Uno de aquellos que votamos 'no'

Era miércoles 6 de diciembre de 1978. Hubo un referéndum, ese sí, legal, para ratificar la Constitución.


​Publicado en Gaceta de la Fund. José Antonio (FJA), de enero de 2024. Ver portada de Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

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Uno de aquellos que votamos 'no'

Era miércoles 6 de diciembre de 1978. Hubo un referéndum, ese sí, legal, para ratificar la Constitución. Y lo hizo afirmativamente el 91% de los votos emitidos. Entre el 8% de votos negativos estuvo el mío, y no me arrepiento de ello. Naturalmente, en cualquier norma (y esta es la de mayor rango, dentro de las humanas), hay cuestiones con las que no estamos plenamente de acuerdo, pero que son aceptadas y acatadas en una ordenada concurrencia de criterios. Y en el texto constitucional, en sus 169 artículos y en las disposiciones transitorias existen numerosas cuestiones que no satisfacen plenamente a todos los españoles pero que, en aras de la coexistencia, y mejor, de la convivencia, cumplimos y respetamos. Sin embargo existen algunas ”líneas rojas” que, para mí, fueron –y son– inasumibles.

Ya en el artículo 2º, tras afirmar que «la Nación española es, Patria común e indivisible de todos los españoles…», surge una grave contradicción al garantizar «la autonomía de las nacionalidades». Y lo es porque ese concepto es referido a “nación”, y las naciones son, esencialmente soberanas de su destino… ¡No lo pude aceptar! Resulta evidente que, cuarenta y cinco años después, la unidad de la Patria está en grave peligro, acosada por secesionismos arcaicos revividos,

En el proceloso ámbito de las comunidades autónomas, el art. 149 detalla las competencias exclusivas del Estado, que va cediendo poco a poco a algunas comunidades. Muchos hemos asumido que el anterior Estado unitario se habría “desconcentrado”, participando las regiones y municipios de una gestión próxima y eficaz, pero con la supervisión del propio Estado para garantizar la igualdad de todos los españoles.

El otro tema (¡otra linea roja!), fue el artículo 15, donde se afirma que «todos tienen derecho a la vida». Recuerdo que el término “todos” fue muy debatido, ya que no incluía a los que aún no eran persona jurídica porque aún no habían nacido. Es indefendible biológicamente la defensa del aborto como “derecho” de la mujer, con la malvada consigna “es mi cuerpo, yo decido”. Porque en su cuerpo hay otro ser humano absolutamente diferente, único, con un código genético distinto al de la madre y al del padre, y tiene pleno derecho a nacer, a desarrollarse, hasta pasar de “ser humano” a “persona”. Y esa cuestión ha llevado a la destrucción, a la muerte a 275 no nacidos cada día, a más de dos millones de seres humanos, a dos millones de nasciturus, a dos millones de futuros españolitos. ¡Constituye un crimen abominable y consentido. No lo pude aceptar!

Resulta evidente que la ausencia de esos dos millones de nonatos nos está arrojando a un verdadero cataclismo demográfico. Debacle que ya no tiene remedio con la población española actual, pues aunque se realizara un intenso programa de ayuda a la maternidad, ya hay pocas mujeres en edad fértil para resolver el grave problema poblacional. Solo queda la esperanza de la buena inmigración hispana.

Creo que no, que no me equivoqué.