ARGUMENTOS

Reflexiones para una España mejor

Es urgente rescatar el amor a España, combatir el populismo, recuperar el interés por lo colectivo, una forma de hacer política con credibilidad, rescatar una cultura ética en lo público,...


Publicado en la revista Somos (junio de 2020). Editado por la asociación cultural Avance Social. Ver portada de la revista Somos en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

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Reflexiones para una España mejor

Reflexiones para una España mejor


Estamos viviendo un momento de especial preocupación, porque vivimos en una sociedad en conflicto no solo en España, también en Europa, convirtiéndose en un problema mundial. Si en algo se caracteriza la sociedad actual es la de ser enormemente conflictiva, a la que ahora hay que añadir la pandemia originada por el covid-19, a la que no haré más referencias.

En España hay factores que amenazan seriamente la gobernabilidad. Basta mencionar el fenómeno de los independentistas y el fenómeno de la corrupción tan extendido. Hay conflictos de Estado, en el Gobierno, en la política, en la sociedad, en la empresa, en la educación, en la familia y en las personas, cuyos efectos se manifiestan de forma diferente. Ante esta situación, podría sonar como idealista, aunque cierta, aplicada a la sociedad de hoy la conocida definición de san Agustín: “Pueblo es el conjunto multitudinario de seres racionales asociados en virtud de una participación de las cosas que aman”.

Parece que este maravilloso ideal se disuelve en la cantidad de conflictos que cada día aparecen en la sociedad actual. Ideal que habría que ayudar a rescatar para que pueda responder a las necesidades del pueblo que la integran. Propongo como primera reflexión: ¿Cómo rescatar el amor a España?

La política debería preocuparse de buscar el bien común. Tan lógica meta, nos ofrece unos contrastes alarmantes en la sociedad española, pues desafortunadamente hoy la prosperidad de la nación se mide más en términos financieros y contables que éticos.

A tal desviación del fin querido por la política, contribuye la dictadura del libre mercado que se ha convertido en una especie de mandato constitucional en cabeza de la Organización Mundial del Comercio. Esta dictadura, que ejerce, paradójicamente dentro del sistema democrático, abre las puertas a la inquietud social. Por ello, la política por su propia esencia de búsqueda del bien común a través del ejercicio del poder, debe ir más allá de la economía. Aquí surge otra reflexión ¿Cómo rescatar la ética?

Otro aspecto que quisiera señalar es que la política y los gobiernos están en serio déficit con las necesidades prioritarias de la sociedad, y eso nos lleva a que la ciudadanía se sienta engañada. Las movilizaciones políticas de diversas banderas partidistas o de grupos sociales afectados, están a la orden del día, y son fuentes de perturbación permanente.

De ahí que no nos resulte extraño que, por ejemplo, un movimiento como los indignados surgido en Europa en años recientes, se implante en España, como Podemos, con una enorme aceptación popular consiguiendo un importante número diputados y gobernar en las ciudades más importantes de España en su primeras comparecencias a las elecciones generales y a las municipales, y aunque en las últimas elecciones han bajado considerablemente han logrado formar un Gobierno de coalición con los socialistas, y aquí tenemos otro tema para reflexionar ¿Cómo combatir el populismo?

En cierta manera en nuestra sociedad es evidente el fracaso de las ideologías que han inspirado la política en el mundo en los dos últimos siglos: La teoría de la liberación surgida en la revolución francesa, el marxismo en sus diferentes fuentes de socialismo y de comunismo, el capitalismo que domina el acontecer político en buena parte de las sociedades actuales, penetrando con fuerza en los últimos años en la ideología de la globalización, que se presenta como el tren de la victoria, como gran fuente de soluciones, quedando subordinada la persona al Estado, al punto de desnaturalizarla como decía san Juan Pablo II: corremos el riesgo de que se convierta en una “nueva forma de colonialismo“.

Por todo ello, no es extraño que todos los aspectos mencionados produzcan un profundo desencanto frente a las ideologías políticas vigentes. No podemos olvidar que hay dos fenómenos que ofrecen como dos cánceres que radicalizan los problemas y la inconformidad en forma que amenazan directamente la gobernabilidad del Estado y sus instituciones: los separatismos y la corrupción.

Sus dimensiones están poniendo en vilo la seguridad de la nación, su credibilidad y fortaleza. Este drama afecta a cada uno de los ciudadanos en su búsqueda inevitable del bienestar y su calidad de vida. El hecho de que la mayoría de la gente piense ante todo en el éxito como algo ligado a la seguridad material refuerza, una vez más, el predominio de lo económico sobre la política.

Ahí la persona es la gran perdedora. Hay una situación que arranca del predominio del tener sobre el ser, en una palabra, el materialismo, a cuyo amparo se cultiva el individualismo, con el olvido de lo colectivo, lo que deriva en el relativismo ético, en la violencia y en la anarquía social. Aquí tenemos otro tema para reflexionar ¿Cómo se consigue recuperar el interés por lo colectivo?

En general, se recorta el ámbito de acción de las personas, se empobrecen las relaciones sociales, se afecta a la identidad cultural, al patrimonio y al civismo, la discusión de la historia (triunfando la mentira sobre la verdad), las tradiciones culturales, los valores religiosos, todos ellos referentes importantes que ofrecen a la persona una orientación sobre su conducta. Las personas se vuelven vulnerables a la vida fácil, a la renuncia del sacrificio, y a la falta de ciudadanía participativa y comprometida con el bien de España.

Y lo que pervive de la moral, se torna algo confuso, en cuya interpretación juega un papel desorientador los medios de comunicación, que ejercen una especie de hipoteca sobre la sociedad. Se abandona la formación moral del individuo y su plena inserción en la sociedad. Y la sociedad que no puede existir sin familia y sin personas que puedan desarrollarse íntegramente, se convierte en una inmensa caravana de solitarios que no va camino de ninguna parte.

España necesita una sociedad civil fuerte y operante para restaurar la necesidad de la política y lograr hacer autentica comunidad humana. Una sociedad humanizada se forma cuando las libertades individuales se sujetan al común bienestar de los hombres y cuando se respeta el orden natural y se busca la perfección social con esos límites. Aquí tenemos otro tema para reflexionar: ¿Cómo respetar la política en la sociedad actual?

La sociedad se realiza en las instituciones: la familia como primera escuela de solidaridad; las empresas como ámbitos necesarios para impulsar la economía y la productividad; las instituciones educativas necesarias en la formación para el trabajo productivo y también para la vida social; las instituciones asistenciales o culturales, que cumplen objetivos complementarios e imprescindibles; las instituciones políticas y jurídicas que obran con autoridad reguladora de las diferentes instancias.

Para que las instituciones orienten de verdad su actividad al bien común, no a los intereses particulares, deben acatar una ley común, deben poseer tareas comunes, ofrecer resultados comunes y tener una vida de relaciones comunes. Una de fortalecer las instituciones es teniendo claro que la política es para servir a la sociedad no para servirse de ella. Que su acatamiento viene dado por la ética que despierta la virtud de la obediencia de los gobernados, como fundamentaba Aristóteles: el deber de la obediencia a la ley.

Hay que rescatar la política que hunde sus raíces en la naturaleza humana, que sigue una regla de conductas esenciales inscritas en el ser, que no dependen de las variables circunstancias de las ideologías políticas o de las encuestas. En este sentido se trata de algo universal, no globalizado como fruto de las conductas políticas. Hay que trabajar esforzándose con urgencia en rescatar una cultura ética en lo público.
Es necesario una España con la moral alta, no sólo para contrarrestar la imagen propagada por algunos medios de comunicación, sino porque es una necesidad social vinculada a la recuperación de la autoestima como país y la eficacia de la lucha contra la corrupción.

También hay que recuperar el concepto de deberes, porque “toda persona tiene deberes respecto con la comunidad, porque sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad”, se lee en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En la actualidad es muy corriente oír hablar de derechos y pocas veces de deberes.

Otro tema para reflexionar es ¿Cómo recuperar la familia? Parece paradójico, el Estado se ha dedicado a destruir la familia. Se facilita la disolución (separación, divorcio exprés, matrimonio homosexual con adicción, se debilita la autoridad de los padres, no se permite el oportuno cuidado de los hijos debido a los horarios laborales, se fomenta la legalización de formas de familia que no se corresponden a su naturaleza fundamental, la educación no se ocupa para formar en la vida familiar.

Destruyendo la familia como institución, se provoca la ruptura con la propia cultura. Con ello la nación queda despojada de su identidad, y queda obligada a aceptar o imitar la cultura de otras sociedades. Muchos sectores pretenden diseñar hoy una “familia incierta”, una especie de ”uniones a la carta” en la que se deja a las partes determinación de sus efectos, duración y fin. Hoy existe una agenda contra la familia, desde las instituciones y desde los medios de comunicación que se trata de imponer al margen de la naturaleza.

El matrimonio queda reducido a una relación afectiva sexual, a un simple hecho cultural. Lo que logran es que los jóvenes no se interesen por el matrimonio porque pierden libertad, según ellos para cambiar. Todo ello, contra el reconocimiento que hizo la ONU, al decir qué “la familia es elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado“. No cabe duda qué, el Estado no puede reemplazar nunca a la familia y si se rompe la familia se rompe el equilibrio del Estado. Creo que esto debe ser objetivo fundamental, porque no hay nada más sólido que lo natural y lo natural en la concepción política de la sociedad es la familia.

Otro motivo para reflexionar es ¿Cómo superar el odio entre los españoles? Creo que todos estaremos de acuerdo que el impulso más reseñable en la historia de España es el odio contra sí misma, de nuevo alentado por la propuesta para la reforma de la memoria histórica del PSOE. Si antes decíamos que la corrupción y el independentismo son dos cánceres, el odio es como una metástasis, lejos de la necesaria concordia y reconciliación de los españoles.

Si analizamos las anteriores reflexiones y lo que parece pretende llevar a cabo el actual Gobierno, como es reformar o cambiar la Constitución, el modelo de Estado, jugar con la unidad de España, el control del poder judicial, la compra de votos, no respetar la propiedad privada, el control de los medios de comunicación, y no digamos el modelo económico que persigue, nos daremos cuenta que es urgente rescatar el amor a España, combatir el populismo, recuperar el interés por lo colectivo, una forma de hacer política con credibilidad, rescatar una cultura ética en lo público, recuperar el concepto de deberes no solo de derechos, es fundamental recuperar la familia y promover la concordia y la reconciliación entre todos los españoles entre otras cosas.

La situación actual española es verdaderamente preocupante, mientras tanto el futuro es incierto, porque no nos engañemos, lo único que tenemos claro en estos momentos, es quienes son los que no aman a España, y también quienes son los que han venido para servirse de la política y no a servir. Afrontar el futuro inmediato que se vislumbra, si la sociedad española no cambia, y lograrlo no es cuestión de una generación, por ello, con independencia de lo que se pueda hacer en el presente, se requiere comenzar a sembrar en los niños y en los jóvenes hasta conseguir que España sea un conjunto multitudinario de seres racionales asociados en virtud de una participación de las cosas que aman, como decíamos al principio con la conocida definición de pueblo de san Agustín.

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