ARGUMENTOS

Fundamentos entre la historia y el hombre

Habrá que entender que existe alguna finalidad exterior al propio hombre en la historia, y esta solo puede estar emplazada en una interpretación trascendente.


Publicado en la revista Lucero (núm. 154, de enero-marzo de 2024). Editada por la Hermandad Doncel - Barcelona | Frente de Juventudes. Ver portada de Lucero en La Razón de la Proa (LRP). Solicita recibir el boletín semanal de LRP.

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Fundamentos entre la historia y el hombre

¿Es la historia un simple transcurrir del ser humano a lo largo del tiempo sin orientación alguna además de las que le pueda proporcionar la casualidad o las constantes innovaciones tecnológicas?

¿Es la historia equivalente a ese progreso indefinido, tal como dogmatizaba la Ilustración, puesta en práctica constante por el mundo actual por acción de las ideologías derivadas de ella?

Estas preguntas inciden de lleno en dos aspectos importantes: la negación de la libertad profunda del hombre y su inclusión radical en el inmanentismo, o, por el contrario, la afirmación rotunda de aquella libertad y la permanente apertura humana a lo trascendente.

El estudio del pasado y la experiencia nos muestran que ese progreso indefinido carece de base real y eficiente, pues no ha conducido en absoluto a la felicidad humana y, por el contrario, la ha ido socavando en multitud de ocasiones; la humanidad no es un “dispositivo técnico” que pueda ser mejorado intrínseca e indefinidamente, sin otros recursos que la ciencia y la razón, como sostienen las teorías gnósticas. Como dijo Ratzinger:

«El hombre sigue siendo igual, tanto en las situaciones primitivas como en las técnicamente desarrolladas, y no sube de nivel simplemente por haber aprendido a emplear instrumentos mejor desarrollados».

Por lo tanto, habrá que entender que existe alguna finalidad exterior al propio hombre en la historia, y esta solo puede estar emplazada en una interpretación trascendente, es decir, asumiendo el papel que tiene Dios, tanto como Creador como Redentor. La misma experiencia nos demuestra que la negación de Dios equivale, en la realidad, a la negación del hombre, que, a pesar de los indiscutibles y benéficos ⎼a veces⎼ avances de la técnica, se encuentra perdido, sin horizonte de finalidad alguna, tanto en su dimensión personal como en su dimensión colectiva, como ”humanidad”.

La interpretación trascendente de la vida, por el contrario, otorga esta idea de finalidad (no de fin o acabamiento en un momento dado) del proceso histórico. El hombre procede de Dios y va a Dios, una vez superado su paso por la existencia terrestre; está llamado a la trascendencia, cuya muestra es la resurrección de Cristo, que anuncia la destrucción de la muerte como tal acabamiento y la promesa de la Vida Eterna, siempre en función de la libertad otorgada al hombre como criatura.

La historia, así entendida, es una historia de la Salvación para el ser humano; los avances de la ciencia y de la técnica deben ser entendidos como como una colaboración humana en la tarea de una Creación inacabada; la razón humana es el instrumento que Dios otorgó al hombre para esta colaboración, y aquí entra de lleno al concepto de libertad, que no puede ser constreñida por determinismo alguno, sea de base marxista o de base liberal. Razón y Fe, inteligencia y libertad van al unísono. Pero aún nos falta el motor de esa historia de la salvación: el amor, que debe regir las relaciones humanas para lograr la armonía, si es que tenemos en cuenta ese sentido trascendente y no nos quedamos a una cerrada inmanencia. Una derivación importante de todo esto es la igualdad esencial entre todos los seres humanos, como hijos de un mismo Dios.

El mundo actual nos hace recordar la fábula bíblica de la Torre de Babel, cuando el ser humano cree poder desplazar a Dios de su horizonte y alcanzar la plenitud por sus propias fuerzas. Así, las ideologías prescinden de Dios y creen ingenuamente que crecerá por su influjo ese paraíso en la tierra, a pesar de las continuas evidencias que demuestran cabalmente lo contrario.

Si partimos de esa interpretación trascendente, con el protagonismo de Dios en primera fila, sí es posible recordar y afirmar rotundamente que el hombre recibió de su Creador el sello de la dignidad que le otorgó asimismo la libertad, que supera al instinto puramente irracional, y que forma una integridad completa de alma y cuerpo; y eso es válido para todos los hombres, sin distinción alguna. Esta fue la interpretación española de la vida a lo largo de la historia, esa que España llevó universalmente.

Y recordemos también que una antigua canción que nos enseñaron terminaba diciendo que «...la historia es un quehacer de amor», y la cantábamos con entusiasmo, muchas veces sin alcanzar ni escrutar su profundo sentido.


  • Inmanentismo-. Teoría según la cual lo representado como contenido de la consciencia es la única realidad en oposición a lo que está fuera de ella.
  • Sobre la canción: Marchan las nuevas juventudes

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