Nuestra memoria

Acerca de la mal llamada 'memoria histórica'

Stanley Payne refiriéndose a la Ley de la Memoria Histórica, «Su objetivo es controlar el discurso político de la historia y del pasado. Crear una historia de la opresión, ser víctimas, el discurso por el victimismo…».


Artículo recuperado de La Razón de la Proa (LRP), publicado el 25/11/2019. Recibir el boletín semanal de LRP (servicio gratuito).

Dice el historiador hispanista estadounidense Stanley Payne, doctor en Historia por la Universidad de Columbia, en una reciente entrevista en el diario La Razón, refiriéndose a la Ley de la Memoria Histórica, que...

  • «Su objetivo es controlar el discurso político de la historia y del pasado. Crear una historia de la opresión, ser víctimas, el discurso por el victimismo. Significa presentar la historia con una sola cara, sin libertad de expresión, de crítica, anular la investigación…».

Hace muchos años que leí por primera vez a Stanley Payne. Fue su libro Historia del fascismo español, editado en 1965 por Ruedo Ibérico que tenía su domicilio en París. Decían por aquellos años que los libros que se prohibían editar en España, algunos de ellos, los publicaba Ruedo Ibérico. No sé si será del todo cierto lo que se contaba. Pero, el ejemplar que adquirí, sin ningún problema, fue en una librería de mi ciudad ovetense.

Años más tarde, 1985 y 1986, la editorial española SARPE, publicó dos ediciones con portadas diferentes. En la contraportada de la edición de 1986 ya se podían leer estas palabras:

«Y es que el periodo anterior a nuestra guerra civil sigue despertando pasiones».

Cierto es: prueba de ello es que aún seguimos después de ochenta años de haberse terminado aquella guerra civil incivil como la calificó Miguel de Unamuno. El que también dijo, poco antes de morir, al falangista Bartolomé Aragón:

«¡Dios no puede volverle la espalda a España ¡España se salvará porque tiene que salvarse!». Dicho esto dobló la cabeza como un Cristo agonizante.

«Manipular la historia es sovietismo y lo hizo Zapatero», declaraba Payne en otra anterior entrevista. Efectivamente, fue Zapatero quien nos trajo la Ley de la Memoria Histórica y que no la derogó Mariano Rajoy cuando tuvo mayoría parlamentaria. Por eso, gracias a la desvergüenza de Zapatero y al miedo de Rajoy, lo que quiere ahora la izquierda, con Sánchez a la cabeza, es imponer una interpretación política de sus hechos históricos. Olvidan lo que ellos defendían en aquella idílica, para algunos, Segunda República.

Todo era, para esa izquierda, puro stalinismo: ¡Vivas a Rusia y a Marx! se oían en los discursos de Largo Caballero. Éste no quería un Gobierno de republicanos solamente: «Si no se cuenta con los socialistas y con la UGT podría haber una guerra civil», dijo en uno de sus discursos.

Por discursos iguales a éste, Payne cree que en la Segunda República faltó el respeto por la ley. Sin embargo, ahora no lo quiere reconocer la izquierda española olvidando que la reconciliación tuvo un nombre: la Transición democrática. Por eso, tantos años después, la izquierda rencorosa decidió recoger el tema de la guerra como arma política. Y en eso siguen. Se hacen los distraídos cuando, por ejemplo, en la madrileña Puerta de Alcalá aparecía los retratos gigantescos de Stalin y otro líderes soviéticos. Ahora para la izquierda en general y Pedro Sánchez en particular, Franco ha representado, y todavía no ha terminado, un arma de propaganda.

Payne reconoció, en una entrevista con el periodista César Cervera, cierto estupor ante las noticias, que ya entonces circulaban en España, sobre el afán del Gobierno por llevar a la actualidad de entonces la figura de alguien fallecido hace más de cuatro décadas. Franco ha permanecido muerto durante todo ese tiempo sin tener, para Sánchez y toda su ralea, la menor importancia los problemas concretos que tiene España en el siglo XXI.

Y es cierto, a Pedro Sánchez solo le importaba la exhumación de los restos de Franco, que consiguió, pero nada le importó de que seamos el país de mayor paro de la zona euro. Ni tan siquiera le importa ahora la unidad de España.

Cuando le preguntan a Payne si cree que la izquierda ha recuperado el lenguaje del Frente Popular para advertir del peligro que representa Cs, PP y Vox, responde:

«Siempre hay en política una tendencia a demonizar a la oposición, a veces de forma extrema y violenta como en la Segunda República. Desde hace 25 años, es algo que la izquierda española llevan haciendo: invocar el miedo a un nuevo fascismo».

Así es. Pero lo que no quieren recordar, por ejemplo, es lo que en un mitin dijo, en la campaña de las elecciones de febrero de 1936, el alcalde de Alicante Lorenzo Carbonell:

«El 16 de febrero no dejéis votar a las beatas ni a las monjas; cuando veáis a alguien que lleve en la mano una candidatura de derechas, cortarle la mano y rompérsela en las narices y se la hacéis comer».

El alcalde negó haberlas pronunciado; pero esas palabras fueron publicadas en el periódico alicantino MÁS porque al parecer las dijo en un mitin en la localidad de El Campello.

No olvidemos ahora la persecución religiosa que sufrió la Iglesia durante la Segunda República: docenas de sacerdotes y frailes asesinados por el odium fidei, y centenares de iglesias fueron pasto del fuego. Y en esto parece quieren seguir:

«¡Vamos a quemar la conferencia Episcopal! ¡El vaticano poder clitoriano! ¡Sacad vuestros rosarios de nuestros ovarios!». Son algunos de los gritos que se oyeron en el asalto a la capilla católica del Campus de Somosaguas. Y nadie, hasta la fecha, ha pedido perdón por esas palabras.

Como no sabemos todavía lo que nos espera, cabría que preguntáramos: ¿Llegarán a prohibir las procesiones durante la Semana Santa? ¿Destruirán las catedrales góticas?