La Razón de la Proa

LA NUEVA CRÓNICA (20/04/2021)

Paul Preston y José Antonio Primo de Rivera.

Algunos hispanistas ingleses han sostenido opiniones fruto de sus ideas políticas y un poco alejadas de los hechos y causas que han sido tozudas y esclarecedoras en todo lo contrario.

Leer el artículo en su sitio web original (enlaza con La Nueva Crónica).
Autor.- Francisco A. Marqués.

2021-08-24-preston-jose-antonio-1w
Paul Preston y José Antonio Primo de Rivera.

Transcripción del texto:

Paul Preston y José Antonio Primo de Rivera.


Algunos hispanistas ingleses han sostenido opiniones fruto de sus ideas políticas y un poco alejadas de los hechos y causas que han sido tozudas y esclarecedoras en todo lo contrario.

Preston ha manifestado en una entrevista que «a Primo de Rivera no se le puede considerar como víctima, y por tanto, sería mejor devolver sus restos a la familia». Y sigue diciendo:

«Franco ha sido exhumado ya. ¿Cree que Primo de Rivera debería salir del Valle de los Caídos?».
«Respecto a José Antonio Primo de Rivera, por un lado, fue una víctima en el sentido de que murió delante un pelotón de fusilamiento el 20 de noviembre de 1936. Por otro lado, con su retórica de ‘la dialéctica de los puños y de las pistolas’ y por haber propiciado lo que se podría llamar ‘la estrategia de tensión’ en 1935 y en 1936, incluso desde la cárcel después de su arresto el 14 de marzo de 1936, él había contribuido a provocar la guerra de la que fue una víctima. Horrorizado por la guerra, Primo de Rivera evolucionó, como muestra su última entrevista antes de su ejecución, una ejecución que considero un gran error político que le convirtió en mártir. A pesar de su rectificación final, no se le puede considerar como víctima, y por tanto, para poder convertir el Valle de los Caídos en un lugar educativo y/o un museo de la guerra civil española, sería mejor devolver sus restos a su familia».

Preston parece un adalid del enterramiento de la Historia con mayúsculas a favor de lo que persiguen aquellos que no supieron ofrecer a España una solución tranquila, consensuada y racional que parece que José Antonio sí que intentó hasta que se lo quitaron de en medio.

Preston, una vez más, menciona la dialéctica de los puños y las pistolas, cuando no sabe él o lo desea ignorar, que José Antonio utilizó esa expresión en el ardor de un mitin y cuando ya había perdido a más de diecisiete camaradas en asesinatos alevosos de los contrarios y de atentados como el tiroteo que sufrió cerca del Congreso de los Diputados cuando iba en su automóvil y al cual hizo frente saliendo del coche. Eran tiempos muy difíciles para todos y muchos políticos estaban señalados, tanto en el bando socialista como en el nacional, como así lo demuestran los alegatos del famoso suplicatorio sobre José Antonio y otro diputado socialista, la defensa contra el suplicatorio y a favor de José Antonio por parte de Indalecio Prieto con un gran discurso de éste y la traición de las derechas, la CEDA, votando en contra de José Antonio, lo cual supuso su detención y encarcelamiento en Madrid y posterior traslado a la cárcel de Alicante, su procesamiento irregular y el alevoso asesinato por medio del fusilamiento rápido y sin comunicar al Gobierno de la Nación representado por Largo Caballero, el ala radical del PSOE, y la inhibición del gobernador de Alicante, la aquiescencia del Partido Comunista, la influencia de los representantes soviéticos que deseaban su exterminio y la oscura actuación del bando nacional y sus representantes por la inhibición o demora en la liberación de tan valioso tesoro ideológico nacional.

José Antonio fue una víctima en grado extremo por sus ideas y por todo lo que generó a su alrededor, ofreciendo su vida joven y de trayectoria participativa a la emocionante tarea de reconstruir y consolidar una nación desgarrada por odios, ambiciones y proyectos sin norte.

No es el lugar ni la extensión del trabajo para exponer todo lo que el señor Preston creo que no ignora y sí en cambio desea presentarlo de forma sesgada y con el fin de solapar los intereses oscuros que las fuerzas del Frente Popular movieron para terminar con la vida del líder falangista.

No vamos a descubrir que fue un asesinato permitido por el poder político y que constituyó un alivio su desaparición para los intereses de ciertos personajes del bando contrario.

Por eso fue un asesinato importante y notable porque frustra la puesta en marcha de un programa político y que responde a las necesidades del pueblo, de la paz y de la reconstrucción de un país siempre en luchas irrazonables. Por lo tanto José Antonio fue una víctima como tantos otros de uno y otro bando.

Que esté enterrado en un sitio u otro es indiferente siempre y cuando se encuentre al lado de los que dieron la vida por su Patria, de un signo o de otro, que en eso consiste la reconciliación.

En este tiempo en que escribir de la guerra civil supone jugarse la denominación que desee el manipulador de turno no queríamos dejar pasar este momento en que la justicia debe ser el motor de los que queremos que de una vez por todas prevalezca la verdad por encima del sectarismo y la ignominia de la falsedad tan en boga en estos momentos. Y lo deseamos de los dos bandos porque hay páginas llenas de emotividad en el bando republicano también que han sido solapadas y olvidadas, como el caso de Besteiro.

Además de tratar de contribuir, y así lo haremos en futuras intervenciones, a que períodos de la Historia de España que desconoce nuestra juventud, tomen notoriedad para leer páginas gloriosas de nuestro pasado turbulento, acomplejado, vacilante, pero siempre glorioso y contundente en muchos aspectos.

Y uno de ellos es el de los hombres y mujeres de ese período luctuoso del enfrentamiento entre hermanos que comenzó antes del 36, que dejó mucha pena y zozobra, y que algunos hoy intentan resucitar con una inconsciencia de ciudadanos irreverentes con sus antepasados y a los que se les debe respeto y reconocimiento sea cual sea su ideología.