Editorial

Patria o 'matria'.

Patria, en su sentido político actual, más que 'la tierra de los padres', es la tarea o misión que nos han transmitido los antepasados y que requiere un constante ejercicio de la voluntad para continuar siendo un quehacer de un pueblo.


Editorial de La Razón de la Proa (LRP) de julio de 2021, recuperado para ser nuevamente publicado en marzo de 2024. Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

Acudamos al psicoanálisis


La estúpida sugerencia de transformar el vocablo patria en uno de nuevo cuño como matria va mucho más de constituir una anécdota más del intento de intervenir el lenguaje para manipular el pensamiento. De entrada, como reza el título, sería conveniente que sus patrocinadores (-as, -os…) pasaran por el diván del psicoanalista…

La figura del padre representa, según la teoría freudiana, el esfuerzo, la superación, la empresa, un empuje hacia lo difícil y lo desconocido, el destete definitivo hacia una vida adulta, la disciplina transformada en autodisciplina… Encierra un proyecto.

La figura materna es el símbolo del arraigo en la seguridad y la comodidad infantiles, de la pasividad protegida por una figura nutricia y tierna; es la infancia prolongada de forma indefinida, sin atreverse a asumir los riesgos y la responsabilidad que comporta el paso hacia la edad adulta.

Patria, en su sentido político actual, más que la tierra de los padres, es la tarea o misión que nos han transmitido los antepasados y que requiere un constante ejercicio de la voluntad para continuar siendo un quehacer de un pueblo. De ahí que José Antonio Primo de Rivera la definiera con la frase ⎼acaso nunca bien entendida⎼ de unidad de destino en lo universal, es decir, la tarea de unir pueblos, razas, costumbres, lenguas… en una tarea común entre los demás pueblos.

Se nos ocurre que la palabra matria sería una buena definición para los nacionalismos, no para los patriotismos, toda vez que un nacionalismo es una apego, casi vegetal, a la tierra nutricia que nos vio nacer, a lo espontáneo de la infancia, a lo inmediato de la sensibilidad del niño.

Pero, claro, no es esta la intención de los creadores del invento de matria, que suelen ir del brazo con los nacionalismos separatistas, esos que imponen sus criterios al Gobierno español.

También podemos relacionar ⎼siempre desde el psicoanálisis⎼ la pretensión de introducir el término matria en el imaginario de las gentes con un deseo amagado de que la juventud prosiga en su estado de adolescencia prolongada, casi un letargo. En efecto, como denuncian sociólogos y psicólogos, las generaciones nuevas crecen con escasa resistencia a la frustración, con el ansia de inmediatez en sus caprichos, como niños malcriados, con temor a asumir las responsabilidades de la vida adulta, con temor al compromiso en lo privado y en lo público; es decir, sin ganas de abandonar nunca la seguridad de las faldas maternas…

Como es fácil deducir, esa juventud inmadura es presa fácil para la demagogia, para los mensajes llamativos y simplistas, para las promesas electorales que nunca se han de cumplir; en suma, con un fuerte atractivo para fácil y lo dado, para la dádiva y la subvención perpetuas, en lugar del esfuerzo que implica el trabajo y la capacidad de emprendiduría.

Una matria llamada España prolongaría indefinidamente su actual estado de postración, revuelta entre mil nacionalismos terruñeros e insolidarios, apegados a la comodidad de lo espontáneo y natural. La patria España, por el contrario, supondría un impulso de superación, un agitarse ante la estupidez, la insania o la demagogia. En definitiva, un esfuerzo adulto y un compromiso.