Despertar vs dormir

2/DIC.- La vida solo se nos revela cuando despertamos. Solo entonces conocemos con Adán la voz del universo. Voz a la que hemos puesto nombre: Dios.


Publicado en la revista Desde la Puerta del Sol núm. 540, de 12 de noviembre de 2021. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa (LRP).

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Despertar vs dormir

Despertar. Por fin… no es fácil.

No sabemos si estamos durmiendo hasta que despertamos. Y hay tanto durmiente en esta vida; durmientes que jamás han vivido la experiencia de levantarse (bíblicamente hablando resucitar), para escuchar la armonía del universo donde todos somos uno:

Por esta razón dice: Despierta, tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te alumbrará Cristo (Ef 5,14).

Ver, por primera vez la luz, es retrotraerse al momento primigenio de la humanidad donde al despertar se reconoce que antes solo había oscuridad. «Y dijo Dios hágase la luz» (Gn 1,3). Así comienza la historia de nuestra tradición. La historia de nuestra vida. La vida existía previamente, pero la humanidad, en la oscuridad, se encontraba muerta.

Adán pudo entonces conocer a Eva (Gn 4,1), antes y durante miles de años, aunque convivía con ella, no era consciente de esta hermosa compañía, carne de su carne. Nuestra tradición nos explica el misterio de la vida a través de estas y otras míticas escenas del libro del Génesis.

Y ahora, en el siglo XXI, cuántos seres humanos, al margen de sus particulares creencias, continúan (continuamos), sin haber salido de la oscuridad, es decir, sin conocer, gracias a la luz, el universo del que formamos parte.

Así la vida pasa ante nosotros sin verla. Como el pez que busca el agua y muere sin encontrarla… La vida solo se nos revela cuando despertamos. Solo entonces conocemos con Adán la voz del universo. Voz a la que hemos puesto nombre: Dios.

La vida no es respirar, sino saber que respiramos y sentir cómo el aire que entra en nuestros pulmones, aunque no lo vemos, está ahí, dándonos la energía (Ruah), desde el instante de cada personal nacimiento y a la espera de animar, como en aquellos tiempos, eso que llamamos ánima.

Todo ese misterio al humanizarlo tiene un nombre dentro de nuestra tradición: Cristo. Él es la vida que vence a la muerte. Él, que estando en todos, nos llama a despertar para individualizarnos aquí y ahora, en nuestro tiempo; tiempo en donde la muerte nos aprisiona sin permitirnos salir del sopor del sueño profundo en el que estamos inmersos.

Qué pena, pasar por la vida, sin vivirla, sin conocerla, sin escucharla (Shemá Israel). El Universo se abrió a la comprensión del creyente cuando despertó en aquella noche de los tiempos en la que, hoy algunos, todavía no han (no hemos) llegado.



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