En estos tiempos de progreso, donde las actitudes y declaraciones beligerantes contra lo masculino constituyen un signo de avance en pluralidad y diversidad, conviene rescatar una palabra que quizás nos aclare la causa de tan machacona beligerancia.

Se trata del término misandria, que define el DRAE escuetamente como «aversión a los varones»; y sobre el que la Wikipedia añade que hace referencia al odio o aversión hacia los varones u hombres, o la tendencia ideológica o psicológica que consiste en despreciar al varón como sexo y con ello todo lo considerado como masculino.

La misandria puede manifestarse de diferentes maneras que incluyen denigración, discriminación y violencia contra el varón.

Se la considera como el homólogo sexista de la misoginia (aversión a las mujeres), y no debe confundirse con el término androfobia, que sería un anormal y persistente miedo o fobia a los hombres y a todo lo relacionado con lo masculino.

Como vemos, no hay nada nuevo bajo el sol. Aunque lo que sí resulta novedoso es que, en estos tiempos de progreso, gobiernos occidentales que se proclaman avanzadísimos en el respeto a todos los seres humanos (nacidos), fundamenten en la enfermiza aversión de la misandria ámbitos importantes de sus políticas.

Pero eso sí, una misandria presentada con ropajes de feminismo, perspectiva de género y demás mantras habituales de un progresismo que no se sonroja al definirse como «igualitario». Menuda broma.

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