Memoria

Los niños y la música marcial.

La fotografía fue tomada en los alrededores de la ciudad de Barcelona, en Pedralbes, el día de "dijous gras" (el jueves lardero) del año 1900. Los “batallones infantiles”, por aquellos tiempos, eran una realidad en todas las ciudades importantes de España. La imagen añadida de la derecha representa al tambor del Bruch.

Viendo el comportamiento ejemplar de los cornetas, trompetas y tambores de menor edad en el campo de batalla, los gobernantes de distintos países, incluida España, decidieron crear asociaciones en las que a los niños se les diese una formación militar.


Artículo publicado en la revista Cuadernos de Encuentro, de Primavera de 2021. Ver portada de Cuadernos en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

Los niños y la música marcial.


En todas las épocas y lugares del mundo los niños han jugado a ser soldados, para ello los de la postguerra de 1936-1939, que en términos generales carecíamos de las cocas más elementales, nos las ingeniábamos para construir nuestros propios juguetes relacionados con la milicia y con la guerra, como por ejemplo espadas, escudos y soldados de papel.

Musicalmente los temas y motivos guerreros y militares fueron incorporados a los cancioneros infantiles de corro, del juego de la cuerda y extraídos en parte de los romanceros o historias más o menos fabuladas. De todas estas canciones las de corro son las más conocidas, entre ellas: Arroyo claro, Tengo una muñeca, Al corro de la patata. De tema o evocación militar: La espada de este cadete, las canciones de Mambrú y Quisiera ser tan alta como la Luna que dice así:

Quisiera ser tan alta
como la Luna
¡ay, ay!
para ver los soldados
de Cataluña
!ay, ay!
de Cataluña.


De Cataluña vengo
de servir al Rey
!ay, ay!
de servir al Rey
con licencia absoluta
de mi coronel
.

Un personaje inglés al que España le ha dedicado varias canciones infantiles, ha sido el conocido por Mambrú, pero que su verdadero nombre era Juan Churchill, duque de Marlborough. Este ilustre general del Ejército británico ganó batallas en los Países Bajos, Alemania y Francia. En esta última nación se hicieron muy famosas sus hazañas militares, que fueron cantadas en composiciones que a finales del siglo XVIII pasaron a España, donde los niños las aprendieron.

De dichas canciones la más conocida ha sido la de Manbrú se fue a la guerra cuya letra en castellano es esta:

Mambrú se fue a la guerra
mire usted que pena.
Mambrú su fue a la guerra,
no sé cuando vendrá.
Do, re, mi, do, re, fa.

Si vendrá por la Pascua
mire usted que guasa,
si vendrá por la Pascua
o por la Trinidad.
Do, re, mi, do, re, fa
o por la Trinidad


Las guerras y campañas de Marruecos


Todas ellas dieron lugar y forma a múltiples composiciones musicales y poéticas, las victorias y derrotas de nuestros Ejércitos en la denominada Guerra de África de 1859-1860 y más concretamente la del Rif y la Yebala de 1909-1927. El descalabro sufrido por los soldados españoles en el denominado Barranco del Lobo, inspiró aquella canción que se entonaba en los corros infantiles con esta letra:

En el Barranco del Lobo
hay una fuente que mana
sangre de los españoles
que murieron por la Patria.

Pobrecitas madres
cuanto llorarán
al ver que sus hijos
que a la guerra van
.

Además de las canciones sobre guerras y hazañas bélicas, también los niños han entonado coplas sobre la vida cotidiana del soldado utilizando líneas melódicas de los Toques de Ordenanza como por ejemplo el de Diana cuya letra original puesta por los propios soldados debió de ser esta:

Quinto levanta
tira de la manta,
quinto levanta,
tira del mantón,
que viene el sargento
con el cinturón.

Su actualización ha sido esta

Arriba muchachos
que las cuatro son
que viene Níqui
con el batallón
.


El tambor del Bruch.


El primer niño conocido en España que participó sólo en una batalla tocando un instrumento musical, en este caso el tambor, fue el pequeño Isidro Lluca Casanova, pastorcillo de las montañas de Monserrat que popularmente recibió el sobrenombre de Tambor del Bruch. En junio de 1808, unas semanas después de haber comenzado la Guerra de la Independencia de 1808-1814 contra los franceses las tropas de Napoleón que ya estaban en Barcelona decidieron dirigirse a varios pueblos de la comarca para castigar a los paisanos rebeldes que no querían someterse a la autoridad del emperador de los franceses. Un grupo de paisanos civiles, armados con escopetas y trabucos formaron una guerrilla y esperaron a los soldados franceses en el paso del Bruch. Cuando se enfrentaron españoles y franceses, el pequeño Isidro se puso a tocar el tambor con tanta fuerza que su sonido se multiplicó por el eco de las montañas. El estruendo del instrumento hizo creer a los franceses que les atacaba todo un ejército por lo que se dispersaron pudiendo así ser derrotados, gracias a la acción heroica del pastorcillo Isidro que murió al año siguiente, es muy posible que a consecuencia a l citado enfrentamiento bélico.

Después de la Guerra de la Independencia se reorganizó el Ejército español y sus formaciones bandísticas –pífanos, cornetas y tambores, trompetas y en su caso timbales en los cuerpos montados y bandas de música–. Desde su reordenación entraron en los regimientos niños y adolescentes de 14 y 16 años de edad; los primeros en gran parte hijos huérfanos de militares que al ingresar en el Ejército pasaban como educandos a depender de los maestros de banda y músicos mayores (directores de música).

En la historia de los Ejércitos han sido muchos los casos de cornetas y tambores y educandos de música, todos ellos menores de edad o pertenecientes a fuerzas indígenas o tropas especiales, que han realizado actos heroicos en las campanas militares, reflejados en la literatura y en el cine. En la película Gunga Dim, estadounidense de 1939, basada en un poema de Rudyard Kipling, el héroe del film es un indú que aspira sobre todo a ser un soldado profesional del Ejército británico. Desempeña las funciones de corneta de órdenes. Mediante su instrumento libra de una emboscada de un grupo de fanáticos religiosos. Gunga Dim encaramándose a una torre emite el toque de alarma que permite a la columna que se aproxima tomar posiciones y rechazar el incipiente ataque de los rebeldes. Gunga Dim perece bajo el fuego enemigo.

El segundo ejemplo en el campo de batalla lo encontramos en el libro Corazón, de Edmundo de Amicis, que casi todos los niños de mi generación lo leíamos en la escuela. En esta obra se cuenta la historia de un tamborcillo sardo que pierde una pierna por salvar a sus compañeros durante una batalla. El capitán de su compañía que estaba cercada por el enemigo, le ordena que lleve un mensaje al jefe de su regimiento para que le enviase refuerzos. El tamborcillo cumplió la orden pero fue herido por un disparo pero aun así en un supremo esfuerzo entregó el mensaje.

El último ejemplo nos lo dio el trompeta de Ordenes del teniente coronel Fernando Primo de Rivera, jefe del escuadrón de Caballería española en Monte Arruit (Marruecos), durante la guerra que sostuvimos contra los moros rebeldes del Rif. En una de las famosas cargas de Caballería que allí se dieron, antes de iniciar la operación el teniente coronel, al darse cuenta de que su cornetín de órdenes era un niño de 14 años le mandó que se retirase pero el muchacho en vez de hacerlo se mantuvo en su puesto transmitiendo a la tropa las órdenes de su jefe con el sonido de la trompeta. Con ella atada a su cintura y el sable en la mano, murió sobre el caballo como un héroe.

Viendo el comportamiento ejemplar de los cornetas, trompetas y tambores de menor edad en el campo de batalla, los gobernantes de distintos países, incluida España, decidieron crear asociaciones en las que a los niños se les diese una formación militar.