OPINIÓN | ECONOMÍA

La mantequilla y la abrasión en Cataluña.

Se necesitarán décadas para que muchos consumidores en España –el principal mercado de los productos catalanes– retiren el estigma que el intento de golpe de Estado trajo consigo.


Publicado en primicia en el digital El Debate el 19/ENE/2022. Recogido posteriormente, con autorización del autor, por La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín semanal de LRP.

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La mantequilla y la abrasión en Cataluña.

La mantequilla y la abrasión en Cataluña.


En 2005 dos importantes cooperativas españolas crearon la empresa Lactiber para convertirse en interproveedora única de mantequilla de Mercadona, la gran corporación alimentaria de la familia Roig. Estas dos grandes cooperativas que alumbraron la joint venture de Lactiber eran la cooperativa del Valle de los Pedroches, COVAP y la sociedad Iparlat.

La primera agrupaba a 15.000 socios cooperativistas desde su creación en 1959 y daba empleo a 450 personas. La segunda –Iparlat– se fundó como sociedad anónima en 1992 a partir de la integración de diferentes cooperativas y centrales lecheras vascas fundadas en la década de los 60 del siglo XX. Ya en 1996 se había convertido en una corporación que integraba verticalmente casi toda la cadena de valor de la leche una vez que adquirió la planta de embotellado y la red de recogida de Lactaria española. Cuando en 2005 funda Lactiber con COVAP, ya incorporaba a productores cántabros y navarros.

Aparte de su reputación empresarial ¿qué fortaleza tenía la unión de estas dos empresas? Tenía la fortaleza de no solaparse en el territorio. Era la misma fortaleza que guio los primeros procesos de fusión bancaria en España tras la crisis financiera de 2008; las fusiones eran más viables entre entidades que tuvieran una implantación territorial diferente con lo que se evitaba así el cierre de muchas oficinas.

En el caso de las empresas lecheras que cito cada una abarcaba partes muy importantes de los productores españoles que habían supervivido a la nefasta negociación de cuotas lácteas entre España y la Unión Europea. Los cooperativistas eran conscientes de esto y Mercadona, también.

En unos días llega a las librerías Economía del separatismo catalán (Planeta), una obra del economista catalán Ferran Brunet que he tenido la oportunidad de leer con detenimiento. Brunet es profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, una de las más ideologizadas y que también puso su aparato institucional al servicio del separatismo. El economista catalán deja poco lugar para las dudas; el procés ha supuesto una abrasión social y económica que ha dañado duramente además, las relaciones sociales y políticas de Cataluña.

No solo se necesitarán décadas para que muchos consumidores en España –el principal mercado de los productos catalanes– retiren el estigma que el intento de golpe de Estado trajo consigo, sino que mientras dure el recuerdo, las joint ventures con empresas catalanas provocan muchos reparos en el mundo de los negocios que, en definitiva, es el que crea el empleo. La propia Mercadona tuvo que «proteger» con su marca de distribución «Hacendado», la marca propia de la empresa catalana Tarradellas para que la venta de sus pizzas no cayese en picado tras las declaraciones del delegado de la Cámara de Comercio de Osona, Josep Pujadas, ubicando a la propiedad de la marca en el entorno independentista. Aun así, las ventas de la empresa cayeron un 18 por ciento. Mercadona le echó un capote monumental minimizando la marca Tarradellas y poniéndola al mismo nivel de tamaño de letra que la marca Hacendado en el envase de las pizzas.

Las posibilidades de colaboración entre empresas españolas es extraordinaria habida cuenta de la importancia del mercado interior. A veces se necesita que vengan a decírtelo para que te lo tengas que creer como ocurrió a la cooperativa cordobesa y a la empresa láctea del norte de España. A día de hoy Mercadona tiene abiertos 1.600 supermercados y factura 26.000 millones de euros anuales. Pero hay quien se empeña en abrasar el progreso de la sociedad en un corpiño de odio. El libro de Ferrán Brunet es muy revelador. Cuenta verdades sin torturar los datos.




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