Editorial

Ni populistas ni románticos.

No concebimos España bajo los esquemas de un nacionalismo decimonónico, en exaltación constante de glorias pasadas, en puro folclore 'de charanga y pandereta'. España es un asunto demasiado serio para estas frivolidades.

Editorial de La Razón de la Proa (LRP) de junio de 2021, recuperado para ser nuevamente publicado en febrero de 2024. Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

Ni populistas ni románticos


A los que nos reconocemos como joseantonianos con conocimiento de causa no nos convence ni atrae lo más mínimo ninguna de las maneras del patrón romántico, ese que, por confiarlo todo en el cambiante mundo del sentimiento y de la espontaneidad, deforma las realidades por sistema y suele engendrar más monstruos que el sueño de la razón goyesco.

Por ello, no concebimos España bajo los esquemas de un nacionalismo decimonónico, en exaltación constante de glorias pasadas, en puro folclore de charanga y pandereta o en su derivación en un patrioterismo estéril de “vivas” y “mueras” o de entusiasmos electoralistas. España es un asunto demasiado serio para estas frivolidades.

Tampoco creemos que exista un espíritu del pueblo español, como una especie de ectoplasma histórico que infunde, porque sí, las actitudes de todos los habitantes de la Nación. Como cualquier otro pueblo de nuestro entorno, puede acertar o equivocarse en sus apreciaciones, desarrollar buenas o malas costumbres o usos, degenerar en el civismo o superarse en momentos críticos, bajo direcciones egregias.

Para que ese pueblo ⎼la sociedad del aquí y ahora, en concreto⎼ consiga esas metas de superación precisa de algunos factores indispensables: a) la educación; b) la aceptación de lo que de positivo tenga la tradición heredada; c) la presencia de minorías conductoras que le guíen por su auctoritas, y d) un afán de innovación y de progreso, sin falsos progresismos. Todo ello se resume en las palabras de Ortega: Un formidable apetito de todas las perfecciones.

Reconozcamos que lo primero ⎼la educación⎼ no ayuda que digamos, sometida a los vaivenes políticos y a la consiguiente ideologización de los contenidos; de lo segundo ⎼la tradición heredada⎼ se ha hecho tábula rasa, por desconocimiento o por sospecha imbuida desde el poder; las minorías conductoras no hacen acto de presencia, por temor o acomplejamiento, en un momento en que priva el igualitarismo; y solo unos cuantos españoles presentan ese afán innovador, pues el resto prefiere la inercia, la subvención o los dictados de la corrección política.

Y, en estos tiempos, para transformar una nación, más que intentar copar las instituciones del Estado, es necesario la operación previa de transformar la sociedad, el pueblo. Tarea ardua en verdad, que requiere una permanente e incansable labor pedagógica, que solo los inasequibles al desaliento son capaces de llevar a cabo.

Desde esta humilde página, inmersa en el combate cultural, tratamos de colaborar para ello. Y lo primero es reconocernos a nosotros mismos, sin torpes actitudes románticas, y actuar en consecuencia. Esta es una misión que merece plenamente (Ortega, d'Ors, José Antonio…) el calificativo de clasicismo, sin tropiezos ni tapujos.