Opinión | Control social

El afán de engañar

Según el Diccionario de la Real Academia Española, mentir es: "decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa". Es decir, es una conducta, donde quien la realiza, sabe lo que hace y lo quiere hacer.


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El afán de engañar.


El afán de engañar es propio de individuos sin códigos morales ni éticos. Detrás de una mentira hay mala fe, decir la verdad, es un deber moral y en política también.

Es cada vez más habitual que nuestros gobernantes mientan a la ciudadanía, en definitiva, al contribuyente, qué, mediante sus tributos, financia sus sueldos, gastos de representación, coches oficiales y un lago etcétera de holguras, que ellos mismos se conceden legítimamente adaptando las normas a su conveniencia.

Se sabe, que el binomio política y falsedad, siempre han ido cogidos de la mano a lo largo de la historia, pero actualmente, su frecuencia e intensidad ya sobrepasa la indecencia, ya quedan pocos políticos que no embauquen. Al parecer, a más poder, más mendaces.

Situación que ha llegado a provocar la aparición de organismos privados conocidos como fact-checking (verificación de hechos), dedicados a cotejar la veracidad de aquellas informaciones que políticos y prensa afín exponen al ciudadano de a pie.

Organizaciones como Newtral, Verificat ⎼ambas españolas⎼, o FactCheck.org, PolitiFact, TheFactChecker, entre otras, publican diariamente, en sus páginas web, todas las falsedades aseveradas por los políticos. Tergiversaciones que las fact-checking se encargan de denunciar aportando las evidencias que demuestran la falsedad política y, por ende, la exégesis verdadera. Consultar dichas páginas telemáticas conforta, al poder observar cómo quedan en evidencia los políticos mentirosos, a la vez que indignan al tomar conciencia de la impudicia de quienes nos gobiernan.

Paralelamente a estas organizaciones están apareciendo colectivos especializados en áreas de conocimiento concreto, como médicos, abogados, economistas, historiadores, periodistas, entre otros, que también pugnan por la verdad, al haber detectado que los políticos, o bien sus satélites acólitos, de igual forma mienten en temáticas como: sanidad, historia, derecho, economía, etc.

Si un trabajador es descubierto por mentir reiteradamente en su empresa o si un testigo realiza un falso testimonio en un juicio, la expiación está garantizada. ¿Y en los políticos? ¿A caso tienen licencia para mentir? De hecho, la deleznable imagen que dan algunos gobernantes con sus mentiras o corrupciones, se la trae al pairo. Ellos van a lo que van, por eso están en política.

En definitiva, la pregunta clave es: ¿los españoles debemos tolerar que nos engañen quienes tienen el poder de legislar y decidir sobre nuestras vidas?

La falsedad en boca de los políticos debería tener consecuencias contundentes, como, por ejemplo, su inhabilitación inmediata. No es lógico, ni justo, que el pueblo esté pagando el sueldo y otras prebendas a quienes les engañan a sabiendas y muy probablemente con mala fe. Aunque no perdamos de vista, que la capacidad de legislar una medida como la propuesta, está en manos de ellos, justamente de los que mienten. Y lo más grave es que la mayoría de estas mentiras son creídas por la ciudadanía y difundidas por esta, e incluso, en ocasiones, la credibilidad de la mentira les puede motivar a darle el voto a quien les ha engañado.

¿Qué deben pensar los políticos que mienten, de quienes les vitorean y votan incondicionalmente? La respuesta es simple, muy probablemente en lugar de considerarles personas, entiendan que son Ovis orientalis aries.

Lo expuesto queda ilustrado en un fragmento del guion de la película La caza al Octubre Rojodel director John McTiernan, cuando el protagonista dice: Ryan, soy un político, lo que me convierte en mezquino y mentiroso. Si no estoy besando a un niño, le estoy robando sus caramelos.