Editorial

Vía libre para la muerte.

Esta semana pasada se levantó el veto en el Congreso para poder tramitar la futura ley de la eutanasia, otro negacionismo sustentado desde las fuerzas políticas (con la excepción honrosa, en este caso, del Partido Popular y de Vox): la negación de la dignidad del ser humano, de su derecho a que se respete su vida desde su concepción hasta su muerte.

Vía libre para la muerte


Cuando comenzó esta pandemia, inevitablemente, surgieron especulaciones conspiranoicas sobre su origen e intención, entre ellas que se trataba de un ensayo neomaltusiano para reducir la molesta población de los mayores, eliminar votos reaccionarios y, de paso, aliviar el gasto de las pensiones.

Nunca prestamos oído a tamañas insensateces, pues las estimamos como un producto surgido de mentes paranoides y delirantes, más o menos como las actuales corrientes negacionistas, que, en lugar de criticar la ineficacia de las autoridades políticas y sanitarias para hacer frente al virus y la oportunidad de sus medidas, prefieren centrarse en negar la pandemia y su gravedad, haciendo gala de actitudes ferozmente individualistas…y necias.

Pero otro negacionismo es sustentado desde las fuerzas políticas (con la excepción honrosa, en este caso, del Partido Popular y de Vox): la negación de la dignidad del ser humano, de su derecho a que se respete su vida desde su concepción hasta su muerte.

Esta semana pasada se levantó el veto en el Congreso para poder tramitar la futura ley de la eutanasia, como continuación de la sesión del 11 de febrero de este mismo año en la que se tomó en consideración la futura ley, con las enmiendas a la totalidad de los dos grupos mencionados. Así, sus señorías deberán votar sobre el derecho al suicidio, que, entre mil triquiñuelas leguleyas, podrá ser ejercido, no solo por aquellas personas cuyo estado mental les impulse a dejar de vivir, sino por familiares desaprensivos, por médicos que han olvidado el juramento hipocrático o por jueces que se sientan muy progresistas. Pocos medios se hicieron eco de la sesión, y, por supuesto, fincó callada la televisión pública.

La vida del ser humano ya está en manos de las mayorías democráticas, esas que, según el nefasto Rousseau, representaban la voluntad general, que el dotaba del carácter de verdad indiscutible.

Se dejan a un lado los cuidados paliativos, esos que pueden y deben acompañar a un enfermo terminal hasta su muerte natural con dignidad, y se prefiere lo que, en falso eufemismo, se denomina muerte digna, esto es, la eutanasia; a un tiempo, siguen vigentes legalmente las otras medidas, igualmente designadas con eufemismos hipócritas, del derecho a decidir y de la eugenesia, es decir, el aborto y el descarte del feto que puede representar una carga para la sociedad.

Desde el punto de vista religioso, consideramos que la vida nos es dada en usufructo, pero no nos pertenece en exclusiva, pues está en manos de Dios. Desde el punto de vista político, defendemos esos valores eternos, como son la dignidad, la libertad y la integridad de la persona, ser compuesto de alma y cuerpo, frente al desprecio de los mismos de que hace gala esta sociedad materialista e hipercapitalista.

Ya tienen vía libre para la muerte. La futura ley será una excelente cooperadora de la pandemia del Covid-19 que se ha cebado especialmente con los ancianos, considerados como trastos inútiles para esta sociedad del bienestar…


Para saber más: