Suena a gloria

Lo que me suena a gloria, y no he dicho, es la drea que se traen entre sí los diferentes partidos de la izquierda...


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 740 (14/ABR/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín de LRP.​

Suena a gloria

A mí por lo menos me suena a gloria. Casi tan bien como cuando paso por un pueblo de los que todavía hacen cantar a las campanas, ya sea a vuelo por algún hecho significativo, nos anuncien a misa o cualquiera de los toques que controlan con precisión los campaneros. Cosa, la de tener oportunidad de oír el sonido de las campanas, que no es frecuente, pues hace tiempo se dejaron de tañer en no pocos lugares porque las señoras se quejaban de que rompían el dormir de sus niños. ¡Lo que sacan a relucir para suspender una costumbre ancestral que molesta menos que el carro de la basura!

Lo que me suena a gloria, y no he dicho, es la drea que se traen entre sí los diferentes partidos de la izquierda –o ultraizquierda que digo yo– porque todos los caciques quieren ser cabeza de ratón y no cola de león; o sea, que cada quisque se monta su partido político para presentarse a la presidencia del Gobierno de la nación o de la Comunidad Autónoma, en vez de aceptar un modesto puesto en la cola. Como esa chica gallega, Yolanda Díaz, que quiere ser la primera en todo, y ya lo va consiguiendo en cuestión de la moda en el vestir. Y, mirando la cosa hasta sin lupa, es fácil descubrir dónde se aprecia la garantía de que no podrán llegar a ser cabeza de dragón porque ni tienen cosa qué ofrecer, ni se lo saber mostrar, ni está de moda su supuesto progreso, ni cuentan con los encantos que se requiere, ni na de na. Pero a pesar de eso, según me ha parecido leer en algún lugar, en España existen veintitantos partidos políticos de izquierda –o ultraizquierda, caso de no considerar a sus partícipes como tontos– que Yolanda Díaz está tratando, o ya ha conseguido, barrer hasta el felpudo de su puerta con el fin de que la abran y la lleven en volandas y vestida de princesa, a lo Blancanieves, a la Jefatura del Gobierno –¿es esa la que por fin quiere?–. Y este rebujo de siglas tira las piedras contra el más encrespado Podemos que hasta hoy había que considerar el líder de la izquierda –y de la ultraizquierda mentirosa y capitalista– dentro de los que aspiran a cabeza de león, aunque se van quedando sin pelos, con unas chicas que no saben por dónde andan y que tienen cambiado el buen olfato para conseguir la comida de sus churumbeles como hacen las buenas leonas.

Y se les ve cómo, de forma más bien miserable, se pegan puñaladas entre ellos, quieren robarse a la gente haciendo trampas como si jugaran a la polilla tramposa, insultando sin misericordia a los de la oposición que sin tanta alharaca los va ganando el terreno. No saben obrar con inteligencia, no saben hablar con soltura, no saben echar mano simplemente de un chisme para salir airosos; eso aunque hablen mucho y tengan un logopeda que les diga qué tienen que decir y cómo decirlo. A tenor con esta opinión, recuerdo que, en cierta ocasión, en un seminario al que asistí hace un montón de años, dos amigos de Juan Van-Halen y míos, mantenían posturas distinta sobre un tema bastante abrupto. Uno de ellos, el más pequeño y muy inteligente, le soltó al otro, más orondo y con la sesera también muy bien ordenada, si no recuerdo mal, «lo que a ti te pasa es que no andas bien por ese camino...». El maligno aprovechaba la cojera del otro para tratar de echarle de la discusión. Y lo consiguió. Hubo un silencio sepulcral, y se acabó la disputa. Ambos eran figuras destacadas en la Administración española.

En esas nos encontramos. De una parte, todos quieren ser cabeza de ratón, la ambición los puede, y se pelean entre ellos con malas mañas, sin olvidar utilizar insultos y todo tipo de trampas con el opuesto. Por su parte, los de enfrente, que quieren lo mismo, son más moderados en la forma de hablar, de conseguir amigos, con ofertas más sencillas y comprensibles, más tradicionales aunque también traigan alguna novedad que otra, y, creemos, no tratan de engañar a nadie, sin aparente empeño en romper lo habitual aunque consideren habrá que hacer alguna limpieza sobre la basura introducida últimamente.

Evidentemente cada uno de nosotros tenemos puntos de vista propios y nos gustan o no lo que unos u otros ofrecen. A mí, sin rezar de la misma forma el padrenuestro, prefiero los segundos a los primeros; y luego se verá. Es mejor esta apuesta que la contraria.




La Razón de la Proa (LRP) no se hace responsable de las opiniones publicadas, son los autores firmantes los únicos que deben responder de las mismas. LRP tampoco tiene por qué compartir en su totalidad el criterio de los colaboradores. Todos los artículos publicados en LRP se pueden reproducir libremente siempre que se indique su procedencia.
Recibir el boletín de LRP