Editorial

El morbo de la política.

Los legisladores penetran una y otra vez en la vida de las personas, regulando hasta el último detalle, no solo de la convivencia ⎼que sería oportuno⎼, sino de la intimidad: vidas y haciendas, hijos y parientes, todo es política..

Editorial de La Razón de la Proa (LRP) de abril de 2021, recuperado para ser nuevamente publicado en enero de 2024. Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

El morbo de la política


Como sabemos, la palabra morbo quiere decir realmente enfermedad, y no curiosidad malévola hacia lo truculento. Y hay que reconocer que nuestra sociedad viene adoleciendo de un padecimiento generalizado, ⎼agudizado el momento de crisis o de elecciones⎼ que puede denominarse politización, y que viene dado por la preeminencia casi absoluta del partidismo como rector de la convivencia.

Ya sabemos que el ser humano es un animal político, al decir de Aristóteles, pero en el sentido de ser social por naturaleza; y que política viene de polis, la ciudad-estado de la Hélade, pero en clara referencia a los asuntos públicos, con clara distinción de los privados, esfera en la que no hubiera osado entremeterse ningún gobernante.

La vida íntima de las personas, su inclinación a buscar pareja y a formar una familia, el propio ámbito familiar, sus aficiones en el tiempo de ocio, su inclinación a asociarse, sus hábitos de salud, sus convicciones profundas en lo moral y lo religioso, en una palabra, su libertad…, todo ello queda al margen de la esfera política en tanto no interfiera en la vida colectiva y requiera una coordinación para que nadie sea arrollado por los supuestos derechos de otro.

Pues bien, la partidocracia ⎼secuestradora de una verdadera democracia⎼ ha borrado esa frontera: todo ese mundo que atañe a lo personal, a lo estrictamente humano, va siendo invadido por la política, que convierte lo privado en lo público, según consigna generalizada desde el Poder.

El inane Estado liberal del laissez faire de sus orígenes ha derivado en el Estado neoliberal-socialdemócrata; del no intervencionismo que provocaba la injusticia se ha pasado al intervencionismo a ultranza que provoca la tiranía. El Estado ha suplantado a la sociedad.

Ni en las más rígidas dictaduras del pasado se invadió tanto la esfera personal y humana como en la actualidad; por algo se ha generalizado la expresión de totalitarismo democrático; en nombre de la libertad, se ahoga la libertad. Los legisladores penetran una y otra vez en la vida de las personas, regulando hasta el último detalle, no solo de la convivencia ⎼que sería oportuno⎼, sino de la intimidad: vidas y haciendas, hijos y parientes, todo es política, y todo se contempla desde ese prisma.

Un ejemplo palpable lo podemos comprobar en el tema de la pandemia del covid, que ha servido como artículo de propaganda o de arma arrojadiza, con sus silencios, mentiras y posverdades; de toma y daca entre el gobierno central y los autonómicos; de tira y afloja con la judicatura…

Ahora está en el candelero la vacunación de la población, que se ha convertido también en objeto político, y sirve como justificación o acusación…, incluso como forma de manifestar el odio separatista, como ha ocurrido con la exclusión en Cataluña de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.

Nuestro ideal de Estado es la sociedad organizada, instrumento al servicio de las necesidades de la sociedad y de la proyección de la patria; además, instrumento integrador, no partidista. Por desgracia, hoy el Estado es una estructura en manos de los partidos y titubeante en función de sus intereses políticos, que, ni atina en las soluciones a los problemas, ni salvaguarda las verdaderas prioridades de la sociedad, ni responde a su carácter instrumental al servicio de España.