Hoy me invitaron a participar de un congreso de relaciones internacionales organizado por la universidad de Tandil, donde tuve que aguantarme durante media hora la perorata de un profesor que no paraba de hablar de todos y todas, de trabajadores y trabajadoras y así siguió con una exposición que no tuvo ningún tema ni objeto, solo una exhortación a ser buenos.

Cuando me tocó el turno les dije que si estamos en un congreso de relaciones internacionales lo primero que tiene que saber es que la primera batalla que se pierde es «la batalla semántica», así que hablar de todos y todas en un congreso como este es una estupidez. Porque es una depreciación del castellano y un destrato a nosotros a los que «hablándonos así» nos tratan de oligofrénicos, al que hay que repetirle los sustantivos en los dos géneros para que comprendamos.

Y si hablan así para incluir a la mujer es faltarle es respeto a la mujer pues lo que hay que lograr es respetar a la mujer por ella misma y no con retruécanos de la lengua. La situación de la mujer, gracias a las luchas recientes ha sido ya visibilizada, tenemos que pasar a valorarla por sus méritos propios y no reducirla a un cupo, que es lo mismo que reducirla a una cantidad. La mujer como el varón valen por su calidad personal.

Les dije que era un mal comienzo de un congreso que se precie de ser sobre relaciones internacionales. Y que si seguían en eso tono se va a confirmar que lo único que salió de Tandil fue Macri y la Piedra movediza.

¡Cortalo! ¡Cortalo! Se escuchó la voz ansiosa de un policía del pensamiento.

Así terminó mi participación en este mal alado congreso.

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