Evitar la venganza y la revancha
¿Te imaginas, querido lector, quién pudo pronunciar esas palabras hasta en cuatro ocasiones en la rueda de prensa que tuvo lugar en Bruselas tras el consejo de la Unión Europea celebrado martes pasado? Pues sí, tienes razón, lo has adivinado: ha sido Pedro Sánchez. Lo dijo sin que se le moviera de la solapa el pin que lleva últimamente, y que representa el compromiso contraído de cumplir los objetivos de la Agencia para el Desarrollo Sostenible en los próximos 15 años, entre los que se encuentran construir sociedades pacíficas, justas e inclusivas y promover la igualdad entre géneros. Casi nada. Este chico se apunta a todo aunque de antemano cruce los dedos de la mano derecha prometiendo que no hará el más puñetero caso a lo que en ese momento se obliga.
Lo dicho. Aunque parezca mentira, esas palabras fueron pronunciadas por el presidente Sánchez. Sin ruborizarse y con una cara más dura que el lonsdaelite –que según dicen los entendimos es el elemento más duro de la tierra– utilizando sus maneras de hombre hipócrita por naturaleza, marrullero por vocación, miserable por doctorado y cínico por propensión. Y como no iba a soltar esas palabras sin otras que las hicieran compañía, manifestó que «Lo más importante para mí es que pese a que hay partidos, personas que defienden otras tesis, creo que en los valores constitucionales no se encuentra ni la revancha ni la venganza y sí la concordia, el entendimiento, el diálogo, el respeto a las leyes, la constitución y la legalidad, donde siempre se ha movido el gobierno de España». ¡Jopé! ¡Sí él no cumple ninguna de las cosas que representan todas esas palabras! Lo cierto es que le derrumba a uno con su descaro e impudor. Menos mal que estamos preparados para cualquier cosa que se le ocurra decir. Pero ¿y los de más allá de nuestras fronteras? Los más listos ya lo han cazado, pero hay mucha más gente.
¿Y por qué el dicharachero presidente hace esas manifestaciones por el mundo y no las suelta en su tierra, España? Porque anda haciendo cama para que se admita, sin decir ni mu, la amnistía que se está preparando para los líderes políticos del «procés», que ya entran y salen de la cárcel según las decisiones de los amigos, entre los que, sin duda, se encuentra Pedro Sánchez –¡porque le apoyan para seguir en La Moncloa!–, así como sus secuaces en el Gobierno –por razones parecidas de encontrarse en las alturas cuando no son merecedores del puesto de ordenanzas o bedeles, según donde se asienten–. Lo ha dicho Pedro en esa rueda de prensa en Bruselas, el Ejecutivo central está a la espera de recabar los informes del Tribunal Supremo y de la Fiscalía, «y cuando los tenga, tomaremos las decisiones correspondientes».
Y, entonces, como ha insistido Pedro, «será el momento de cumplirse la voluntad de que sea un proceso que facilita entendimiento y concordia, restañar heridas y mirar al futuro», defendiendo el indulto para los condenados por el referéndum del 1-O, con invocaciones a valores como «la concordia, el diálogo y la superación de la crisis» que la Constitución contempla. Y dentro de sus marrulleos, intuyendo que el PP y VOX van a proceder judicialmente contra esa decisión, echa mano de lo que le interesa, tal como que «Yo les di mi apoyo y aprobación del 155 que suspendía la autonomía de la Generalitat para defender la integridad territorial del país y porque entendí que era una cuestión de Estado». Y lo dice en el momento previo a la intención de concederles todo lo que piden los próceres de la «república catalana»: «amnistía y autodeterminación» como acaba de decir, una vez más, el recién presidente Pere Aragonés.
Por otro lado, en su intervención en la rueda de prensa celebrada en la «capital de la Unión Europea», ha omitido poner de manifiesto si va a derogar la Ley de la Memoria Histórica y romper los papeles que contienen la Ley de la Memoria Democrática que ya fuera aprobada por el Consejo de Ministros, pues, si lo que busca con tanto ahínco, es evitar y dar carpetazo a la venganza y la revancha, nada mejor que aprovechar este momento y dejar todo ese conglomerado histórico tal como estaba antes de que el afamado y repudiado José Luis Rodríguez Zapatero metiera el cuezo en el tema. De esta forma, se conseguiría restituir en la España total la concordia que había reinado hasta entonces, el diálogo que siempre se había mantenido al respecto pues no existían frenos para que cada quien pensara y actuada como le viniera bien, cortando de raíz una parte importante de la crisis que padece España en estos momentos por culpa de esas disposiciones y hechos que no van a ningún lado.
Tememos que hasta que no se prive de los poderes que Pedro Sánchez ha robado, será imposible rehacer lo que España necesita. ¿Por qué? Porque va en contra de sus deseos personales y, subsidiariamente, de sus ideales políticos –que no tiene claros– que le llevan por todos esos derroteros ambiguos por los que anda cavilando sin seguridad en la que poner el nido.