OPINIÓN | MEMORIA

Otra vez la Memoria Histórica

En cierta ocasión, el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, nos recordaba la Ley de la Memoria Histórica reprochando al Gobierno que en programa de televisión ponían a Serrano Suñer como «un simpático e inofensivo señor».

Publicado en Gaceta de la FJA, núm. 348, de septiembre de 2021.
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Otra vez la Memoria Histórica

Otra vez la Memoria Histórica


En cierta ocasión, el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, nos recordaba la Ley de la Memoria Histórica, la que no quiso derogar el PP. Más tarde la nefasta socialista, hoy fuera del Gobierno, Carmen Calvo, la llamó, o quiso llamarla porque yo no sé en estos momentos cómo está el tema, Memoria Democrática que para el caso es lo mismo. Sólo cambia el nombre, pero la cara dura y la desvergüenza de este infame personal que nos gobierna, sigue siendo la misma. Es decir, son los mismos perros con distintos collares.

Dicen que Aitor Esteban es catedrático de Derecho; yo no lo he comprobado, pero será verdad cuando lo dicen. Y dicen igualmente que se afilió al PNV con tan solo 16 años, o sea, era lo que también suelen decir: un niño prodigio. Ahora, ya hecho un señor mayor, un día echó un mitin en el Congreso, donde reprochaba al entonces ministro de Justicia por una serie de un canal de televisión, que al parecer se emitía, juro que yo no la vi, donde, según su escaso cerebro, ponían a Serrano Suñer como «un simpático e inofensivo señor». No seré yo quien defienda a Serrano Suñer a quien no me liga vínculo alguno, pero tampoco sé por qué lo iban a poner de antipático, si no lo era, ni de ser ofensivo (por lo de inofensivo) sin que su señoría haya aportado ninguna prueba de lo contrario.

Aquí todos se quieren marchar de rositas menos los hunos y los hotros que diría el vasco español Miguel de Unamuno. No señor, aquí a pagar todos igual. Hablan de los crímenes franquistas, incluso hablan y escriben que Franco fue un asesino. Oiga usted, y ¿Azaña? Era jefe de Estado cuando se cometieron muchos crímenes. Le voy a dar algunos nombres que a su señoría le sonarán: José Martínez de Velasco; Melquíades Álvarez; Manuel Rico Avello; Ramón Alvarez-Valdés; Rafael Salazar; Jesús Arias de Velasco que antes de asesinarlo asistió al suplicio de sus hijos; Ramiro de Maeztu; Pedro Muñoz Seca; José Calvo Sotelo, etc. De los asesinos nunca más se supo y, que yo sepa, usted no ha pedido que se investigaran esos crímenes. ¿Nunca oyó hablar de las 283 religiosas (digo religiosas) que asesinaron los compañeros de viaje del PNV? No le voy a citar el número de religiosos, que nada tenían que ver con las disputas políticas. Pero permítame que cite el número 34. Estos fueron los sacerdotes y religiosos asesinados durante la Revolución de Asturias, cuando la izquierda se alzó contra un Gobierno democrático –«principio de una guerra civil preventiva», así la calificó Gustavo Bueno aquella Revolución–, que tampoco nada tenían que ver con las reivindicaciones de los que también volaron la Cámara Santa de la Catedral de Oviedo, y quemaron la Universidad, ellos que, precisamente, dicen que han traído la cultura. O sea, que hasta que no llegaron, aquí apenas nadie sabía leer y escribir. usted, Aitor, en ese mitin, no ha pedido responsabilidades históricas a los responsables de aquella Revolución, cuyos nombres no citaré, porque los conoce de sobra. Hasta les han levantado monumentos y sus nombres están en los callejeros de muchas ciudades y pueblos de España.

Ya que cito a la ciudad de Oviedo, me vienen a la memoria los batallones vascos que acudieron en apoyo del frente de Asturias en el ataque a la capital del Principado. ¿Me puede decir qué les habían hecho los asturianos a los vascos? Éstos vinieron a disparar sus armas contra los ovetenses que lo único que hacían era defenderse. Defendían sus familias, sus casas, sus hogares. Y usted, en una lamentable intervención en el Parlamento de esta España nuestra, no ha pedido, que yo sepa, ninguna investigación de lo ocurrido. Menos mal que el teniente coronel Teijeiro, con tropas gallegas, vino en ayuda de los ovetenses y los gudaris no pudieron tomar la ciudad de Oviedo. Por cierto, a ese teniente coronel, pasado los años, le levantaron, en la capital de Asturias, un modesto monumento, pero un alcalde del PP, cuya cabeza no le daba para mucho, mandó retirarlo y en su lugar plantó un árbol, pero no escribió ningún libro. ¡Hay que ser tonto!, lo digo por lo del árbol. Creo que fue Pérez-Reverte quien dijo que en España había más tontos que botellines de cerveza.

Habló usted, Aitor, permítame que sólo lo cite así, aunque no nos conozcamos de nada, de los cadáveres que siguen en las cunetas como si en ellas estuvieran los de un lado, y esto es totalmente falso de toda falsedad. El catedrático de Derecho, José María Serrano, en la apertura de un curso de la Universidad de Oviedo, refiriéndose al catedrático de Derecho Procesal, Francisco Beceña, dijo textualmente:

«Murió asesinado por los revolucionarios y ganó la bienaventuranza por el martirio, el día de la fiesta del Salvador, el 6 de agosto de 1936. Sus pobres despojos humanos, que su triste hermana no ha podido sepultar cristianamente, yacen perdidos en la cumbre de alguna de las montañas de Asturias».

El cuerpo del estudiante a maestro, Antonio González Alonso, natural de un pueblecito asturiano y desde muy joven perteneciente a la Adoración Nocturna, es asesinado el 11 de septiembre de 1936. Su cuerpo jamás apareció. Más tarde sería beatificado junto con otros tres mártires. Tampoco ha aparecido el cuerpo de Andreu Nin, pero usted no se atrevió a decirlo. Ya lo sabe, si hay una segunda vez, quiero decir que si se le presenta una nueva oportunidad diga, sin ningún temor: «¿dónde está el cuerpo de Andreu Nin?». Para este parlamentario vasco solamente existe la ley que a él le interesa. Sin embargo, le aconsejaría que se dejase de tanto populismo, y se preocupara más de lo que interesa a la mayoría de españoles: Patria, justicia y pan.

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