RAZONES Y ARGUMENTOS

Los velos del nacionalsindicalismo

A los noventa años de la irrupción del nacionalsindicalismo, sorprende la persistente ignorancia en torno a lo que representó históricamente, sobre todo en sus aspectos doctrinales.


Artículo publicado en Cuadernos de Encuentro, núm. 147, de Invierno de 2021/22. Ver portada de Cuadernos en La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín semanal de LRP. Descargar el artículo en PDF.

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Los velos del nacionalsindicalismo

Los velos del nacionalsindicalismo.


I. Palabras previas


Nadie con una mínima formación histórica puede negar que la aparición del nacionalsindicalismo [1] en la vida española constituye un hecho merecedor de atención y estudio.

Como tal se entiende un movimiento político, con un incipiente y propio cuerpo doctrinal, concretado en diversas organizaciones a lo largo de su corta y agitada vida, que tuvo una pequeña presencia durante la segunda experiencia republicana española y que, en cierta medida, inspiró o fue utilizada por el régimen que la sucedió.

No obstante, se producen profundas desavenencias en torno a lo que esta corriente de pensamiento ha representado en nuestra historia. En efecto, sobre sus principios ideológicos, así como sobre sus dirigentes y grupos caben diversos análisis, que pueden ser susceptibles de renovados enfoques y conclusiones conforme en el futuro se disponga de nueva información y se conozcan más datos. Es una labor que principalmente debe quedar en manos de los estudiosos de la historia y del pensamiento político.

En todo caso, a los noventa años de la irrupción del nacionalsindicalismo, sorprende la persistente ignorancia en torno a lo que representó históricamente, sobre todo en sus aspectos doctrinales.

En efecto, a pesar del tiempo transcurrido, la oscuridad continúa siendo patente. Los diversos elementos que han conformado su realidad se encuentran cubiertos por unos velos (cuya extensión puede ser interesada o no, esa es otra cuestión) que en nada benefician a la verdad histórica. Se impone, pues, el ejercicio de una tarea seria y rigurosa que colabore al paulatino levantamiento del manto que la oculta.

Ello ayudará a comprender mejor algunos importantes hechos que sucedieron en el siglo veinte y cuyas consecuencias han llegado hasta el presente. Al mismo tiempo, constituye una deuda contraída con quienes desinteresadamente entregaron su ilusión y su esfuerzo (muchas veces, incluso su vida) a una causa que consideraron la más noble de entre las posibles.


II. Los fundadores


En el comienzo de su andadura política, el nacionalsindicalismo coincide con la llegada de la Segunda República a España. Antes de esa fecha podrían encontrarse algunos antecedentes históricos, pero, como tal corriente ideológica, con unas evidentes manifestaciones patrióticas y sindicalistas, el consenso se presenta en torno a los protagonistas que siguen.

1. José Antonio Primo de Rivera

Constituye la figura más representativa del citado pensamiento político, a pesar de no haber sido su fundador.

Pero, el hecho de ser hijo del general Primo de Rivera, unido a su fuerte carácter, prestigio social, excelente formación cultural y jurídica, junto a grandes dotes parlamentarias como diputado, le hicieron muy conocido desde los inicios de su vida pública. Tras su muerte, la originalidad de algunos de sus planteamientos doctrinales, su acreditada valentía y fidelidad a sus creencias, con una positiva imagen política, serían utilizados por el régimen surgido del 18 de julio de 1936.

Sin embargo, sigue habiendo numerosas zonas oscuras en la vida e ideas de este primer jefe nacional de Falange Española. No es posible reducir a una mera relación los numerosos puntos de José Antonio que se encuentran pendientes de investigación [2]; baste con decir que, como todo personaje importante en la historia de España, se encuentra aún pendiente del levantamiento de los velos que impiden conocer su figura con la debida claridad.

2. Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo Ortega

A pesar de su reconocida importancia en los primeros años del nacionalsindicalismo, en la actualidad son prácticamente desconocidos por el gran público.

Si la figura de José Antonio todavía ofrece numerosas sombras, otro tanto –incrementado– puede decirse de estos personajes. Les son aplicables las mismas carencias mencionadas en el supuesto anterior, con el añadido de que su menor significación en la vida política republicana les condujo a una situación de cierto ostracismo nacional, limitado prácticamente a reducidos espacios castellanos.

Entre ambos, indiscutiblemente, sobresale la persona de Ramiro Ledesma, con su destacado protagonismo en el planteamiento del nacionalsindicalismo y su reconocido nivel intelectual, amén de su afincamiento en Madrid. Si José Antonio elevó ese pensamiento a superiores cotas, tanto en desarrollo ideológico como en organización política, fue Ramiro el que previamente había preparado el nuevo camino. Por su parte, la figura del pionero Onésimo Redondo, aunque nunca irrelevante (especialmente, en su ámbito territorial), queda en una segunda posición.

3. Otros

Tampoco cabe olvidar a numerosos personajes que militaron desde el principio o se incorporaron más tarde al nacionalsindicalismo (del que no todos salieron con dignidad) y que merecen, igualmente, un pormenorizado estudio; así, resulta obligada la mención de Raimundo Fernández Cuesta, Julio Ruiz de Alda, Manuel Mateo, Miguel Hedilla y Pilar Primo de Rivera, entre otros muchos dirigentes de las diversas organizaciones de los primeros años (la propia Falange, el SEU, la Sección Femenina, la CONS…).

Sin embargo, como acontece en otros temas ya apuntados, o que iremos desgranando en el curso de estos comentarios, da la impresión de la existencia de casi un pacto de silencio en torno a estos personajes. Ni siquiera el propio régimen franquista, tan proclive en teoría a favorecer a algunos de los mencionados, se preocupó por alentar el estudio sobre ellos. Exceptuando algunos escritos en parte anecdóticos (siempre relativos a quienes colaboraron con dicha situación política), hay que acudir a las memorias personales y a otras fuentes para obtener más información.

Por lo que respecta a los ámbitos provincial y local, en líneas generales, los estudios publicados hasta ahora, aunque escasos, comienzan a aportar datos de interés. Es fácil colegir que posiblemente en dichos niveles se conserve la mejor información escrita (primordialmente, en manos privadas).


III. Las organizaciones nacionalsindicalistas


Como corresponde a la limitada actividad política y sindical desarrollada, la presencia pública de esos grupos fue bastante escasa en sus primeros años de existencia. Sin embargo, durante la dilatada etapa franquista se produjo un espectacular crecimiento dentro de los que se organizaron desde las propias esferas del poder. También, fue significativa la aparición –aunque minoritaria– de los que adoptaron una actitud crítica frente al nuevo régimen (especialmente, durante sus últimos años).

1. Etapa fundacional (desde 1931 hasta 1933)

Es manifiesto el desconocimiento actual en torno a las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica y a las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista (entonces, las segundas se escribían con un guion separador). Salvo la exposición de lugares comunes y apuntes biográficos aislados, faltan estudios detallados sobre el número de sus militantes, profesiones y extracción social de los mismos, zonas de mayor implantación, principales dirigentes, etcétera.

Tampoco se dispone de suficiente información sobre las relaciones con otras formaciones políticas nacionales y extranjeras, así como las posibles ayudas económicas recibidas y los contactos con militares.

Sin embargo, fue en los primeros años cuando se establecieron los pilares ideológicos de lo que más tarde se convertiría en el bagaje doctrinal falangista; incluso, se dio forma a la parte más importante de sus símbolos y consignas.

Es un período histórico en el que el nacionalsindicalismo, además de en tierra castellana, arraiga en varias provincias (ténganse presentes las sedes universitarias: Barcelona, Granada, Santiago de Compostela, Sevilla, Valencia…), con ciertos militantes de acreditada calidad intelectual y alguna publicación periódica de interés (ni que decir hay que urge su reimpresión).

La explicación del parco conocimiento en torno a los orígenes del nacionalsindicalismo puede encontrarse en el escaso eco que entonces tuvo en la vida política nacional y, tal vez, en el casi exclusivo protagonismo que años más tarde alcanzó la figura de José Antonio. También, el abrumador crecimiento de Falange durante la guerra civil (con la incorporación de muchísimas personas provenientes de otros campos políticos) motivó dicho olvido. Pero, sin duda, la etapa fundacional es esencial para comprender la posterior evolución.

El hecho de que Valladolid y provincias aledañas (donde el nacionalsindicalismo tenía una considerable implantación) se encontraran en territorio alzado contra el régimen republicano, con toda seguridad, permitió la conservación de una documentación de primera mano para la mejor comprensión del nacimiento y desarrollo de este fenómeno político [3].

2. Del Teatro de la Comedia al Frente Popular

Está comúnmente admitido que constituye el período de mayor desarrollo organizativo y doctrinal del nacionalsindicalismo.

Hasta llegar a octubre de 1933 –fecha del conocido acto del Teatro de la Comedia–, con la previa y frustrada aventura de El Fascio, no se dispone de mucha información fidedigna sobre los contactos producidos entre José Antonio Primo de Rivera, Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo Ortega, así como sobre sus respectivas trayectorias políticas.

En general, se carece de suficientes datos, y no solo de sus promotores y seguidores. Incluso, el propio acto de la Comedia sobre el que tanto se ha escrito, sigue a la espera de un exhaustivo estudio. Existe, eso sí, gran cantidad de testimonios personales, junto a anécdotas y detalles de todo tipo, pero no un trabajo detallado sobre los contactos y acuerdos entre los oradores antes del mitin (incluidas las relaciones de José Antonio y de Julio Ruiz de Alda con Alfonso García Valdecasas). En este sentido, tampoco sería cuestión baladí examinar su aparición pública en la prensa de la época, así como su consideración por parte de otras formaciones políticas, sociales y sindicales.

Posiblemente existan, debidamente conservados y a buen recaudo, informes reservados y actas de sesiones, así como escritos de diversa índole que podrán aportar en el futuro mucha luz para la acertada comprensión de esta importante etapa del nacionalsindicalismo.

Tras la fundación de Falange Española y su posterior fusión con las JONS, la organización resultante comienza una andadura no exenta de dificultades. Entre éstas, hemos de citar las propias disensiones producidas en su seno entre José Antonio y Ramiro, que culmina con un mutuo alejamiento definitivo, secundado por otros militantes (recuérdense también otros casos, como el del conde de los Andes, los hermanos Ansaldo…).

Falange Española –más tarde, con las JONS– tuvo la capital española como el ámbito principal de su actuación, con implantación paulatina en otras zonas: Castilla (en su más amplio sentido, especialmente a partir de su fusión con los jonsistas), Galicia, Extremadura, Andalucía, Cataluña (sobre todo, Barcelona), Levante (a destacar las provincias de Valencia y Alicante), Aragón... Por no mencionar todas, puede afirmarse que no quedó tierra española sin la presencia de grupos falangistas. En líneas generales, se observa una ausencia de material fehaciente sobre las respectivas militancias (edades de los afiliados, profesiones, clase social…).

También, llama la atención la escasa presencia del nacionalsindicalismo en la prensa de toda España durante aquellos años, el eco de sus actos públicos (localidades, número de asistentes, discursos…), así como los principales oradores que intervinieron y un sinfín de aspectos aparentemente nimios, que nos dan una idea aproximada de los velos existentes en torno a esa importante etapa histórica.

Igualmente, se necesita una obra comprensiva de los principales aspectos de la organización (número e identidad de los falangistas asesinados por miembros de otras fuerzas, localidades en las que existían sedes abiertas, prensa propia y ciudades en que se publicaba, boletines clandestinos, pasquines y carteles de propaganda…). Por supuesto, también se encuentra pendiente la confección de un diccionario biográfico nacionalsindicalista.

Tampoco existen sobrados datos sobre las posibles relaciones entre los grupos nacionalsindicalistas y otras organizaciones políticas (Renovación Española, CEDA, Tradicionalistas…) y sindicales (especialmente, por su interés, hay que mencionar la CNT y el grupo de Ángel Pestaña).

Prácticamente no hay noticias –al menos, de manera suficiente y esclarecedora– sobre las infiltraciones de otros grupos dentro del nacionalsindicalismo, y viceversa. En concreto, creemos que merece una atención especial la actividad de la masonería en relación con las fuerzas falangistas.

Por último, los procesos judiciales seguidos contra numerosos militantes nacionalsindicalistas, así como sus ingresos en prisión, igualmente están necesitados del correspondiente estudio (número, edades, cargos que ostentaban en la organización, centros en los que estuvieron recluidos…). Destacan los casos de José Antonio, sus hermanos, Julio Ruiz de Alda y Raimundo Fernández Cuesta. Pero, en términos generales, la información disponible al efecto no pasa de ser casi anecdótica.

En resumen, a modo de anticipo, puede afirmarse que las lagunas informativas existentes, con sus correspondientes sombras (intencionadas o no, esa es otra cuestión), sobre esta etapa fundamental del nacionalsindicalismo español justifican la necesidad de proceder a su incondicional investigación y riguroso estudio.

3. La guerra civil

El implacable acoso que recibió Falange por parte del Gobierno tras el triunfo electoral del Frente Popular en febrero de 1936, con el cierre de sedes y la detención de sus máximos dirigentes, explica la inclinación de la primera en favor del alzamiento militar de julio de 1936. De los testimonios existentes –especialmente, de los escritos– parece deducirse dicha conclusión.

No obstante, para una mejor comprensión de tan importante acontecimiento, hay que profundizar en los contactos entre los principales responsables falangistas y los militares organizadores del inicial golpe de Estado. Resulta pacíficamente admitido que, en un principio se previó una corta duración, aunque después la lucha fratricida se alargó durante tres años. Consecuentemente, la energía principal de los falangistas durante ese tiempo se dirigió a lograr el triunfo en la contienda.

Por lo que respecta al denominado bando nacional, a estas alturas del siglo veintiuno resulta imprescindible acceder al conocimiento de gran cantidad de datos para conocer el verdadero papel que el nacionalsindicalismo representó en la guerra; así, el número de las unidades compuestas por falangistas, los mandos que las dirigieron, los frentes de guerra de principal intervención, las gestas acontecidas, los consejos de guerra seguidos contra miembros de Falange, las deserciones producidas en sus propias filas y las relaciones con las tropas alemanas e italianas, así como un sin fin de otros detalles.

Al principio de la guerra, con la victoria de los nacionales en algunas provincias se salvó la principal documentación de interés nacionalsindicalista. Sin embargo, este estado de cosas no se mantuvo durante los cuarenta años siguientes, bien por la sustracción de documentos por parte de algunos afiliados (con diferentes fines), bien por la llegada de la transición política y la destrucción de los archivos políticos. Entonces, se eliminó una valiosísima información, que solo la actitud de algunos falangistas impidió que fuera total. En efecto, se produjo una planificada destrucción con el fin de facilitar el pacífico tránsito de un sistema autoritario a otro de corte democrático, lo que produjo unos daños irreversibles en nuestro patrimonio documental [4].

En cuanto a las ciudades que, tras el alzamiento de julio de 1936, quedaron en un primer momento en manos de la autoridad republicana y más tarde, además, bajo el control de las milicias del Frente Popular, las sedes nacionalsindicalistas fueron asaltadas y confiscadas (incluida toda su documentación), así como los domicilios de sus militantes (especialmente, los más representativos). Es de suponer que, previamente al 18 de julio y ante el cariz que tomaban los acontecimientos, con la detención de sus dirigentes y la clausura de sus locales, se pusiera a buen recaudo parte de la principal documentación (ficheros de afiliados, correspondencia, etcétera). Pero, sin duda, mucha de la información originaria se perdió durante la guerra civil (tal vez, alguna se encuentre todavía en manos de las organizaciones que la confiscaron). También, aquí hay que extender el examen a las peripecias sufridas por los nacionalsindicalistas en el bando republicano, con multitud de aspectos que indagar (actuación de la quinta columna, sometimiento a tribunales populares, delaciones, condenas a muerte…).

Aunque la atención principal se centre en Madrid, que era donde se había desarrollado principalmente la actividad nacionalsindicalista, no hay que descartar el examen de otras regiones y provincias (no todas con la misma implantación, naturalmente), en las que hay que indagar sobre el destino de sus dirigentes, afiliados y simpatizantes. En este sentido, adquiere gran relieve el hecho de las unidades falangistas que se organizaron para el combate (lo que da una idea bastante aproximada del ambiente favorable o no hacia ellos en los comienzos de los enfrentamientos). Tampoco es cuestión baladí los resultados electorales obtenidos por Falange en los comicios celebrados durante el período republicano.

Constituye un capítulo especial la muerte de los más notables representantes del nacionalsindicalismo en ese tiempo (en especial, José Antonio en Alicante, y Ramiro en Madrid). Salvo Raimundo Fernández Cuesta y Pilar Primo de Rivera, desapareció casi por completo la cúspide de la organización. Ello tuvo unas notables consecuencias para Falange a lo largo del tiempo venidero.

En esta línea de sucesos sobresalientes, hemos de mencionar la Unificación de 1937, con la actitud de Miguel Hedilla Larrey y otros militantes.


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  • [1] Se utiliza el término conforme recoge el Diccionario de la Real Academia Española, aun siendo consciente de que en los momentos fundacionales un guion unía las dos palabras que dan nombre a ese movimiento político.
  • [2] De este modo, su infancia y juventud, las relaciones con la Casa Real y con el Ejército, su vida universitaria, los primeros pasos en política, el estudio de su actividad parlamentaria, los contactos con los dirigentes nacionalsindicalistas y de otras formaciones políticas, sus viajes al extranjero, el ejercicio profesional de la abogacía, los escarceos literarios, su vida amorosa, etcétera, sin olvidar las estancias en la cárcel madrileña y en la prisión alicantina. Sobre algunas de estas cuestiones se ha vertido mucha tinta, aunque otras muchas todavía están necesitadas de mayor profundización.
  • [3] Aunque no hay que olvidar que en 1936 la actividad principal se desarrollaba en Madrid, donde fueron detenidos y asesinados Ramiro Ledesma y otros, así como allanados sus domicilios.
  • [4] En Sevilla capital se logró salvar las fichas originales de los afiliados a Falange Española. Pero, en términos generales, se procedió sistemáticamente a la eliminación de una ingente cantidad de documentos, no solo pertenecientes a las organizaciones que habían formado parte del Frente Popular. Con la misma intención, se destruyeron interesantes archivos y ficheros de la policial Brigada Político Social, que hubieran arrojado una preciada luz sobre el funcionamiento interno del régimen franquista.


4. El Tercer Año Triunfal.

En la realidad política, la victoria de las llamadas fuerzas nacionales [1] significó la práctica desaparición de Falange Española.

Sin pretender incurrir en simplificaciones, resulta evidente que, muertos los principales fundadores –coincidentes con los más notables ideólogos– del nacionalsindicalismo[2], un representativo núcleo de los dirigentes supervivientes ocupó posiciones de relieve dentro del nuevo régimen. Por su parte, la primitiva militancia (diezmada después de tres años de persecución y guerra, a la vez que desbordada por las nuevas incorporaciones masivas) se encontró completamente desorientada, optando por la comprensible lealtad a sus mandos.

De este modo, notables figuras del falangismo se pusieron a la incondicional disposición del nuevo jefe del Estado, en un claro afán colaboracionista (valgan los ejemplos de Raimundo Fernández Cuesta, José Antonio Girón de Velasco, Dionisio Ridruejo, Pilar Primo de Rivera…), llegando a ocupar puestos destacados en la nueva situación política, mientras parte de los escasos afiliados de la primera hora que lograron salvar su vida se limitaron a ocupar cargos políticos y sindicales de nivel provincial y local, cuando no se retiraron a completar sus interrumpidos estudios y a atender sus obligaciones profesionales y familiares.

A partir de 1937, la nueva organización política surgida del Decreto de Unificación (Falange Española Tradicionalista y de las JONS) se convirtió en la columna fundamental del Nuevo Estado, como era llamado el nuevo régimen. No son abundantes los testimonios conocidos sobre la oposición directa de los falangistas a la forzada unión con los carlistas, así como a la designación de Francisco Franco como jefe nacional del Movimiento (en el que se incluía Falange Española, que pasaba como tal entidad autónoma a desaparecer).

Terminada la contienda, comenzó un tímido movimiento de resistencia en el que Narciso Perales y otros falangistas, en su mayor en Madrid, intentaron la organización de grupos de oposición al franquismo.

5. Los falangistas y el régimen de Franco

Durante casi cuarenta años, tras la heroica intervención de los miembros de la División Azul en la Segunda Guerra Mundial en el frente ruso (en la que aumenta el número de caídos de militantes de la primera hora) [3], mantiene la división del falangismo en los dos sectores mencionados.

El primero, abrumadoramente mayoritario, muestra su inquebrantable adhesión a Franco y al régimen surgido del 18 de julio. El Movimiento Nacional constituye el cauce de participación política y en el mismo se integraron diversas organizaciones (de jóvenes: Falanges Juveniles de Franco, primero, y Organización Juvenil Española, después; y de adultos: Guardia de Franco y Sección Femenina). También, se crearon varias hermandades, todas ellas de apoyo al régimen (como Excombatientes, Mutilados, Vieja Guardia…). Por supuesto, los alcaldes, gobernadores civiles, autoridades sindicales y ministros fueron seleccionados entre los miembros del partido único.

Además, el Consejo Nacional del Movimiento (en sustitución del Senado), aunque con escasos frutos, constituyó otro cauce de participación en el poder político. Sus miembros eran mayoritariamente designados por el jefe del Estado o a su sugerencia.

En cuanto a la oposición falangista al franquismo, de muy escasa presencia durante los años posteriores a la contienda (existe poca información sobre grupos autodenominados como Falange clandestina o auténtica), se desarrolló especialmente a partir de los años sesenta y siguientes; de este modo, surgieron: Círculos Doctrinales José Antonio, Agrupación de Antiguos Miembros del Frente de Juventudes, Círculos Manuel Mateo, FNAL, Frente Sindicalista Revolucionario, etcétera. Bajo su cobertura actuaron, en claro enfrentamiento con el régimen, numerosos grupos de estudiantes: Frente de Estudiantes Sindicalistas, Frente Universitario Nacionalsindicalista, entre otros, con relevante implantación en los principales distritos universitarios.

En sus respectivos momentos, fue muy importante la creación de Falange Española Independiente y, más adelante, de las Juntas Promotoras de Falange Española de las JONS. También, numerosos falangistas se reunieron en torno a Fuerza Nueva, que no era una organización que se autodenominara nacionalsindicalista, sino abiertamente defensora del franquismo.

Puede apreciarse la confusión reinante durante esos años en las propias filas falangistas. Por otra parte, salvo determinadas iniciativas particulares (incompletas, aunque bienintencionadas) y la edición (igualmente, parcial) de las pretendidas Obras Completas de José Antonio (también, existen algunas recopilaciones de discursos y escritos de otros fundadores), no puede calificarse como abundante la producción bibliográfica nacionalsindicalista a lo largo de las primeras décadas de franquismo.

Igualmente, se echa en falta la realización de un estudio sobre la participación de los falangistas supervivientes en los órganos de poder de la estructura política surgida a partir de 1936; tampoco se conoce suficientemente la trayectoria de quienes adoptaron una distinta posición.

Es imperativa la búsqueda en las correspondientes hemerotecas y en los archivos de todo tipo (sobre todo, militares y policiales) para acceder al conocimiento de la verdadera situación de ambas actitudes políticas. Téngase presente que, en los inmediatos años del fin de la guerra civil, la censura fue bastante rígida.

6. Los nacionalsindicalistas y la democracia

Será con la legalización de los partidos políticos (poco antes fueron las asociaciones políticas) cuando se exteriorizaron determinados sentimientos falangistas que permanecían ocultos, cuando no confundidos con los valores del sistema autoritario vigente hasta entonces.

La masa social que conformaba el régimen de Franco pasó, mayoritariamente, a engrosar las organizaciones políticas de centro y de derecha (con reconocido éxito electoral), mientras que los autoproclamados herederos del nacionalsindicalismo pasaron a tener una mínima presencia pública (lo que subsiste en la actualidad).

De modo paralelo, ya en el presente siglo (incluso, a finales del anterior), se ha producido un aluvión de publicaciones sobre muchos temas relacionados con el nacionalsindicalismo (con especial atención a la figura de José Antonio, que despierta un creciente atractivo).

En los comienzos de la nueva situación constitucional y tras el restablecimiento del sistema de partidos políticos como único medio de participación en el poder, los falangistas adoptaron una de las siguientes actitudes:

a) A partir de ese momento, se alejaron –o continuaron apartados– de toda actividad política.
b) Se incorporaron a nuevas formaciones, tanto de cuño derechista y ultraderechista, como socialista.
c) Registraron partidos propios con la intención de concurrir a los comicios: Falange Española de las JONS, Falange Auténtica, Movimiento Falangista, La Falange y Círculos Doctrinales José Antonio, principalmente.

Los resultados electorales siempre han sido muy parcos, marginales. Posiblemente, sean varias las causas que lo explican, como la elevada edad de la militancia, la escasez de recursos económicos, el silencio asfixiante de los grandes medios de información, etcétera.

En todo caso puede afirmarse que los falangistas han respetado plenamente la legalidad, sin la menor oposición violenta al sistema democrático de partidos, a pesar de la gran contradicción que ello implica con su ideario favorable a un modelo de representación basado en medios diferentes.


IV. La doctrina política


A lo expuesto sobre la trayectoria seguida por las organizaciones de inspiración nacionalsindicalista hemos de añadir la problemática doctrinal. Aquí, la confusión, cuando no la ignorancia, es patente.

Algo parece claro en su origen: las opciones políticas existentes en esa época no satisfacían a los fundadores del nacionalsindicalismo. Con la excepción del anarcosindicalismo (hacia el que los jonsistas, primero, y los falangistas, después, miraron con cierta simpatía), ni las posiciones liberal-conservadoras ni las formaciones socialistas-comunistas de la época atrajeron su atención. Tampoco el creciente fascismo, cuyo éxito en Italia era indiscutible, gozó de bastante atractivo, en términos generales, en los grupos nacionalsindicalistas (aunque habría que distinguir entre antes y durante nuestra guerra civil). Más claro aún fue el rechazo del nacionalsocialismo, a pesar de la participación española con la División Azul al lado de Alemania en su lucha contra Rusia, pues el movimiento hitleriano nunca tuvo especial predicamento entre los falangistas.

Desde un principio, los nacionalsindicalistas se presentan como una alternativa al capitalismo y al comunismo (en el segundo caso, a pesar del triunfo de la revolución rusa). No resultan atraídos ideológicamente por ninguno de los movimientos políticos entonces en boga, hasta el punto de que constantemente insisten en una actitud política alejada de los principios esenciales del liberalismo-capitalismo y del socialismo (especialmente, del comunismo).

Sin embargo, como hemos dicho, se percibe una actitud de respeto hacia el anarcosindicalismo español, tal vez producto del carácter independiente y genuino de esta enorme fuerza sindical.

Lógicamente, los años fundacionales constituyen la época de planteamiento de los principios generales, balbuciente, con escaso desarrollo doctrinal. Da la impresión de que no se sabe muy bien a dónde se quiere ir, aunque se manifieste una clara voluntad de no encuadrarse en alguna de las corrientes existentes. Incluso, se observan titubeos, no exentos de contradicciones.

Hay puntos que resultan indiscutibles (como la unidad nacional, el carácter sindical, el rechazo de los partidos políticos como medio de participación en el poder, el respeto a la propiedad privada, la superación histórica de la monarquía, la separación entre Iglesia y Estado, etcétera), al lado de muchos otros tímidamente esbozados (relativos a materia económica, administración de justicia, organización municipal, reforma agraria, enseñanza…). Sin duda, es el terreno más necesitado de examen y reflexión, por la claridad que puede aportar a la mejor comprensión del nacionalsindicalismo (y no solo durante los años fundacionales).

En este sentido, estimamos que hay que profundizar en el estudio de las posibles coincidencias –incluso, coyunturales– con las principales organizaciones políticas y sindicales españolas de la época (de derechas: Renovación Española, Frente Nacional, CEDA, Comunión Tradicionalista; y de izquierdas: especialmente, CNT y Partido Sindicalista). Aunque no hay que descartar ninguna sorpresa, hasta el momento no consta que se produjeran contactos significativos con el Partido Socialista Obrero Español, el Partido Comunista de España y la Unión General de Trabajadores, con los que la desavenencia política y doctrinal fue siempre patente.

También, el estudio de las relaciones de la cúpula dirigente nacionalsindicalista con algunas embajadas en Madrid (en concreto, Alemania, Italia, Francia, Gran Bretaña y EE. UU. de Norteamérica), particularmente durante los años de la contienda española, tal vez, podría aportar noticias de interés.


V. Las fuentes de información


Con los medios de escritura, grabación y reproducción audiovisual existentes durante el período republicano y a lo largo de la guerra civil, más la burocracia administrativa de la época y de la posterior, deben abundar testimonios de toda índole que hayan logrado llegar hasta nuestros días. Cabe albergar esperanza, a pesar de las intencionadas campañas llevadas a cabo para su destrucción, sin olvidar nuestra tradicional desidia patria.

En consecuencia, en relación principalmente con las citadas etapas históricas (que, a nuestro juicio, son fundamentales para el mejor conocimiento del nacionalsindicalismo, aunque tampoco hemos de descartar los años siguientes), sin ánimo exclusivo, sugerimos las siguientes fuentes informativas:

1. Prensa

Por motivos obvios, en primer lugar, hay que acudir a la escrita, en especial a la contenida en la Hemeroteca Nacional y en otros organismos. Además de los primitivos órganos nacionalsindicalistas (FE, Arriba, La Conquista del Estado, No importa…), resulta obligada la consulta de numerosas publicaciones editadas en capitales de provincia y localidades importantes (muchas de ellas con nombres similares).

Durante la guerra civil, entre otras muchas publicaciones periódicas, se editó Jerarquía (autodenominada La revista negra de la Falange [4]. Su consulta es recomendable para conocer la actitud de los intelectuales más representativos del falangismo en plena contienda, una vez desaparecidos los fundadores. Más tarde, en la misma línea, destacan la revista Escorial y el diario Arriba.

En general, también hay que acudir a los diarios y semanarios publicados durante el franquismo. En concreto, constituyen una interesante fuente de información los ejemplares correspondientes a determinadas fechas (29 de octubre y 20 de noviembre, especialmente), tanto en España como en el extranjero. Toda la llamada Cadena del Movimiento, entre otros, recoge información de interés.

Igualmente, merecen ser conocidas las publicaciones confeccionadas en el seno de la División Azul y que eran distribuidas entre las unidades del frente. Aunque su finalidad y espíritu no eran propiamente políticos, sino todo lo contrario, entre líneas puede obtenerse información de valor.

Tampoco deben olvidarse las numerosas y sencillas publicaciones falangistas de crítica y oposición al franquismo, sobre las que continúa pendiente su adecuada recopilación. En líneas generales, puede afirmarse que, durante los años sesenta y setenta, no hubo grupo falangista (especialmente, a nivel de estudiantes universitarios, aunque también de núcleos obreros) que no contase con boletines multicopiados[5], muchas veces de corta vida. No tenemos constancia de la existencia de similares boletines de combate durante los años cuarenta, a cargo de los grupos de Falange Auténtica. 

2. Archivos

Con expresa mención del Histórico Nacional, más los de Ávila y Salamanca, hay que tener en cuenta los de índole judicial (Tribunal Supremo, audiencias territoriales y provinciales, así como tribunales militares) y policiales. Naturalmente, tampoco deben excluirse los archivos judiciales y militares del bando republicano. También, existen datos de indudable interés en numerosos organismos oficiales, como el Congreso de los Diputados, Administración del Estado, diputaciones, ayuntamientos, etcétera.

En cuanto a las embajadas y consulados, destacan especialmente, las representaciones en Madrid de las grandes potencias de entonces, sin desdeñar los archivos de algunos consulados en determinadas ciudades. En este sentido, los papeles desclasificados de EE. UU. y de la URSS representan una fuente de especial importancia, a los que hay que sumar los correspondientes de Alemania, Italia, Gran Bretaña, Portugal…

Igualmente, pueden aportar una estimable información los archivos de los partidos políticos y centrales sindicales a lo largo de la etapa republicana y de la guerra civil (Partido Socialista Obrero Español, Partido Comunista de España, Unión Republicana, Confederación Nacional del Trabajo, Unión General de Trabajadores, Partido Sindicalista, Partido Nacionalista Vasco, Esquerra Republicana, etcétera), así como los correspondientes a las actuales fundaciones (Francisco Franco, José Antonio Primo de Rivera, Francisco Largo Caballero, Indalecio Prieto Tuero, José Díaz Ramos y Ramón Serrano Súñer, entre otras), que con toda seguridad conservan documentación de interés para el mejor conocimiento del fenómeno nacionalsindicalista.

Tampoco deben olvidarse los archivos privados, aunque más bien hay que hablar de documentos en posesión de descendientes de los militantes de la primera hora. Son incalculables e irán surgiendo paulatinamente. Lo mismo puede afirmarse de los que se encuentren en manos de descendientes de notables miembros del Frente Popular. En este sentido, especial interés merecen los documentos correspondientes a los primeros años del nacionalsindicalismo; como hemos dicho, algunos cayeron en manos de organizaciones de izquierda, otros fueron destruidos por razones de seguridad en los primeros momentos de la guerra y, finalmente, algunos continúan en posesión de particulares.

3. Fotografías y documentos sonoros

Aunque en escaso número, parece razonable que algunos hayan subsistido tanto en archivos de prensa como en manos particulares. Todos ellos pueden suministrar una información del máximo interés sobre asistentes a actos públicos, edades, indumentarias, etcétera.

Como documento sonoro es sobradamente conocido el corto fragmento en que José Antonio, con gabardina, habla sobre los males que afectan a España. Por otra parte, existe un gran número de grabaciones interesantes correspondientes a las formaciones que se enfrentaron durante la guerra.

Recientemente, se ha publicado Historia gráfica de Falange y también se tiene noticia de numerosos reportajes y publicaciones conteniendo fotografías sobre los actos y personajes del nacionalsindicalismo. De todos modos, estamos convencidos de que todavía falta mucho tiempo para disponer de una obra completa. En este sentido, se impone la necesidad de un ambicioso archivo documental nacionalsindicalista.

Tampoco deben olvidarse las grabaciones conservadas en las emisoras de radio. Algunas de ellas constituyen un material de extraordinario valor.

4. Bibliografía

Llama la atención, sobre todo en los últimos años, la producción escrita sobre los fundadores del nacionalsindicalismo (tanto biografías como examen de cuestiones particulares), en torno a la historia de Falange en particular u otras organizaciones y sobre distintos temas doctrinales. También, se han editado parciales recopilaciones epistolares y sencillas antologías de textos e, incluso, se ha recurrido al relato novelado.

La mención de todas las obras publicadas, afortunadamente en continuo crecimiento, se nos presenta en este momento como una tarea imposible. Por ello, nos limitamos a decir que existen algunos listados bibliográficos sobre el nacionalsindicalismo (ciertamente incompletos, dado el ritmo de crecimiento)

En contraposición con el silencio mantenido durante decenios, con excepciones a veces panegíricas y de escaso calado, produce verdadera sorpresa la continua aparición de nuevas obras sobre este movimiento político. Un indicio más de su desconocimiento y de la perentoria urgencia de que se desvelen numerosos enigmas y de que se aclaren muchos puntos oscuros.


VI. De cara al futuro


Desde el comienzo de la actual etapa democrática, existen organizaciones que se autoproclaman legítimas (cuando no únicas) depositarias del pensamiento nacionalsindicalista. Dicho fenómeno también se manifestó a finales de la Segunda República y durante todo el período franquista. Es una característica que, a modo de maldición, suele acompañar a la historia de esta corriente ideológica española.

Muchos se preguntan cuáles son las razones de que en la actualidad no se produzca la unión de todas las fuerzas afines. Se alega que la conveniente unificación de grupos podría conducir, si no al éxito inmediato (utopía, hoy), al menos a unos mejores resultados electorales que les permitan intervenir con cierta presencia en la vida política nacional.

En nuestra opinión, la causa puede hallarse en la existencia de una diversidad de concepciones sobre el nacionalsindicalismo, con heterogéneas organizaciones que pretenden el monopolio interpretador. Estas oscilan desde posiciones próximas a la derecha política (a veces, incluso, a lo que puede considerarse como extrema derecha), hasta otras que parecen situarse más cercanas al genuino nacionalsindicalismo, cuando no a ciertas posiciones de izquierda. Es decir, las distintas formaciones que se proclaman como fieles interpretadoras no siempre coinciden en lo fundamental.

Lo primero, pues, que se requiere para la consecución de la necesaria unión de todos los hombres y grupos que se sienten identificados con el nacionalsindicalismo es la clarificación conceptual e ideológica de qué se entiende por dicho pensamiento político.

En consecuencia, resulta difícil la aproximación estratégica (en las actuales circunstancias, hablar de identificación doctrinal sería una ilusión) entre posiciones ideológicas absolutamente incompatibles. A título de ejemplo, como diferencias importantes pueden citarse: la aceptación del partidismo liberal como medio de participación en la vida pública o la aspiración a un partido único, en contraposición con un modelo basado en unidades naturales de convivencia; la compatibilidad con la socialdemocracia, con el socialismo marxista o con el capitalismo, en lugar de un Estado de inspiración sindical; la apuesta por un modelo monárquico o republicano; o la alineación con otras naciones en el plano internacional, especialmente en el ámbito europeo.

Por el contrario, existen otros muchos temas sobre los que no se plantean divergencias importantes; de este modo: la crítica al sistema de autonomías; la dignidad de la persona, la enseñanza pública, la vocación iberoamericana, el papel de las fuerzas armadas, etcétera.

Mientras los nacionalsindicalistas no aclaren sus ideas, es decir, mientras no se recorra el obligado camino de examen y debate, seguirán condenados de modo irremediable al desencuentro entre ellos mismos y al ostracismo político.

No obstante, es justo reconocer que en los últimos tiempos se observan unos indicios esperanzadores. Por un lado, se percibe una tímida aproximación entre algunas organizaciones nacionalsindicalistas, posiblemente debido a que personas no condicionadas por anteriores circunstancias y diferentes actitudes estratégicas están accediendo a los órganos de dirección de aquéllas. En segundo lugar, se está produciendo un incremento de publicaciones serias y de calidad sobre determinados puntos fundamentales del nacionalsindicalismo, lo que constituye una clara muestra del sentimiento de necesaria reflexión y estudio.


VII. Conclusión


De todo lo expuesto se deduce que ha de profundizarse tanto en el desarrollo del contenido doctrinal del nacionalsindicalismo como en el mejor conocimiento de su historia, ya que ambas facetas constituyen las dos caras de la misma moneda. Por ello, con la mayor honradez posible y con toda la crudeza que sea necesaria, han de eliminarse las sombras que lo ocultan. Solo la verdad nos hará libre; apliquémosla, pues, sin conclusiones preestablecidas, pero también sin complejos.

Son tantas las cuestiones pendientes que nos encontramos en presencia de una ingente tarea, para la que hay que contar con la colaboración de futuras generaciones. Aunque no creemos en la amenaza de su condena definitiva al desván de la historia, sí resulta evidente la posibilidad del retraso de su conocimiento que, a la postre, puede repercutir de modo significativo en su valoración política y en su utilidad práctica. Difícilmente podrá aspirarse a una mayor presencia nacionalsindicalista en nuestro solar patrio y, por supuesto, a su necesaria difusión por otras tierras –a destacar, por su obviedad, las iberoamericanas (aunque no las únicas)–, si no se procede previamente a una tarea de clarificación.

Mientras no se descorran esos velos, se continuará en tinieblas.


  • [1] Aunque los que conformaban el bando enfrentado pertenecían a la misma nación, la dependencia de las instrucciones dictadas por los agentes de la URSS y de la Internacional Comunista, por parte de un importante sector, junto con una eficaz propaganda, facilitó la apropiación del calificativo por parte de quienes se levantaron contra el régimen republicano.
  • [2] Cuestión que no es baladí, pues a ello hay que añadir la corta experiencia política de su principal organización (Falange Española de las JONS), con escasa implantación nacional, así como el incipiente desarrollo de su cuerpo doctrinal y la joven edad de la mayoría de sus militantes.
  • [3] En los últimos años, de modo creciente, están apareciendo publicaciones sobre esta gesta. No obstante, todavía es insuficiente el conocimiento que se tiene de numerosos aspectos de su actuación no bélica (relaciones con la población rusa, desavenencias con mandos nacionalsocialistas, bajas de representativos militantes falangistas, reproducción de los boletines de prensa divisionarios, etcétera).
  • [4] En Pamplona, a cargo de la Jefatura Nacional de Prensa y Propaganda de Falange Española Tradicionalista de las J.O.N.S. (así, sin la «y» entre Tradicionalista y de las J.O.N.S.). Basta con asomarse a sus páginas para comprobar el estilo que impregnaba esta publicación, al servicio del bando nacional.
  • [5] Sin ánimo exhaustivo, entre otros muchos: Misión (Madrid), CONS y UNT (Madrid), Arriba segunda época (Madrid), Vertical (Sevilla), Ademán (Granada), SÍ (Valencia) y Círculo Cultural Hispánico (Barcelona).

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