OPINIÓN

La democracia totalitaria

Publicado en “Desde mi campanario", 14 de mayo de 2019.

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La democracia totalitaria

En la sociedad española actual es popularmente aceptado, aun siendo falso, el axioma que sostiene que la democracia es lo contrario al totalitarismo.

  • Tal falsa creencia se resumen en el binomio república frente a fascismo, identificando la república como gobierno democrático y al fascismo como el gobierno de uno (el dictador) o si acaso de unos pocos (oligarcas).

Sin embargo la realidad es otra muy diferente.

  • Y es que tal como sostenía Aristóteles y como maravillosamente pulió Santo Tomás de Aquino, solo existen tres formas de Gobierno buenas: la monarquía, la aristocracia y la democracia. Estas formas buenas pueden corromperse, y entonces surgen las formas malas: tiranía, oligarquía y demagogia.

Aunque aparentemente de estas definiciones clásicas esté ausente el término autoritarismo, no es así, pues precisamente el autoritarismo es el elemento clave que lleva a la corrupción de las tres formas buenas de gobierno.

  • Y es que si las tres dichas formas lo son de gobierno, es decir, formas de seleccionar quien ejerce el poder sobre una comunidad política; el autoritarismo es el modo en que se ejerce ese gobierno, y el mal ejercicio del poder se puede dar, y de hecho históricamente se ha dado, en las tres formas de gobierno.

Por eso el elemento clave para saber si España es buenamente gobernada o en cambio lo es malamente, es definir qué sea totalitarismo, lo que supone establecer previamente que sea el gobierno político.

  • Ello llevaría el presente artículo a una extensión desmesurada, por lo que abordaremos la cuestión de manera más bien descriptiva.
  • Y es que en las formas buenas de gobierno aquel o aquellos que ejercen el poder se limitan a tomar (y por tanto a imponer a los gobernados) decisiones políticas; mientras que el totalitarismo supone ejercer el poder no para la toma de decisiones políticas, sino para invadir ámbitos vedados al debate político.
  • Así el totalitarismo somete a sus decisiones el ámbito moral y la totalidad de la vida social, intelectual y económica.

Sin duda, por ello, podemos definir la actual situación española como la propia de una democracia totalitaria.

  • Y ello en tanto en cuanto desde el poder se nos pretende imponer una «pseudoética» variable y acomodaticia de su propia creación; se pretende acabar con la autoridad familiar de forma tal que sea el poder que determine qué debe enseñarse y que no a los menores de edad; se dirige la economía (micro y macro) a través del establecimiento de impuestos que no son votados directamente por los ciudadanos (cosa que sí hacían estos en las Cortes tradicionales de la Cristiandad), y que por tanto distorsionan la libre iniciativa; y finalmente, entre otras muchas cosas, a través de la sanción administrativa se sanciona la difusión de determinadas obras intelectuales o se prohíben determinadas investigaciones científicas, o se impiden determinadas manifestaciones religiosas o la proclamación de la Verdad.

Así, por ejemplo, se sanciona a quien sostenga que el ejercicio de la homosexualidad es inmoral; se sanciona a quien pretenda realizar investigaciones científicas sobre las diferencias orgánicas o estructurales de los dos sexos; se penaliza a quien no comulgue con la ideología de género, cuyo dogma establece que no existen dos sexos, sino que solo existen géneros, y tantos géneros como cada cual quiera; y se permite que cada cual tome la decisión de si la vida humana (la suya propia o la de otro ser ajeno a él) debe continuar o no.

  • Y en fin, la administración es quien impone los contenidos académicos en todos los niveles de estudio; la administración es quien se autolegitima para determinar si unos padres ejercen o no correctamente sus deberes naturales de custodia, reservándose el derecho a arrebatarles arbitrariamente a sus hijos; y el poder político, por último, haciendo abstracción de toda norma ética ajena a sí mismo, otorga a los ciudadanos la capacidad de elegir cuándo y cómo terminar con su propia vida (a través de la legalización de la eutanasia) y con la vida ajena ( a través de la legalización del aborto).

Todo ello nos lleva a concluir que, en efecto, estamos ante un ejercicio totalitario del poder.

  • Por ello, aquellos que aún aman la Verdad, la Bondad y la Belleza deben organizarse para defender la sociedad política frente a este totalitarismo desenfrenado.
  • Y no sería mala cosa, para ello, asistir el próximo mes de junio a la celebración del centenario de la Consagración Oficial de España al Sagrado Corazón de Jesús. Pues al fin y al cabo, el reconocimiento de la Soberanía Social de Jesucristo es el paso imprescindible para desalojar al totalitarismo de los gobiernos occidentales; y ello por cuanto todo totalitarismo se funda en no reconocer principios morales naturales, ni la existencia de una verdad objetiva, sustituyendo lo uno y lo otro por los pseudoprincipios éticos que el propio totalitarismo inventa e impone para adormecer la natural sed de justicia que Dios dispuso en el alma humana.