MEMORIA

Oviedo no tuvo su 'Picasso'.

Oviedo fue la única ciudad de España que sufrió los efectos de la dinamita y las bombas, casi dos años seguidos: 1934 y 1936.

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Oviedo no tuvo su 'Picasso'.

Oviedo no tuvo su Picasso


Un reciente artículo de la periodista Edurne Uriarte, publicado en el nuevo diario digital El Debate, titulado La memoria sectaria, me hizo recordar el reportaje, que hace tiempo el diario El País dedicó a la Legión Cóndor alemana donde su autor, Jacinto Antón, intentaba darnos una lección, sin aportarnos fuentes lo suficientemente creíbles, de lo que representó en la guerra civil española  aquella ayuda alemana. Hace hincapié en el bombardeo de Guernica que pasará a la Historia como uno de los ejemplos más claros de cómo puede la propaganda, de manera sectaria, cambiar el sentido de los sucesos reales y la memoria, como muy bien apunta la periodista. El autor del reportaje llega a decir que las escuadrillas de Ju-52 lanzaron cuarenta toneladas de bombas explosivas e incendiarias. No soy un entendido en bombardeos de aviación, pero me parece una enorme exageración. Si algún experto desea aclarar que sí es, en el tema que nos ocupa, lanzar ese número de toneladas de bombas, le quedaría muy agradecido pudiera demostrarlo.

De lo que había pasado en Guernica algún conocimiento teníamos. Hace mucho tiempo que había finalizado la lectura del libro de Jesús Salas Larrazabal escrito en 1987, que tituló Guernica. Ríos de tinta corrieron sobre las bombas, lanzadas por los aviones de la Legión Cóndor, que cayeron sobre esa localidad vasca el 26 de abril de 1937. La gran mayoría de las informaciones, siguiendo la enorme propaganda de la República, exageraron sobre el número de víctimas humanas que había producido el bombardeo, llegando a barajarse cerca de los dos millares. Sin embargo, un riguroso estudio de Salas Larrazabal llega, en un máximo exceso, a dar la cifra de 120 muertos. Por otro lado, que el nombre de Guernica haya ingresado en la historia como sinónimo del terror fascista, se debe, principalmente, a Pablo Picasso. Éste no pintó su cuadro impactado por el horror. En realidad, recogió unos apuntes realizados anteriormente en un cuadro que iba a presentar en la Exposición Mundial de París de 1937 ya que si hubiera tratado de pintar sobre el bombardeo tendría, lógicamente, que haber mostrado aviones y bombas; pero Picasso sólo pintó un toro, un caballo y una mujer, lo que ha dado motivo a que algunos historiadores preguntaran: ¿Qué tiene que ver eso con Guernica?.

Sin embargo, Jacinto Antón que tanto empeño ha puesto para escribir sobre la Legión Cóndor, al que tiene todo su derecho, no cita otros bombardeos, como el que ocurrió, por ejemplo, en la capital del Principado de Asturias. Por eso siempre digo, cuando se presenta la ocasión, que a Oviedo le faltó su Picasso, porque cuando tuvo lugar la tragedia que produjeron las bombas de la aviación republicana, 150 ovetenses se encontraban en los sótanos de un edificio de una de las calles de la capital asturiana que servía de refugio, donde cayó la bomba asesina, y que, como escribió Larrazabal, 120 perdieron la vida aquel día –coincidencia con el número de muertos de Guernica–. Aquella tragedia la pudo recordar, el único superviviente que hubo, al periódico La Nueva España el 21 de septiembre de 2010; pero ya había hecho alusión a ese triste episodio el también periódico ovetense Región, en el editorial que publicó el 26 de octubre de 1976. El testigo de esa matanza fue José Manuel García Peruyera. Contó que el 10 de septiembre de 1936 perdió a su madre, María Luisa, sus hermanos gemelos, Miguel Ángel y Luis y a sus tías Ángeles y Eloína. José Manuel, que sólo contaba 8 años y que se encontraba en el refugio momentos antes de que cayera la bomba criminal. Pudo salvarse y ahora contarlo, porque su madre le había encargado ir a la farmacia más próxima a comprar papilla para sus hermanos.

Y a río revuelto, no faltó Arturo Pérez-Reverte. De este autor había leído todo lo que el tiempo me ha dejado, aunque no siempre he estado de acuerdo con sus planteamientos. Lo último que había leído de él era su libro La guerra civil contada a los jóvenes, y lo cierto fue que me había decepcionado porque tiene varias trampas. No es cuestión ahora de citarlas todas, pero sí copiar el último párrafo que dedica  a lo que pasó en Guernica, según su manera de ver la historia:

«En el país vasco, con autorización del Estado Mayor de Franco y a fin de aterrorizar a la población civil y facilitar así el derrumbe del frente enemigo, la Legión Condor atacó Guernica desde el aire con bombas explosivas e incendiarias, arrasando la ciudad en un ensayo despiadado de lo que después serían las tácticas aéreas nazis en la Segunda Guerra Mundial. La matanza fue terrible. Inspirado en tan atroz episodio, Pablo Picasso pintó en París su famoso cuadro Guernica».

Bien, hasta aquí la fantasía del académico que quiere contar, a su manera, a la juventud sobre lo que pasó en aquella localidad. Sin embargo, no se puede escribir la Historia sin aportar pruebas ni citar fuentes creíbles porque al final hace que esas medias verdades se conviertan todas en mentiras.

Después, aunque Arturo Pérez-Reverte olvida en su libro la cantidad de bombardeos que sufrió la ciudad de Oviedo, no se atreve a dar cifras de muertos que hubo en Guernica, solamente se limitó a escribir «la matanza fue terrible», lo que lleva al lector a pensar que fueron cientos, siguiendo lo que ha escrito la propaganda del Gobierno de la República y sus fanáticos admiradores de aquel régimen que comenzó quemando iglesias y conventos. Pero la verdad ha sido otra, como muy bien ha apuntado Salas Larrazabal. Podíamos  añadir también el estudio realizado por los historiadores de la asociación Gernikazarra, Vicente del Palacio Sánchez y José Ángel Etxaniz Ortuñez, que dan la cifra exacta de 126 fallecidos. La misma cifra que dio la TV pública alemana, según la corresponsal del diario El Mundo, Gemma Casadevall en la edición del 21 de abril de 1998. O los 153 que dio el diario El País en su edición del 22 de abril de 2012 en un artículo firmado por Almudena López. O el estudio profundo de lo que allí ocurrió que hizo el periodista Humberto Unzueta que lo mismo que Salas Larrazabal, da la cifra de 120.

Y ahora permítaseme que finalice este episodio, escribiendo que Oviedo fue la única ciudad de España que sufrió los efectos de la dinamita y las bombas, casi dos años seguidos: 1934 y 1936. Ello fue lo que inspiró al poeta Gerardo Diego un largo poema que daba comienzo con estos versos:

Nunca supe lo que es miedo.
Soy de Oviedo.
Aunque me veis sin diadema
y mútil mi flanco enhiesto,
no supo arrancarme el gesto
esta metralla blasfema.
Ya mi estatura es emblema.
No quiero morir. No puedo.
Soy de Oviedo.
Porque el general Aranda
me dijo: «quieto», aquí estoy,
que si me ordenara: «anda»,
le respondiera: «allá voy».
Y echara a andar por la banda
pasos de piedra y denuedo.
Soy de Oviedo.


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