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La espiritualidad como pensamiento joseantoniano

Lo espiritual es lo que nos une. Porque es una dimensión humana y, por ende, creada. Si es creada, es creada por Dios y, por ende, lo es para todos. De ahí que ser de izquierdas o de derechas genera división, no unidad, ni igualdad, ni solidaridad. En definitiva, ¿por qué José Antonio tenía este fundamento teológico? Por amor a todos, sin excepción.

Publicado en Gaceta de la FJA, núm. 349, de octubre de 2021.
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La espiritualidad como pensamiento joseantoniano

La espiritualidad como pensamiento joseantoniano


Siguiendo a Sánchez Marín (José Antonio primo de Rivera: la teoría y la realidad), la concepción política se basa en las ideas, algunas de las cuales tienen un fundamento teológico. Esto lo podemos comprobar en la siguiente cita de José Antonio, que recoge el propio autor: «Sin descubrir el substratum religioso no se entiende nada». El fin al que aspira el hombre es un fin trascendente, religioso. No es ni la patria ni la raza... ¿Un fin católico? «Desde luego, de sentido cristiano».

Por su parte, en el punto programático VIII se dice: «Falange Española no puede considerar la vida como un mero juego de factores económicos. No acepta la interpretación materialista de la Historia. Lo espiritual ha sido y es el resorte decisivo en la vida de los hombres y de los pueblos».

Permítaseme, sobre esas la bases, una reflexión filosófica y teológica en relación con la unidad de España en perspectiva joseantoniana, como diría Ortega. Tiene más que ver de lo que parece. La unidad, en cuanto tal, no es el uno, sin más. Porque el uno no tiene sentido si no es relativo a algo. El uno, por tanto, no se puede configurar como una nómada, aislada de todo lo demás. El uno excluyente no es uno. El uno es uno porque hay otro u otros.

Lo demás, pues, también existe y, por propia naturaleza, es diverso: tú piensas esto, yo pienso lo otro; esto está aquí, con lo que lo otro está allí; hago esto, tú haces aquello. El uno, pues y por propia naturaleza y función, no tiene sentido sin lo múltiple. Porque el uno es, por sí, relacional: lo uno sin lo múltiple carece de sentido porque existe lo demás. Ese “lo demás” es fundamento de existencia, como también lo es lo uno, por eso y para eso ex-siste. Esa ex–sistencia significa estar fuera de: nuestro ser es para, no es un solipsismo. Y si es para: para qué o para quién.

Si es para qué, es un quehacer. Si es para quién es para los demás. Esa es la alternativa al uno en sí y para sí queda reflejada en el prefijo alter, pues relaciona ese uno a ese otro, a ese para qué, y a ese sujeto, a ese para quién. Y, en concreto, ¿qué entendemos por ese “para qué” y por ese “para quién”?

La apertura a la realidad, en cuanto tal, no es otra cosa que, observándola pensando, nos hace ver que somos para los demás. Y, ¿qué entendemos por “para los demás”? Para todos. Porque todo y todos formamos parte de la realidad, que es una, diversa y, por tanto, TODA, por propia naturaleza: la realidad, como tal, está puesta, no la ponemos nosotros (ni, mucho menos, abarca mi punto de vista).

Y, a sensu contrario, la diversidad no genera división, sino como tal, converge en la unidad: nos juntamos no por juntarnos, nos juntamos con alguien (ese otro u otros) y para algo (ese quehacer), lo que nos configura en nosotros, no en unos y (contra) otros, parafraseando a Ortega. Ese “nosotros”, pues, nos hace “todos”. Lo excluyente va en contra de ese “todos”.

Como decía Ortega, «…vivir como parte de un todo y no como todos aparte» (España invertebrada, 1964, p. 48). «Los grupos que integran un Estado viven juntos para algo: son una comunidad de propósitos, de anhelos, de grandes utilidades. No conviven por estar juntos, sino para hacer juntos algo» (p. 51). De ahí que José Antonio diga «…nosotros no somos nacionalistas, porque el nacionalismo es el individualismo de los pueblos;…» (Obras, 1971, p. 720). «España es, ante todo, una unidad de destino» (p. 85).

Esa unidad de destino en los universal es la que nos relaciona y unifica, por diversos: así somos (unidad) y para eso nos juntamos (unidad de destino). La Patria no es un ente cerrado, sino abierto. No puede circunscribirse a España sola y exclusivamente, sino a Europa y, por extensión, al mundo.

Redimensionando teológicamente todo lo dicho, dicha reflexión está conectada con la realidad en tanto que creada, porque no se crea a sí misma, sobre todo ex nihilo: la humanidad (y, por extensión, todo y todos), es revelación de Dios Uno y Trino en todo lo creado. Como la unidad en la diversidad.

Es expresión, pues, de Dios (uno) como Trinidad (diverso). De ahí nace la solidaridad con todos, no con unos pocos. La antropología o es teológica o no lo es cabalmente. Y José Antonio, en su lucidez, lo contempló mirando, reflexionando y respondiendo amando y orando por y para todos. Lo espiritual es lo que nos une. Porque es una dimensión humana y, por ende, creada. Si es creada, es creada por Dios y, por ende, lo es para todos. De ahí que ser de izquierdas o de derechas genera división, no unidad, ni igualdad, ni solidaridad. En definitiva, ¿por qué José Antonio tenía este fundamento teológico? Por amor a todos, sin excepción.

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