Títeres sin cabeza

17/JUL.- ¿Qué tal la inofensiva España, que todavía saca a relucir como una de sus mejores obras el "Bienvenido, míster Marshall"?

​Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 649, de 11 de julio de 2022. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín semanal de LRP.

Títeres sin cabeza

Títeres sin cabeza


Sabíamos que había títeres. Los habíamos visto con cara de doña Rogelia, con tirantes teñidos de asalariados, con ínfulas de sarasa, de toda clase y condición, pero no los pensábamos acéfalos; es decir metidos a figurantes de gala haciendo el caldo gordo en un palacio que llaman Real, donde su representación más respetable le ha sido encargada al Rey de España. De momento. Como es cosa del natural, la gente vestida de gala ha ido a cenar y a otras cosas, y según dice el encargado de dar su sello a las viandas se lo han comido todo, incluida la ensaladilla rusa del tentempié. Lo cual ha merecido el aplauso de doña Celia Villalobos y una salida en televisión. A cambio, periodistas hay que se han entretenido en contar los pasos que míster Biden y el señor Sánchez han andado juntos, es decir a cubrir un espacio con moqueta (o sin ella) para su pase a la historia. Vamos bien, claro, sin duda, pues a cambio nos acabamos de enterar que España, a partir de cierta promesa, va a albergar en sus muelles de Rota el espacio que ocupan dos destructores (barcos de guerra), con lo cual pasará a ser la agrupación acuática mejor dotada de que se tiene constancia en el Ejército español, y ya lo saben, con diez cañones por banda, viento en popa y a toda vela y demás utensilios para el ataque. Estamos de enhorabuena.

Lo que no se ha contado ni probablemente se haya hablado en el banquete de palacio, es que en estas artes peregrinas son maestras primorosas hormigas y golondrinas, que saben prender las rosas sin clavarse las espinas (R. León). Es natural. Estaban allí para departir y manducar, y acaso soltar un chiste francés o italiano, que tanta gracia hace a los que hablan polaco. Porque de haber tenido ocasión, les habría venido bien recordar que los Estados Unidos de América del Norte un buen día se reunieron, no sé si en el oblongo despacho o en el pentágono geométrico, para decirse, ellos solos sin que nadie les oyera:

«Está bien, después de la faena que les hemos hecho a los españoles en el puerto cubano, vengan guerras, las que queramos, pero lejos, lejitos de nuestras fronteras. Vamos a condimentar una política de alejamiento de todo posible, y probable, enemigo invasor estableciendo un cordón interestatal, pagado por los países, para que con la pamela de que detrás estamos nosotros los bisalvadores del mundo, ellos estarán a salvo. Es una operación sin riesgo, compañeros míos, que no solo nos deportará aumento en las arcas sino permitirá una progresiva puesta a punto a nuestro armamento. Poco importará que ganemos o perdamos las guerras, siempre que prevalezca la tesis de dominio que tan beatíficamente nos anima. Con esto y un poco de chorreo por aquí y otro por allá, daremos por instalada en el planeta la mayor operación constructiva hacia la Paz que se conoce. ¿O piensan ustedes que el nombre ha sido escogido al azar? ¡No, señores, que los mejores analistas están detrás de esto: Tratado del Atlántico Norte. Y nosotros, ¿dónde nos puso Dios, con permiso de los indios navajos, sioux y cheyennes? Bueno, ya está bien de películas. Vamos a lo práctico. España, por ejemplo, ahora que se van a gastar lo que no tienen por agasajarnos, ¿qué tal si les prestamos un par de barquitos para que se entretengan mientras nosotros los tenemos bailando y entusiasmados con los del Sur, los moros, la inflación el gas y la guerra de Ucrania? He dicho».

¡América es para los americanos!, dijo un presidente, y se quedó tan pancho. Pues que pongan más cuidado, pues mientras ese inmenso país, que lo es, hace su política global mirando de reojo al polo rusoindioasiático, que ya respira sin aparatos añadidos, y África despierta poco a poco, algunas mañanas a bordo de barquichuelas o dejando tras de sí la huella de la muerte, en la propia América su peor enemigo se los están comiendo por los pies, también poco a poco, hasta que se hagan eco de ello. Pero en este supuesto, el soldado que tienen enfrente es también americano, quiero decir, de la misma cuerda, a la que podrán doblegar si llegara el caso.

Pero no, por ahora la mirada está en la lejanía. ¿Qué tal la inofensiva España, que todavía saca a relucir como una de sus mejores obras el Bienvenido, míster Marshall? Mientras sea así, vamos con nuestros coches blindados a paralizar Madrid y acortemos, simplemente porque nos da la gana, los límites del Sur de Europa hasta la raya del Mediterráneo. Ahora, cuando los lapones van a tener voz en esta desperdigada Europa de las naciones... sin cabeza.




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