Sanidad privada
Publicado en primicia por el digital El Debate (25/MAY/2022). Recogido posteriormente, con autorización del autor, por La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín semanal de LRP.
Hace poco más de una década, las principales compañías de seguros médicos privados iniciaron el camino de no renovar conciertos con una buena parte de los centros sanitarios también privados en los que atendían a pacientes con sensación de atención urgente. El resultado ha sido que hoy día apenas hay diferencias entre el colapso que se produce en las salas de urgencias de centros privados o públicos. La pregunta que se hace el asegurado es inmediata: ¿si la rapidez de atención es la misma, para qué añadir a mis impuestos el pago de la prima por el seguro de atención privada? El objetivo de las compañías privadas estaba orientado a reducir la frecuentación de visitas y, con ello, el coste de la atención a sus asegurados. Parece que lo han logrado.
Actualmente la cantidad percibida por un profesional de la sanidad privada especialista en alguna de sus ramas es de unos 12,5 euros por la primera consulta. Las revisiones las cobra a poco más de siete euros y la compañía aseguradora se ocupa mucho de vigilar que el profesional no programe más de una vista por mes y paciente. Si –como habitualmente ocurre– el profesional recibe a sus pacientes en un centro que no es de su propiedad tiene que entregar al propietario del centro médico un promedio del treinta por ciento de lo cobrado en concepto de alquiler.
La situación es pues la de que profesionales con un largo proceso de formación a la espalda y tras superar en su momento una nota de corte elevadísima para cursar sus estudios, acaban ganando mucho menos que un joven que se cobre un dinero dando clases particulares. Pero el problema de la atención sanitaria privada no acaba ahí.
Las listas de espera de demasiadas especialidades son tan largas que resultan desconocidas en la propia sanidad pública para la que siempre ha sido uno de sus estigmas. La digitalización de los procesos para pedir una cita médica a través de una compañía aseguradora privada normalmente acaba en una página web que colapsa o muestra permanentemente la imagen de una rueda girando y girando. La alternativa de lograr una cita médica por vía telefónica es tan difícil como conseguir que tu compañía de teléfono móvil o fibra te atienda a través de una persona con la que, además, te puedas entender.
Añádase a lo anterior un escenario propio de los que gustar cancelar a los prebostes del pensamiento único. Este escenario muestra que la profesión sanitaria está muy feminizada. Por supuesto no sólo entre el colectivo de enfermeras sino también entre los profesionales especialistas. Por cultura o, por lo que no es otra cosa que libre decisión de los implicados, las doctoras valoran mucho más su tiempo en familia y ocio que sus compañeros varones. Así las cosas, a la generalización de los seguros médicos privados, a la reducción de centros sanitarios concertados, hay que unir la reducción de la disponibilidad de las nuevas plantillas. El resultado no puede ser otro que agudizar el colapso.
Es posible que todo el sector sanitario (también el público) esté en un tiempo de espera hasta saber cómo aterriza la tele atención sanitaria, esto es, hasta qué punto la monitorización de los pacientes mediante dispositivos cotidianos como el reloj digital y el tráfico de la gran cantidad de datos que genera (el big data), facilita una atención barata y remota. En definitiva, podemos estar asistiendo a un periodo de tránsito durante el que tengamos que convivir con esta situación de colapso y de infra retribución de los profesionales.
Sin embargo, si el escenario en poco tiempo no permite este tipo de asistencia, la sanidad pública puede acabar dando la satisfacción a los ciudadanos de hacer innecesario tener que desembolsar, además de sus impuestos, la prima del seguro. La sanidad pública española tiene que resolver el problema de la falta de privacidad de la atención durante el tiempo de la hospitalización; también ha de resolver el tiempo medio de atención, pero uno y otro pasivo son presupuestariamente abordables en sociedades como la española. Acaso solo se necesitaría preguntar a los contribuyentes cuánto están ustedes dispuestos a pagar por un servicio sanitario de calidad y confortable y cuál es la lista de servicios públicos actuales que suprimiría.
La situación de la sanidad privada es débil. Recientemente una de las grandes compañías que mantuvo su sede en Cataluña hasta 2017 expulsaba a una cirujana plástica en Sevilla de su listado por «sobrecodificar», esto es, por prescribir en exceso que sus intervenciones se hiciesen con anestesia local. Este no es el camino para una sociedad moderna que debe tener a su alcance la libertad de elegir el tipo de servicios sanitarios que recibe.
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