SEMBLANZAS

Yo tenía un camarada…

Querido José María todavía 'tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero'. Compañero en la tarea española y camarada, 'entre todos el mejor'.


​Publicado en Gaceta de la Fund. José Antonio (FJA), de abril de 2024. Ver portada de Gaceta FJA en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

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El texto de "la flor y la espiga" corresponde a una canción, 'Himno del trabajo', de la época en que España debía lanzarse a la tarea reconstructora y de progreso a la que Falange aspiraba. La letra se debe a Tomás Borrás, y fue publicada en el "Cancionero de la O. J." de Asturias.
Yo tenía un camarada…

Yo tenía un camarada…


Que se llamaba (o, mejor, se llama, porque su recuerdo quedará siempre presente) José María García de Tuñón Aza; ovetense orgulloso de su tierra, aunque ⎼todo hay que decirlo⎼ prefería el templado Mediterráneo al frío y arisco Cantábrico para la práctica de su deporte preferido, la natación.

Nacido en 1936, siempre hacía constar que su padre había sido uno de los fundadores de la Falange en Asturias; quizás por este mensaje genético, nuestro José María jamás abdicó de las creencias, ideas y valores de José Antonio Primo de Rivera, el cual había estudiado a conciencia; se había integrado, así, en las tareas de la Fundación José Antonio, cuya presidencia ocupó durante largos años.

Tras una vida profesional en la empresa privada, comenzó una ingente labor como periodista, articulista, investigador y escritor; tengo reseñados hasta trece excelentes obras que uno, como profesor ya jubilado, considera que deberían figurar como fuentes ineludibles en el currículo de todos los estudiantes enamorados de España como quehacer, promesa y vocación. De momento. Muchas de ellas figuran en un lugar destacado en mi biblioteca particular, con su dedicatoria en la primera página. Desde aquel José Antonio y la República, en 1985, hasta Las letras silenciadas, en 2020, todos sus libros son un acopio de erudición y de interés, y confío en que serán reeditados alguna vez.

Como articulista, dirigió y colaboró en numerosos periódicos y, más recientemente, en sitios web de signo inequívocamente azul; apasionado polemista, lo mismo debatía, en pie de igualdad, con señeros historiadores, que se enfrascaba en polémicas ⎼siempre acabadas en amistad y comprensión⎼ con sus camaradas, que dirigía cartas a un párroco que había retirado motu proprio una cruz de los caídos, me imagino que por contemporizar con la corrección política.

Me cupo el honor de conocerlo personalmente y tratarlo en numerosas ocasiones: bajo la cruz del Valle de los Caídos; en congresos, propuestas de manifiestos y seminarios; en interminables conversaciones en la población de Sitges, cuando veraneaba con su esposa en nuestra costa; en Covadonga, donde nos hizo de guía a un grupo de veteranos catalanes; en su Oviedo, a punto de iniciar con mi esposa el Camino Primitivo… Y fue en la capital asturiana cuando, el verano pasado, lo vi por última vez y compartimos, cómo no, preocupaciones y ocupaciones sobre nuestra España. En las llamadas telefónicas, siempre nos preguntábamos mutuamente por nuestros hijos y nietos, orgullosos ambos de esa descendencia que es trascendencia, según decía nuestro común camarada y amigo el gran Enrique de Aguinaga.

Me solicitó que le escribiera el prólogo de su último libro, y allí puse, entre otras cosas merecidas, que mucho lo debemos los joseantonianos a José María; así es, por su intensa labor de investigación en bibliotecas y hemerotecas para escudriñar datos de nuestra particular historia y de toda la historia de España, esas que hoy son olvidadas tergiversadas  o silenciadas por la censura invisible que constantemente planea sobre todos nosotros, sobre todo, sobre quienes osan disentir de las versiones oficiales. No podían faltar, claro está, sus investigaciones sobre los martirologios ovetenses de 1934 y 1936, tan desapercibos para las nuevas generaciones.

Finalizaba yo ese prólogo emulando al buen Gonzalo de Berceo, en solicitud de un vaso de buen vino compartido por el asturiano y este catalán, solo que, atendiendo a las raíces de José María, lo trocaba por una sidriña bien escanciada en algún figón ovetense.

No ha podido ser, y José María me ha fallado esta vez, pues ha fallecido este 20 de marzo de 2024, a sus ochenta y ocho años, quejándose continuamente de su cojera por una operación de cadera que no salió como esperaba. La invitación quedará demorada hasta que nos reencontremos algún día en los Luceros, ante la mirada benévola del Buen Padre Dios, que ya lo habrá acogido en el Paraíso.

Porque, querido José María, como decía nuestro común admirado poeta Miguel Hernández ⎼que, si bien militante en un capo adversario, compartía con nosotros el anhelo por la belleza y por una España mejor⎼, todavía tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero. Compañero en la tarea española y camarada, entre todos el mejor.

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