Editorial

La cuneta de la política

El Partido Popular ha ido dejando en la cuneta de la política los cadáveres de quienes cantaban las verdades del barquero.


Editorial de La Razón de la Proa (LRP) de agosto de 2020, recuperado para ser nuevamente publicado en agosto de 2023. Recibir el boletín de LRP.

La cuneta de la política.


No podemos menos que aguantarnos la risa cuando leemos en nuestra Carta Magna, que, en relación a los partidos políticos, su estructura interna y su funcionamiento deberán ser democráticos; esta hilaridad se repite cuando nos fijamos en otros muchos artículos de la misma, por lo que es extraño que haya merecido el remoquete de la constitución incumplida (Javier Barraycoa Martínez).

En efecto, una cosa es lo que dicen los textos legales y otra la cruda realidad. En el caso que nos ocupa, las cúpulas dirigentes suelen desplazar al ostracismo a aquellos militantes destacados que han osado discrepar de una coma del contenido de los mensajes oficiales del partido o que han osado hacer sombra al caudillito de turno.

Aquello tan viejo de el que se mueva no ale en la foto, del antaño belicoso Alfonso Guerra, ha sentado ya jurisprudencia práctica. Lo hemos visto continuamente en las filas podemitas, partido que prometía y aseguraba al pueblo español una completa ejemplaridad y ha quedado reducido a uno más de la odiada casta.

Otro caso paradigmático lo encontramos en el Partido Popular, y eso bajo todos los mandatos y circunstancias. Los casos de Vidal-Quadras, de M.ª San Gil o, recientemente, de Cayetana Álvarez de Toledo, hablan por sí solos.

Curiosamente, el PP ha ido dejando en la cuneta de la política los cadáveres de quienes cantaban las verdades del barquero, eran auténticos arietes contra sus adversarios y, en consecuencia, gustaban del favor de los militantes y de muchos españoles, que, por ellos, se inclinaban a votar a los populares, aunque haciendo pinza con los dedos en la nariz por otros asuntejos.

Dicen que el motivo principal es la vocación centrista del PP; otros, más descaradamente, le llaman el partido de los maricomplejines. Nosotros aventuramos otra explicación, más de fondo.

Estimamos que, a pesar de la escenificación parlamentaria o mediática, para uso y disfrute de los ingenuos, todos los partidos que componen el núcleo insustituible del Sistema tienen una reglas de juego asignadas, unos papeles teatrales que representar, y a ninguno de los actores le está permitido saltarse el guion e introducir morcillas en el texto establecido de antemano. Y esto aunque las morcillas provengan de la conciencia, del recto convencimiento, de los datos reales o sean una explosión de sinceridad.

Cayetana Álvarez de Toledo era molesta para la política asignada al señor Casado; como lo fueron en su momento Aleix Vidal-Quadras frente a Pujol, socio de Aznar, o M.ª San Gil, frente al separatismo vasco de oportunos apoyos a Rajoy. El PP se propuso convertirlos en cadáveres abandonados en las cunetas de la política.

Pero la valía humana suele estar por encima de los repartos estelares y de los guiones previamente señalados en el Sistema.