¿Yo no soy nadie?

Todo el mundo se olvida de mí. No de mí solo, en general de la gente que nacimos antes de la Constitución.


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid (5/DIC/2023). Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

¿Yo no soy nadie?

Todo el mundo se olvida de mí. No de mí solo, en general de la gente que nacimos antes de la Constitución. Es como si España hubiera empezado a existir en el año 1978. Incluso el Rey, en su discurso en la apertura en el Parlamento de la XV legislatura habla de lo mucho que han currado los españoles a partir de dicha fecha. Olvidando los niños de la guerra, de los cuáles ya quedamos pocos.

Olvidan a mis padres que las pasaron canutas para darnos de comer a mi hermana y a mí. Y el esfuerzo de mi padre que intentó levantar el negocio que la guerra le había devastado sin conseguirlo, o los juegos malabares que hicieron –más que Pedro Sánchez para conseguir el asiento de la Moncloa– para que yo estudiara una carrera, lo que tuve que compaginar luego, desde los quince años, con un trabajo. Cosa que hicieron muchas familias, no solo la mía. Después hube de hincar el hombro para ir escalando con esfuerzos un puesto destacado en el que prestar mis servicios.

Como yo, varios miles, es decir, varios millones de españoles que fuimos levantando España. Pues con el brío de no pocos se construyendo los pantanos que nos suministran agua actualmente más los que este gobierno ha destruido; y levantando acererías que también han echado para abajo; y unas atarazanas que se hicieron prestigiosas en el mundo entero; y fábricas de cemento y plantas de hormigón para abastecer toda la construcción que se estaba desarrollando; promocionando fábricas con distintas producciones que han ido cayendo en cantidad...

Y ordenando el campo en grandes parcelas para que fueran productivas; y creando universidades de prestigio que ahora están poco acreditadas pues aparecen situadas en unos lugares muy atrasados en los índices mundiales; y pueblos enteros en los páramos; y un sinfín de empresas, centros culturales, que entregamos a los que nacieron después de la Constitución, razón por la cual ellos pudieron inventarse la libertad de la que yo ya gozaba; la bonanza de una España que estaba en el puesto 8 o 9 del ranking internacional que han dejado resbalar hasta los últimos escalones...

Y con todas las pegas que se le quiera poner, disfrutábamos de un Gobierno que sabía lo que había que hacer, y cómo planificar la labor a desarrollar por cada ministerio, con personas al frente que no eran unos ignorantes–como los ahora pegados a la suela del confuso y mentiroso presidente–, y con capacidad de gestionar lo que tenía entre manos. Con un hincapié exacerbado por acercarse a los países de América hasta dar lustre a la Hispanidad. Y con un crecimiento continuo que iba mejorando la vida de las familias, optimando la vivienda, consiguiendo una segunda casa para el descanso, facilitando la incorporación a la universidad de sus hijos, creando negocios grandes o más pequeños,...

Antes de 1978 vivíamos en España unos cuantos millones de personas que se fueron renovando desde que terminó la guerra, sin renunciar a lo bueno que existía antes, pues no en vano España arrastra una historia desde hace siglos y siempre ha estado en cabeza de la civilización occidental que se basa en Grecia y Roma, y supo adelantarse en la importante aportación del cristianismo.

En todo eso se apoyaron los que nacieron a partir de 1978. Lo tuvieron mucho más fácil que nosotros y no lo supieron aprovechar bien. No hay más que ver cómo ha decrecido España tras el primer empujón; cómo se ha deteriorado con las leyes progresistas de esta camarilla de ignorantes que nos han venido implantando, con maquillajes del comunismo que se consiguió eliminar en el 36 y que nuevamente habrá que demoler, como ya lo ha hecho Europa.

Pues sí, yo nací y he vivido un tiempo distinto durante los «cuarenta» años anteriores a la Constitución, y junto a otra gente reconstruimos España, y la cedimos envuelta en papel celofán para que la aprovecharan lasnuevas generaciones, cosa que no han sabido hacer, empezando por romper la cobertura, motivo por elo que se les ha venido abajo.

Por todo ello deseo que reconozcan que existo, que he existido durante muchos años. Junto con las diferentes generaciones que han ido sustituyéndose a lo largo de los años hasta las actuales en las que están encajados mis nietos y los niños que todavía nacen, escasamente, día tras día.




La Razón de la Proa (LRP) no se hace responsable de las opiniones publicadas, son los autores firmantes los únicos que deben responder de las mismas. LRP tampoco tiene por qué compartir en su totalidad el criterio expuesto. Todos los artículos publicados en LRP se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.
Recibir el boletín de LRP