oro ausentes todas ellas en el sanchismo de nuestros dolores, en la Unión Europea de la Ursula, en la ONU de la inmunda agenda y en la OMS de nuestra desgracia insalubre. Todas ellas disfuncionan con su ideología de género que es un compuesto de mitología en su concepción y de folklore en su aplicación. Yo digo, con la escritora Cristina M. Gago: «ignorancia es la oscuridad de una mirada interna».

Y doy gracias porque la libertad puede conducir a la virtud y al heroísmo, según Alexander Solzhenitsyn. Y con esa libertad escribo lo que no me gusta de este mundo tal como es hoy, y mucho menos me gusta la España hoy-aquí maltratada. Es por lo mismo que intento expresar lo que muchos pensamos que sobra y lo que todos sabemos que falta.

Quienes están satisfechos con lo que se está malogrando, son obstáculos en el camino del Bien social, de la Verdad de España y de la Belleza de los humanos diferentes.