Estoy asustado... pero sin miedo

¿Qué hacemos con esta gente? Al menos habrá que echarlos.


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid (5/MAR/2024). Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

cabecera-mentidero-1280x300-V14bis
Estoy asustado... pero sin miedo

Según lo que se va leyendo, a uno se le ponen los pelos de punta. ¡Qué barbaridad lo que está saliendo de los buenos salones del progresismo! ¿Es ese el progresismo fundamental que persiguen? ¿Ese el que están tan interesados en endilgarnos? ¿El que tanto unos como otros, Pedro, Yolanda, Iglesias o Errejón –por poner un ejemplo– andan ofreciendo día y noche? ¿Acaso nos quieren enseñar y demostrar cómo van unidos las ofertas de Gramsci al progresismo de desvalijar la casa de todos que es el Estado?

Uno ha pensado siempre que en determinados estamentos los pecados se cometían con cierta discreción, sin juntarse en grupos para disfrutar de lo que fuera. Pero, al parecer, los que se aparean para subir a toda prisa las escaleras que conducen al nirvana del poder no tienen problema en darse un pechugón con el fin de colocarse ciegos de droga en sus diferentes modalidades; una comilona para tomar en compañía alcohol hasta perder el sentido; zamparse sustanciales mariscadas a discreción en las que casi se adjudican los billetes de 500 euros junto con las langostas, las ostras, los centollos o las vieiras; coincidir en encuentros en los puticlubs en orgias variadas y sin límite; y sabe Dios qué más especialidades tienen repartidas por ahí cada cartel o monopolio.

Hace nada que se han levantado las cortinas y los telones para descubrir la función que vienen representando el PSOE y algunos de sus amigos. Aunque ya se sabía. Hay gente que hace colección de los trapicheos de otras gentes por aquello que pueda pasar,... Y de no mucho para acá esos papeles aparecen por todas partes. Por los tribunales de justicia, por la prensa, por los mentideros como el nuestro. Poco a poco van brotando; aparecen los que, retratando su bondad, transforman sus caras de piedra en caras de niños y, como defensa propia, tratan de colgar los sanbenitos a los demás; y aseguran que «la lucha contra la corrupción ha de ser implacable, venga de donde venga y caiga quien caiga», con lo cual se limpian de todas las trampas que ha ido poniendo a lo largo de los años, de toda la raspiñas de diferentes modelos que ha ido levantando día a día, de cuantas expoliaciones ha tenido a mano porque las ha provocado o le han caído por sorpresa; incluso algo hará cuando llegue a casa y pregunte a Begoña, como el que no quiere la cosa, con quién se ha reunido ese día y que acuerdos ha conseguido.

Puede que esté asustado por lo que se nos viene encima. Mas pienso que, gracias a Dios, se acerca el momento de poner a cada quien en su sitio, sustituyendo las manos sucias por otras que puedan arreglar todos los desmanes que se han producido durante este tiempo pasado, volviendo al buen camino. Porque, da la sensación, hay mucho que limpiar. Y caerán personajes como Puigdemont quien, además de lo que tiene pendiente que esperamos no se lo levanten por nada del mundo, el Supremo le abre una causa por delito de terrorismo en el tsunami que montaron en Cataluña; siendo ésta una comunidad que habrá que lijar en profundidad para dejarla como todas las demás de España. Y con la misma lija o echando mano de una garlopa si hace falta, será preciso actuar de forma parecida con las demás comunidades que andan soñando en malaventuras.

Porque hay que cabalgar a galope tendido con el propósito de levantar el hundimiento en el que se encuentra la economía española; reduciendo el gasto que anda por los limbos; ajustando el empleo público a lo útil y necesario; controlando la fiscalidad con justicia; y reajustando la Seguridad Social que ha sido abandonada. Para lo cual será preciso poner buenos profesionales al frente de cada capítulo, a ser posible salidos de los mismos departamentos donde se ha de actuar. Sin olvidar toda la otra tela que hay cortar y que se ha repartido a discreción manchando calles, viviendas, locales públicos, estando muy asentada en la administración del Estado. Empezando por la labor que ha de ejecutar el poder judicial.

Sin olvidar que será de justicia tratar de recuperar, por los medios que sean, el dinero que se ha sustraido a las arcas públicas, depositado en bancos donde se puede esconder lo que no se debe, en cajas fuertes de las casas personales, en inversiones difíciles de localizar, etcétera.