OPINIÓN

Lo de la conspiración del 'Nuevo Orden Mundial'.

Recordemos, por poner un ejemplo, aquellos años cuarenta del siglo pasado, en los que se habían conjurado contra nosotros todos los poderes facticos del mundo.


Publicado en el núm. 144 de Cuadernos de Encuentro, de primavera de 2021. Editado por el Club de Opinión Encuentros. Ver portada de 'Cuadernos' en LRP. Recibir actualizaciones de La Razón de la Proa (un envío semanal)

2021-04-21-nuevo-orden-1w
Lo de la conspiración del 'Nuevo Orden Mundial'.

Lo de la conspiración del nuevo orden mundial.


Hace ya más de un año que en la revista Altar Mayor, y a propósito de un documentado artículo de Javier Esparza y un suelto en ABC de Manuel de Prada, me permití hacer unas reflexiones y expresar algunas opiniones sobre este controvertido tema del llamado «Nuevo Orden Mundial», que como se dice ahora se ha hecho viral, del que todo el mundo habla, y al que se atribuye el enorme poder de estar detrás de casi todos los acontecimientos de cualquier tipo que nos afligen hoy, y de los que parece nos afligirán en un futuro inmediato.

Y lo hago confesando mi ignorancia sobre el mismo, porque aunque he leído varios textos y escuchado con interés muchas opiniones sobre este tema, en la mayoría de los casos son de tipo referencial, aludiéndolo de una forma genérica cuando se denuncia alguna calamidad moral, religiosa, política, económica, social, e incluso sanitaria en España o en otros puntos del mundo, culpándole de su autoría, ya que se da por cierto que se producen por la decisión y los planes de ese nebuloso sanedrín.

Sanedrín escasamente personalizado con nombres y apellidos, salvo los de las familias multimillonarias Rokefeller y Rothschil, ambas de origen alemán y la segunda de ascendencia judía, que junto a otros cuantos poderosos personajes, siempre supuestos masones, viven afincados en Wall Street.

No obstante lo anterior, es verdad que hay numerosos libros que tratan sobre este tema, con abundantes datos, pero que pudiendo ser ciertos, me parecen bastante tendenciosos y más especulativos que fundados en pruebas rigurosas y a mi juicio con abundantes contradicciones como iré señalando.

Si este asunto se estuviera tratando o debatiendo solo entre eruditos o expertos, historiadores, teólogos economistas o politólogos solventes, yo me limitaría a seguir leyendo o escuchando, como hago siempre cuando me siento lego en la materia de la que se habla, pero como observo que aquí todo el mundo cita, pontifica y presume de conocer sus entresijos y a veces con dudosa solvencia, me atrevo a exponer también mi modesta opinión por si sirviera de algo y sobre todo con el deseo de fomentar un debate entre nuestros socios, lectores y colaboradores, seguramente mejor informados que yo, que pudiera resultar útil para aclarar ideas y evitar posibles confusiones.

Empezaré refiriéndome al nombre: Nuevo Orden Mundial, y en primer lugar por lo de nuevo, que me produce la primera confusión y tal vez a otras muchas personas, ya que parece que nos estamos refiriendo a un fenómeno que acaba de nacer o que se acaba de conocer ahora, cuando por lo leído y escuchado, hay muy diferentes criterios.

Los más extendidos sitúan ese nacimiento o ese conocimiento tras la Revolución francesa, junto a los principios de la masonería. Otros, en la fundación del Club Bilderberg o en unas declaraciones de un miembro de esa familia Rocfeller a finales del siglo pasado, e incluso algunos teólogos –desde una perspectiva religiosa– se remontan a dos mil años atrás en el eterno enfrentamiento entre el Bien y el Mal, entre Dios y el Maligno y que ahora aprecian signos evidentes de recrudecimiento y actualidad.

En cualquier caso parece deducirse que, sea como sea, la amenaza de hoy no tiene nada de nueva. En todo caso sería una versión actual con personas, planes y medios diferentes. De hecho, ya se está hablando también de una nueva operación llamada «El Gran Reinicio», capitaneado por los gigantes económicos del Fondo Monetario Internacional y el Fondo Económico Mundial, del Foro Davos.

Respecto a su poder y capacidad de controlar o estar controlando ya al mundo de acuerdo con sus designios, sería estupidez o ignorancia por mi parte, el negar que en estos momentos no existan signos más que evidentes de que sufrimos en Europa y por supuesto también en España, una campaña sistemática de acoso y derribo de los valores morales y espirituales, junto a los políticos y económicos que inspiraron en su momento la fundación de la Unión Europea, y muy acusada en nuestro país con el actual gobierno.

Que todo ello esté auspiciado y financiado por algún grupo concreto de presión económica o ideológica que trabaja para conseguir hacerse con los resortes precisos para tratar de implantar ese Orden, es decir el suyo, a nivel mundial, pues puede ser posible, e incluso probable.

Y naturalmente, creo que es algo que puede y debe preocuparnos y mucho, pero lo que no me explico es por qué parece sorprendernos y como decía antes, referirnos a ello como si fuera algo nuevo y original.

Porque desgraciadamente desde los principios de la Historia conocida, los pueblos dirigidos en tiempos pasados por reyes, faraones o caudillos, y hoy más actuales, por gobiernos y grupos poderosos de diversa índole, vienen intentando y a veces consiguiendo, un mismo fin: conseguir el Poder.

De una u otra forma, pero el Poder. Ya sea territorial, económico, religioso o cultural, a través de interminables guerras, o invadiendo y controlando otros países, imponiéndoles sus leyes, su cultura o su religión, sometiéndoles a diferentes formas de esclavitud.

Desde las guerras homéricas y bíblicas, los sangrientos enfrentamientos de los romanos con etnias hispanas, más tarde contra godos. Godos cristianos contra godos arrianos, invasiones musulmanas, o católicos contra luteranos o calvinistas entre otras muchas, hasta las más cercanas de la Francia de Napoleón o la alemana de Hitler, todas han tenido como fin ese afán de dominio y sometimiento de las naciones según sus intereses y a su idea de instaurar su concepto de un Orden Nuevo.

Al igual que ha ocurrido con las intenciones de los diversos «ismos», ideológicos. Para conseguir los mismos fines pero de forma diferente. Cambiar y dominar el mundo, pero a través de las ideas, en unos casos exacerbando las diferencias de clase, las injusticias sociales y prometiendo paraísos laicos de bienestar. Y en otros, exhibiendo y alentando supremacías raciales, intelectuales o culturales, incluso a través de procedimientos más o menos democráticos, aunque sin renunciar en ambos casos a la violencia revolucionaria que ha llenado de odio y de luto generaciones enteras.

Los marxismos o comunismos, el nazismo y toda clase de fascismos o totalitarismos, han sido o siguen siendo, con diferentes tácticas, vehículos encaminados a apoderarse de los resortes del poder de países y gobiernos, para imponer sus doctrinas y formas de vida en los pueblos dominados.

Y también todos ellos, manifestando y haciendo gala de su intención y capacidad de dominio. Incluso algunos, con ese mismo lema de implantar un «Orden Nuevo».

La misma Iglesia, en su día la católica, durante siglos ejerció una influencia y un poder religioso y político –Altar y Trono–, que la hizo tan temible y poderosa, que pudo manejar reinos y gobiernos a su antojo. Que armó y mandó ejércitos, y que impuso, incluso por la fuerza cuando lo consideró necesario –ahí estuvo la Inquisición–, sus opiniones y dogmas en lo divino y en lo humano, sus ideas y convicciones sobre la política, la ciencia, las costumbres, el arte y en general en la cultura de su tiempo.

Tiempos oscuros, que cuando alguien me comenta hoy su escándalo o preocupación por la situación de algunas conductas o estructuras de la Iglesia actual poco ejemplares, les recomiendo que lean o recuerden todos aquellos capítulos poco edificantes y que los compare con los actuales. Y verán que no hay color.

Y que no se agobie, que no desespere, y que tenga fe en la promesa de Cristo cuando la instituyó, de que el poder del Mal no prevalecería contra ella. Nos decía Benedicto XVI que «la falta de fe, siempre desemboca en una crisis de esperanza». Y aquí estamos, desde hace dos mil años. Con sus ovejas negras, más bien cabritos –en su infernal representación– junto a una legión de santos y creyentes ejemplares tanto clérigos como laicos.

Y como la católica, lo mismo han hecho las otras iglesias, que han ido surgiendo de separaciones traumáticas, en muchos casos, más que por discrepancias teológicas por intereses políticos o mundanos, por cuestiones de soberbias personales, de ahí que el ecumenismo no avance, pero que también trabajan por aumentar su influencia en todos los países. Y no digamos del nacimiento de esas otras que han irrumpido con fuerza, consiguiendo millones de adeptos y con cada vez mayor influencia y dinero.

¿Y qué decir de los musulmanes. Los herederos de aquella civilización culta e increíble de sus califatos, sus científicos, sus bibliotecas, y su cultura, que dominaron medio mundo y que se mantuvieron en España ochocientos años. Que fue declinando y empobreciendo su influencia y su cultura, pero que ahora resurge de una forma violenta con un islamismo que de nuevo quiere dominarlo a través del terrorismo?

Se podría seguir citando casos de intentos de ese ansia de dominio y de influencia de todas las épocas, pero de todas ellas, la que más preocupante me parece, es la de la penetración ideológica tal vez la más eficaz a la que me referido antes,

No cabe duda de que las ideas, los ejemplos, las propuestas, si se presentan sutilmente, con un buen envoltorio cultural y pedagógico, ahora diríamos con un hábil y recurrente márquetin, en especial dirigido a la juventud, calan más que otros sistemas para promover y asegurarse una aceptación social y política que otras más violentas o ruidosas.

Hay que partir de la base y el reconocimiento de que todos los movimientos, partidos, fuerzas o grupos de presión, procuran adoctrinar a los pueblos que de alguna u otra forma gobiernan o dirigen. Y que España no podía ser una excepción, por lo que no puede extrañarnos que estemos ya sufriendo los efectos de la implantación del llamado «pensamiento único».

Sintetizando mucho: la obligación de aceptar como bueno todo aquello que, en este caso el actual gobierno, considere que debemos pensar, saber, y opinar, sobre comportamientos y formas de vida, en lo moral, lo cultural, lo educacional, o respecto a la historia reciente o pasada, etc., amenazando con sanciones o exclusiones a todos aquellos que osen hacerlo de una forma diferente, es decir, limitando gravemente nuestras libertades de pensamiento, expresión o reunión que los españoles nos hemos ganado a pulso y reconocidas en la Constitución.

Y hay quien señala que es un claro indicio de que esto proviene también de las directrices del mismo sitio al que nos venimos refiriendo y eso preocupa y desasosiega a muchos españoles y con razón, aunque vuelvo a decir como antes, que lo que no puede es sorprendernos y sobre todo, especialmente, a los que más se quejan de ello, Y en ese sentido, voy a relatar brevemente una conversación que tuve recientemente con un viejo amigo y camarada de inquietudes juveniles:

Me comentaba más que preocupado aterrado, por lo que aseguraba nos iba a caer encima. Y me decía entre otras cosas, que «íbamos a sufrir un periodo único en nuestra historia con esto del Nuevo Orden (ya salió el término) porque inexorablemente padeceremos una censura brutal y vamos a sufrir un control como en Cuba o en Venezuela, ya sabes, a través de miembros de sus partidos por increíble que parezca, y eso es terrible. De eso, no nos salvamos ninguno…».

Naturalmente le di la razón en su preocupación, pero no pude por menos, de recordarle un par de osas: Una, que como ya tenía unos años, debería acordarse de tiempos no tan lejanos y por lo tanto vividos, y no podía decir que esa censura y ese control fuera una situación nueva para los españoles.

«Tú recordarás –le dije– que durante la guerra civil del siglo pasado, un Frente Popular, parecido al nuestro actual, en los territorios en los que gobernaba, trató de adoctrinar a los españoles especialmente a los niños con toda clase de soflamas, charlas, carteles, acampadas, desfiles de los conocidos "chíbiris", etc. en el odio a la Iglesia, y a resaltar las virtudes y bondades de la república marxista, e incluso que envió a muchos de ellos, a Rusia para terminar de “educarles”. Y que así mismo tuvo una eficaz red de confidentes, especialmente porteros de fincas, que cumplieron el triste papel de denunciar a la gente de derechas o religiosas, para su detención y posterior asesinato».

«Pero tampoco olvides, que terminada la guerra y en los primeros años del franquismo, también se nombraban por parte del partido único, luego Movimiento Nacional, jefes de casa, de bloque y de barrio, para controlar a posibles enemigos del Régimen. Y que durante un tiempo, fueron los encargados de facilitar o no, los certificados de “adhesión al Movimiento”, necesarios para conseguir determinados trabajos, ejercer una carrera, o acceder a una cátedra».

«Y respecto a la censura, también tienes que recordar que en esos primeros años, fue férrea e implacable en los medios, en toda case de publicaciones o libros, así como en el cine, espectáculos y playas, en donde los “inquisidores”, miembros del clero más conservador, llegó a actuaciones y prohibiciones, realmente sonadas y pintorescas, como si la virtud o la adhesión a ese Régimen dependiera de unos centímetros de tela de más o de menos en escotes o faldas femeninas».

«Y no me negarás tampoco que los niños de esa época, nosotros, fuimos educados en los colegios entre otros, por profesores de una asignatura llamada del “Espíritu Nacional”».

«Lo que demuestra que todos, absolutamente todos los regímenes conocidos han utilizado o siguen utilizando los mismos o parecidos métodos de influencia ideológica, ahora a través de otros medios más modernos, para educar en uno u otro sentido a sus pueblos».

«Aunque claro, en diferentes valores y con diferentes fines. En tu caso –terminé– como en el mío, nos sentimos muy orgullosos y agradecidos de aquellos valores morales, religiosos y patrióticos que aprendimos en aquella época».

Y me sentí en la necesidad de decirle todo eso, porque llevo años luchando e intentando a través de nuestro Club Encuentros, de convencer a los miembros de nuestra generación de que si queremos que nuestra opinión y nuestro testimonio de la época que hemos vivido sea creíble y aceptada, tiene que ser veraz, rigurosa y objetiva, para no caer en lo mismo que criticamos a esta actual izquierda, asumiendo nuestra historia, toda, la antigua y la reciente, para bien o para mal, sin caer en la tentación o en la desmemoria, de ocultar, disimular o manipular, hechos que han ocurrido a través de los siglos o recientemente, que ya que los unos y los otros, ya son Historia y en todo caso para que su conocimiento, sirva para no repetir fallos o errores.

Creo que no hay nada nuevo bajo el sol, y me acuerdo de la intención con la que seguramente D’Ors escribió su conocida frase de que «todo es tradición y lo demás es plagio», que creo que demuestra que en la historia no hay nada nuevo, los hechos se repiten de modo pendular, y todo pasa, personas, gobiernos y situaciones, y lo que yo he querido expresar con todo lo anterior, porque es lo que más me preocupa, es que con todo esto del Nuevo Orden Mundial y la repetición hasta la saciedad de su tremendo poder, que según Esparza ya viene denunciando desde los últimos años de siglo pasado, le estemos facilitando la labor y cayendo como le pasa a mi amigo en el pesimismo y la desesperanza y nos sintamos derrotados antes de empezar la batalla.

Recordemos, por poner un ejemplo, aquellos años cuarenta del siglo pasado, en los que se habían conjurado contra nosotros todos los poderes facticos del mundo. Los países más importantes que acababan de ganar la Segunda Guerra Mundial y que eufóricos se repartían Europa como si fuera su huerto particular, las poderosas logias masónicas, los viejos agravios de los pueblos por los que nos han odiado toda la vida, y nos pusieron un largo cerco implacable que ya los políticos de la época, hace casi ochenta años, atribuían al comunismo y a una conspiración judeo-masónica. Pero no nos rendimos.

Resistimos, y a los pocos años lo que parecía imposible se cumplió. Volvieron los embajadores, fuimos ingresando en los organismos internacionales y en el año 1959 el general Eisenhower, presidente de los EE.UU., posiblemente también masón como todos los presidentes americanos si hemos de creer a los que aseguran conocer a fondo el poder del Nuevo Orden Mundial, se fundía en un abrazo con Franco en el aeropuerto de Torrejón de Ardoz.

Pues eso.