Orgullo y holocausto

26/JUN.- Hasta ahora, sentía orgullo por mis personas, instituciones o cosas queridas: mi maravillosa familia, mis ocho amigos eternos, vivos o muertos, mi prometedora ciudad, mi mar, mi humanitaria y reconfortante profesión,...

Al oír el vocablo holocausto, a todos nos viene a la mente –y al corazón– el terrible crimen cometido a millones de judíos, por el mero hecho de serlo, cometido por muchos alemanes en el siglo pasado. Y es preciso hacer una abstracción para asignar dicho horrible vocablo a otros muchos hechos similares producidos a lo largo de la historia. Desde las persecuciones romanas a los cristianos; el atroz exterminio armenio; las fosas de Katyn, Ruanda, con 800.000 asesinados por pugnas tribales, y tantas y tantas atroces matanzas de seres humanos…

Son innumerables los holocaustos sufridos por la humanidad. Y, sin embargo, inevitablemente, al oír el término, siempre nos viene a la memoria la atroz masacre de los judíos… Tanto es así que ya no es preciso completar la expresión holocausto con judío, porque el gran poder del movimiento sionista e israelita mundial, pujante en USA, ha logrado tornar un concepto genérico (holocausto) en un nombre propio, exclusivo, definitorio.

Por otro lado, también, hasta ahora, personalmente sentía orgullo (cierta vanidad) por mis personas, instituciones o cosas queridas: mi maravillosa familia, mis ocho amigos eternos, vivos o muertos, mi prometedora ciudad, mi mar, mi humanitaria y reconfortante profesión, mi ideología de síntesis, mi amada e infortunada patria, mi Dios.

Estos días, el también poderosísimo lobby LGTBI, ha logrado pasar de pertenecer o divulgar a ese grupo de diferentes y legales orientaciones sexuales que todos conocíamos como el Orgullo gay a suprimir el neologismo gay y convertir de sustantivo común a hacer sustantivo y nombre propio al vocablo orgullo . Todos los periódicos, las emisoras de radio y TV, los comentaristas resumen todos los actos, los desfiles en “el Orgullo”.

Para los que no formamos parte del colectivo LGTBI (93% de la población española), ya no es fácil sentirse orgullosos de otras cosas (como las que he mencionado) sin que se nos incluya –involuntariamente– en ese colectivo.

Al menos, mientras pertenecer al lobby LGTBI no sea obligatorio.




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