La cosa

4/MAR.- La cosa PSC2022 ha aparecido en el firmamento dispuesta a dar la nota y por mucho que se esfuercen los catedráticos de Argamasilla en buscarle respuesta tardarán en encontrarla, pues la cosa, la maldita cosa, tiene más mandanga de la que a primera vista parece...


​Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 607, de 4 de abril de 2022. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín semanal de LRP.

Los científicos han descubierto en los confines del cosmos un objeto misterioso que emite unas radiaciones de las que no se tenían noticia hasta la fecha. Esto les ha desconcertado, pero no deja de ser un aviso de lo que nos espera conocer en el futuro. Para quienes no estamos versados en esas artes, como es mi caso (la última estrella de la que tengo noticia tenía cola y se paró en Belén hace ya muchos siglos), el descubrimiento invita a pensar que no tenemos ni perruna idea de lo que pasa en el Universo; pero en fin, para eso están los entendidos, que más pronto o más tarde nos darán un informe detallado de este extraño emisor de pulsiones, o radiaciones, o destellos o vaya usted a saber qué ha puesto a la comunidad científica a cavilar.

Nosotros, la gente corriente, hemos optado por algo más sencillo: en vez de llamarlo objeto le diremos cosa. Sí, vaga por esos espacios interestelares una «cosa» que no se sabe qué es pero que asombra a los astrólogos, astrofísicos y sepultureros, y por ahí andan, buscando razón, qué menos que un nombre, con el que identificarlo en la inconmensurable historia universal.

Un amigo mío, pescadero de oficio, que sabe la tira de cosas del cielo, ha supuesto, solo suponer, que la cosa puede muy bien ser llamada PSC2022, que son abreviaturas de moda para señalar las rarezas que no se entienden. Yo creo que anda sobrado de razón. Mañana, o pasado, cuando tenga que destripar una merluza recordará que sin necesidad de aspirar a un Nobel politizado ha aportado algo valioso a la Humanidad, cual es conseguir la patente de esa cosa misteriosa. Nadie le discutirá semejante autoría. Pero en esas alturas infinitas los sucesos tienen otra dimensión y hay que ser un tollo para no darse cuenta de sus movimientos. Por ejemplo, un día cualquiera, que es como decir cien o mil millones de años, el Carro estaba sobre nuestra coronilla y al otro se lo robaban a Manolo Escobar. Cosas inextricables.

Pues bien, la cosa PSC2022 ha aparecido en el firmamento dispuesta a dar la nota y por mucho que se esfuercen los catedráticos de Argamasilla en buscarle respuesta tardarán en encontrarla, pues la cosa, la maldita cosa, tiene más mandanga de la que a primera vista parece. Por ejemplo, no se está quieta. Como tiene el Universo por salita de estar, va de un lado para otro como un zombi (a lo mejor lo es), que en palabras de gente que oposita quiere decir con una flor en el culo. Pero esto requiere una explicación.

Porque es su característica más acusada codearse en la Europa desquiciada que desprecia a las naciones que la integran, si bien solo codearse, ahora que está bien visto no darse la mano sino el puño, reminiscencia marxista de la que en España se sabía pero que ahora ha sido rescatada por el repóquer rojo comunista que calienta las sillas de la sopa boba, que todo hay que decirlo. De vez en cuando, claro está, la «cosa» tiene que girarse unas vueltas por las tierras canarias, incluso involucrando al jefe del Estado, para demostrar que hay que estar lo mismo en el fin del mundo que acompañando a los llorosos perjudicados de un volcán. Pero eso no es todo, porque cuando se baja del avión que el Estado tiene para uso de mandatarios decentes, es una ironía, se encuentra con que los camioneros se han plantado en mitad de las carreteras del planeta Tierra, para ser más concreto España, reclamando derechos; a estas buenas personas se han unido los pescaderos, los lecheros, los agricultores, los taxistas, los ganaderos, los…

Bueno, es un hecho interestelar que hierve el país pero con estas cosas lo que hay que hacer es asomarse a la televisión para contarle a los españoles que esta nación va bien, que el paro no existe, que el CIS es una institución respetable, que la inflación es un cuento chino (¡ojo con los chinos!), que mientras los técnicos se pierden en averiguaciones para encontrarle una explicación a la PSC2022 existe una realidad mucho más ligera, quiero decir confortable, que tiene alfombra roja para ser pisada por esta cosa galáctica que, sin saber cómo, se nos ha metido en las profundidades, probablemente para que nadie se acuerde de su porte de estadista, tanto como para con-venir no sé dónde un trato de excepción para la península Ibérica. ¡Esa es otra!

Pero aparte los combustibles, y el gas y la electricidad, y los bolsillos de la gente que trabaja, a la cosa le ha caído encima nada menos que la agresión a un país soberano a otro de su clase, y se ve en la necesidad de lidiar este marrón como sabe y puede; que lo sabe, es un decir, que lo puede es otra ironía, que sus escuderos de estudio le traducirán a la hora de acostarse, para que tenga buenos sueños. ¿Y ahí acaba la cosa de la cosa? ¡Más quisiera semejante objeto misterioso vagando por los espacios infinitos! Porque, de pronto, el Sahara hierve. Ese marrón tirando a tierra del desierto, por no decir otra cosa, ha expresado también su malestar por los volantazos continuos del estadista español y con un par se niega a servirle de marioneta en sus paseos espaciales, que para navegar en los aires africanos ya Julio Verne escribió sus cinco semanas en globo.

Estas cuestiones, como casi todo en esta visa, suelen tener un final apoteósico; quiero decir, una mañana todo se viene abajo. Los sabios descubren que el PSC2021 es una expresión cósmica de un agujero negro, que los que mandaban en la Europa de los sueldazos y los protocolos era una falacia, que las agendas programadas son verduras de las eras, como diría nuestro poeta Manrique, que por la cuesta de las Perdices baja otro gallego con retruécano dispuesto a pegarle una patada en el pompi y mandarlo a las cavernas, de donde nunca debió salir. Pero esto es solo para los que entienden de poesía.

Mientras tanto, sigamos a la «cosa» en sus giros y piruetas. Yo, por ejemplo, me subo a la cofa de mi velero bergantín, que no corre sino vuela, y con mis diez cañones por banda me limito a ir del uno al otro confín, a ver si tengo suerte y pronto enfilo al menesteroso sujeto (de la oración) que nos ha llevado al insondable Universo. Esa es la cosa.




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