Editorial

El miedo como arma política

Nunca deben ser sinónimos la irresponsabilidad y la libertad. Ni tampoco la autoridad y la tiranía. Y esta última ejercida con la estrategia del miedo.

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El miedo como arma política


Además del «no sabemos qué nos pasa y eso es lo que nos pasa», de Ortega, en estos días se une otro factor de nuestra desazón individual y colectiva que suele pasar desapercibido, no en sus efectos pero sí en su intención: la estrategia del miedo.

Igual que a los niños pequeños se les asustaba antaño con la figura del coco, el Sistema ⎼que está por encima de los regímenes y gobiernos occidentales y dirige sus actuaciones⎼ se dedica a mantener amedrentadas a las poblaciones, con el fin de conseguir una completa sumisión; en las mentes menos pensantes, incluso, tiene el añadido de que el propio Sistema aparezca como paladín capaz de conjurar las catástrofes propagadas.

Vean, si no, los noticiarios televisivos o lean la prensa: ya no es solo que una noticia, para serlo, tenga que ser mala por naturaleza, sino que parece que el objetivo inmediato es que se nos pongan los pelos de punta en cada mensaje. Igualmente, las entrevistas a personajes de relumbrón (políticos, científicos o pseudocientíficos, influencers…) suelen contener mensajes catastrofistas por doquier.

La pandemia del covid fue una excelente ocasión para utilizar esta estrategia. En ese caso, se trataba de un peligro real, pero que fue sabiamente usado para mantener a los ciudadanos dentro de esa atmósfera de obediencia ciega; como detalle curioso, en ningún momento se pretendió buscar el origen de la pandemia y solo se publicitaron sus efectos, especialmente los más mortíferos.

También la estrategia del miedo se está aplicando en el ámbito de ese catastrofismo ecológico del que nos hacíamos eco en otro editorial; se pretende crear problemas de conciencia, que sobrepasan con mucho el reciclaje de desperdicios: se trata de una verdadera campaña sobre costumbres, formas de vida, alimentación, producción o recursos energéticos de uso corriente que parecen proponer un revival de Juan Jacobo Rousseau, con sus prédicas del buen salvaje y del retorno a la naturaleza.

Ahora, la estrella de esta estrategia del miedo parece centrarse en ese apagón general, del que se hacía eco un artículo reciente de nuestro director. Curiosamente, las fechas elegidas para propalar el bulo coinciden con las prenavideñas, como una permanente espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas mientras entonamos villancicos…

Una población permanentemente atemorizada está fácilmente predispuesta a cualquier decisión arbitraria que se proponga. Aunque la razón pretenda imponerse, el subconsciente sigue trabajando, y allí van dirigidos los mensajes de esta verdadera propaganda subliminal. Si los usuarios de las compañías aéreas ya han transigido, hace años, con las denigrantes medidas que se imponen para nuestra seguridad personal (¿), no es nada extraño imaginar un futuro en que la seguridad se imponga totalmente a la libertad y a la dignidad humanas.

Es en defensa de estos valores por los que, desde estas páginas, alzamos la voz ante la estrategia del miedo. No negamos en absoluto lo que puedan ser riesgos reales: nunca nos verán en las filas del absurdo negacionismo. Pretendemos tan solo hacer un llamamiento a la lógica, al sentido común (que es, dicen, el menos común de los sentidos en el Sistema en que estamos inmersos), a pensar por nuestra cuenta… Y, sobre todo, a salvaguardar nuestra dignidad como seres humanos y hacer uso de nuestra libertad en el marco de sociedades libres. Nunca deben ser sinónimos la irresponsabilidad y la libertad. Ni tampoco la autoridad y la tiranía. Y esta última ejercida con la estrategia del miedo.