Editorial

Naturaleza humana y política

En el fondo, todos los seres humanos somos iguales, para lo bueno y para la peor, y el marco de la 'globalización' no ayuda precisamente... Por otra parte, la guerra es, desgraciadamente, connatural al hombre, y solo los caminos de la justicia puede garantizar una paz duradera.

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Naturaleza humana y política


El ser humano es proclive, a la vez, de los actos más sublimes y de los más bajos. De estos últimos, destaquemos los promovidos por el afán de poder, por la envidia y por el resentimiento, en suma, por la falta de generosidad. Y, también, por la estupidez.

Todos estos bajos impulsos presentes en la naturaleza humana cobran más importancia cuando el ambiente social y el marco político ayudan a promocionarlos y hacerlos habituales; y esto ocurre cuando las ideologías que se basan en el individualismo se confirman como guías e impregnan a una colectividad de este contravalor de forma predominante; y cuando la propia política (teóricamente, servicio a la colectividad para su buen gobierno) viene incrustada en los estrechos límites de la democracia liberal y del neocapitalismo globalizado.

Alguien dijo que desmontar el capitalismo es una alta tarea moral, no solo un planteamiento revolucionario en lo económico; a estas alturas de la historia, sabemos que la tarea de desmontar un sistema económico como el existente en algo complejo (tienen aquí la palabra los economistas), por lo que preferimos utilizar la idea de rectificar lo existente, en búsqueda, no menos revolucionaria, de mayores cotas de justicia social y de libertad. Pero permanece intacta la exigencia moral de no aceptar las pautas que condicionan la marcha del mundo en nuestros días. Por ello, elegimos el camino de la crítica y del disenso, aunque esta postura nos lleve a permanecer fuera del ruedo político.

Se trata, en todo caso, de un imperativo ético como valor esencial del pensamiento joseantoniano, que va unido al imperativo poético del modo de ser que nos caracteriza. Por uno y otro motivo, estamos lejos de sentirnos como pez en el agua en este marco actual, donde lo más bajo y ruin de la naturaleza humana priva sobre las posibilidades de estar a la altura de la dignidad, que es el primer valor eterno e intangible que nos acompaña.

Todas estas reflexiones vienen a cuento ━como el lector habrá adivinado━ de la implosión de las cúpulas de poder del partido de la oposición al gobierno que rige (es un decir), los destinos de España. En su día, también implosionó el partido ahora gobernante, y casi por los mismos motivos éticos.

Y ━por qué no━ de la confusa situación internacional, en la que el polvorín ucraniano ha resucitado la vieja dialéctica Occidente-Oriente que creíamos felizmente superada, y esta vez con el concurso del gigante asiático en la sombra. La guerra ha comenzado, no sorpresivamente, y nos ha sugerido añadir otra característica negativa de la naturaleza humana: la hipocresía. En efecto, ¿es que había dejado de haber guerras en diferentes partes del mundo? Pero ahora están en juego las fuentes de energía y la preponderancia internacional.

Por otra parte ━elemento chusco de esta triste conflagración, llamada eufemísticamente crisis━, es que, tanto rusos como ucranianos, se acudan mutuamente de ¡fascistas! ¡Pues si que ha dado juego la palabreja desde que se incluyó en el Diccionario Soviético en la década de los años 20 del siglo pasado!

Y es que, en el fondo, todos los seres humanos somos iguales, para lo bueno y para la peor, y el marco de la globalización no ayuda precisamente… Por otra parte, la guerra es, desgraciadamente, connatural al hombre, y solo los caminos de la justicia ━aquel derecho internacional creado por la Escuela de Salamanca━ puede garantizar una paz duradera.

Esperemos un pronto desenlace pacífico para estas circunstancias, la nacional y la internacional. De momento, siguen predominando las atmósferas turbias en todas las latitudes. Nosotros preferimos, en nuestra modestia, pero con unas fuertes convicciones arraigadas, estar al aire libre, bajo la noche clara y en lo alto las estrellas, que son las que guían, como sabemos, el derrotero de las proas.