Españoles en el exilio

De Juan Carlos I se han dicho muchas cosas, y como yo no sé si son verdad, admito que se ha pasado de rosca.


​​Publicado en la revista El mentidero de la Villa de Madrid núm. 778 (29/JUL/2023), continuadora de Desde la Puerta del Sol. Ver portada El Mentidero en La Razón de la Proa (LRP) Recibir el boletín de LRP.​

Españoles en el exilio

Aunque es un tema que no me desequilibra mentalmente, ni hace que mi vida se vaya por otro camino, lo cierto es que en más de una ocasión he penado sobre el particular. Me refiero a la inquina que determinada gente del país siente por el rey Juan Carlos I, sin que yo sepa les haya hecho algo que cambiara sus vidas. Es decir, posiblemente si tendrían que agradecerle muchas de las condiciones de vida que tienen hoy día, cosa que no es de poner en paralelo con lo que ha hecho Pedro Sánchez en su contra y en contra de todo lo español, y sin embargo, como unos borregos, lo han botado el pasado día 23 de julio.

La consumidora de prendas de Dior y otras marcas de postín, según comentan, ha soltado esto días la imbecilidad de «Tiene que rendir cuentas ante su país», cuando se viste como lo hace gracias a la aparición de Juan Carlos I. Y en cambio, la citada mentecata se lanza a conquistar, por indicación de Sánchez, a ese cretino de Puigdemont para que le eche una mano con el fin de continuar en la presidencia del Gobierno a pesar de haber hecho tantos descalabros a las normas de convivencia de los españoles, haya abusado de los bienes del Estado que son de todos nosotros, se chulee por el país pisoteando a más de la mitad de sus habitantes, engañe hasta el lucero del alba que seguro no sabe muchos días si tiene que salir o esconderse, pues depende de si Pedro ha cambiado de criterio esa noche.

Tampoco la susodicha Yolanda Díaz hace muchos ascos a andar en saludos y besuqueos con toda la tropa de Cataluña que se quiere separar de España pero beneficiándose de los impuestos pagados por los españoles; ni tampoco con Otegui, el abyecto asesino, directa o indirectamente, de españoles inocentes, amor que la «vicepresidenta», al decir de Pedro, hace extensivo a todo aquél que la pueda servir, aunque sea una pizca, para ir escalando algo de su ambición de saltar –¡nada más!– hasta la presidencia del Gobierno.

De Juan Carlos I se han dicho muchas cosas, y como yo no sé si son verdad, admito que se ha pasado de rosca. Directamente, en su conjunto, no nos ha hecho daños significativos a los españoles. Y sin embargo nos empeñamos en expatriarle, le condenamos al exilio, todo lo contrario a como actuamos respecto a esa muchedumbre de matones y golfos que han cometido tantos desafueros –conocidos hasta por los juzgados y las prostitutas–, dejándolos andar tranquilamente por el país, poniéndolos en unas papeletas para que sean votados, y hasta los designamos para que nos gobiernes. ¡Tiene pelendengues la cosa!

Y al Rey Juan Carlos, que de acuerdo con lo previsto en el correspondiente decreto conserva de forma vitalicia y honorifica el título de rey, el tratamiento de Majestad y honores análogos a los del heredero de la Corona, nos empeñamos en no dejarle entrar en España, ni vivir como un español más, mandándolo a Abu Dabir, allá por los Emiratos Árabes Unidos, en cuyo paraíso seguro que él sabe organizarse estupendamente, aunque teniendo que soportar demasiado calor.

¿Qué el palacio de la Zarzuela-1 no está disponible para él en estos momentos? Estoy convencido de que no le supondrá ninguna quiebra mental buscar un lugar en el que vivir; en un pis pas lo encontrará muy a su gusto. Porque, sin duda, tiene mucho más derecho a vivir en España que un mogote de traidores, insidiosos y perjuros españoles que hasta el momento no han hecho otra cosa que aprovecharse del esfuerzo del resto de los españoles.




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