El Plan Marshall y los Pactos...

10/05.- ... de la Moncloa como eslóganes. Una acción a lo Marshall no se diseñó para responder a una crisis económica que será recurrente en cada oleada de una pandemia endémica..


Publicado en primicia por el diario digital ABC.

Publicado posteriormente en:
El Nº 305 de 'Desde la Puerta del Sol'. [Portada 'Desde la Puerta del Sol' en LRP]
El Nº 333 de la 'Gaceta FJA'. [Portada 'Gaceta FJA' en LRP]


 

El Plan Marshall y los Pactos...

El Plan Marshall y los Pactos de la Moncloa como eslóganes

El 5 de Junio de 1947, de manera inopinada y en un breve discurso de apenas doce minutos, el general y secretario de Estado norteamericano George Marshall aprovechaba la clausura del curso en la Universidad de Harvard para desgranar las líneas básicas de la propuesta norteamericana de ayuda a la reconstrucción europea.

Desde una visión compartida con el otro gran inspirador del Plan, George F. Kennan, la ayuda buscaba frenar la expansión del comunismo y no estrangular la economía del viejo continente. Fue un catalizador para no recaer en odios y proteccionismos; una idea para amalgamar Europa (a la postre sólo la Occidental) y llevarla a la órbita norteamericana en un contexto en el que los partidos comunistas en Francia e Italia gozaban de gran respaldo electoral.

Apenas nueve meses después, el 3 de abril de 1948 el presidente Truman firmaba la Ley para la recuperación Europea, conocida como Plan Marshall, que movilizaría unos 12.000 millones de dólares -M$- en cuatro años hasta el 1 junio 1952. A la finalización del Plan las economías europeas habían recuperado sus niveles de producción prebélicos. Desde entonces la invocación de este Plan se ha repetido con cada crisis pero a veces más como eslogan que como cosa.

Sin ánimo de ser exhaustivo fue el mismo nombre con el que se divulgó la inyección de 28.000 M$ por el G8 en 2011 para superar la crisis desatada tres años antes. El Eurogrupo también impulsó el mismo año otro “Plan Marshall” para los países europeos. En 2018 se promovía para todo el continente africano como forma de abordar el fenómeno migratorio y ahora la pandemia lo ha vuelto a poner en la agenda europea en labios de la presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen.

Poco antes de que el Congreso norteamericano y el presidente Harry Truman promovieran una de sus más exitosas acciones exteriores se aprobaban otras importantes medidas de ámbito estrictamente doméstico como la Ley de Seguridad Nacional. Para los acuerdos de política exterior y también interior, el Congreso de los Estados Unidos gozaba de un amplio consenso entre el partido demócrata y una parte notable del republicano.

Es esta doble dimensión exterior y doméstica la que permite revisitar críticamente el balsámico Plan Marshall y también los reiteradamente invocados Pactos de la Moncloa, el primero como ayuda de la Unión Europea (UE), el segundo como acuerdo interno de base amplia pero ambos con el objetivo de puentear la crisis derivada de la pandemia.

El Plan Marshall supuso el desembolso por EE.UU. del 4,8% de su PIB en 17 países de Europa Occidental espaciado en cuatro años. El 4,8% del PIB de la UE-27 son 667.000 M€, que es, casi, la mitad del PIB de España. La propuesta de la presidenta de la Comisión Europea es de casi el doble para destinarlo en un periodo de dos años a gastos de inversión. A esa cantidad –de salir adelante– habría que sumar el medio billón de euros impulsados por el Eurogrupo y respaldados por los jefes de Estado y Gobierno así como el Programa de compras de emergencia pandémica del Banco Central Europeo con un límite total de 750 mil M€. Pero no sumemos todas estas cantidades porque nos daría una visión irreal.

La ayuda norteamericana comenzó a llegar el mismo año 1948 en forma de raciones de comida con la inscripción de “care”. Eran inicialmente las raciones de los soldados con las que se quería alimentar primero a la población para luego reconstruir infraestructuras e industrias. La cuantiosa cifra europea es una mezcla de líneas precautorias de crédito para cuyo acceso el país interesado tiene que someterse a condicionalidad macroeconómica (eufemismo de ajustes presupuestarios), préstamos cómodos para gastos sanitarios, un fondo extraordinario para prestaciones por desempleo, avales que pueden facilitar el apalancamiento de empresas o, finalmente, inversiones directas vía transferencias.

Nada que se parezca a las raciones de norteamericanas de “care” que comenzaron a llegar a Europa al poco de que Truman estampase su firma aprobando el Plan Marshall. Con todo, la diferencia principal entre éste y la situación actual está en que aquella fue una acción frente a una catástrofe bélica que no se iba a repetir y esta es, muy probablemente, una acción asociada a una pandemia endémica que volverá a reaparecer hasta tanto no se disponga a escala mundial de una vacuna eficaz. Cada confinamiento será una gran guerra que exigirá un nuevo Plan.

Pero si la esperanza del exterior viene de la UE, la interior requeriría de la cohesión a lo Pactos de la Moncloa. La fractura política lo hace muy difícil. Habría que buscar el hito a partir del cual se rompió el consenso que permitió la firma de los Pactos de la Moncloa de 1977. De entre las tres principales sombras de los catorce años de gobiernos de Felipe González –casos Roldán, Filesa y GAL–, el uso de la tercera en la pugna electoral fue, para algunos analistas, el que rompió la lealtad en las cuestiones de Estado entre los dos grandes partidos. El acceso de Aznar a la presidencia del gobierno parecía imposible y con ello la alternancia en el poder.

El recurso a la desesperada de un tema como el GAL sería el hito que rompiese el consenso de los Pactos de la Moncloa. Atribuyen a razones de Estado el hecho de que Felipe González no utilizara toda la información de la que se disponía para defenderse de las acusaciones del PP. ETA seguía siendo entonces el principal peligro para España. Un asunto como este nunca hubiese sido utilizado como argumento de desgaste político en otros países azotados por el terrorismo como el Reino Unido con el IRA, Italia con las Brigadas Rojas o Alemania con la RAF.

Aunque luego Aznar decidió pasar página con el GAL (un solo juicio por el secuestro de Segundo Marey), el PSOE decidió tomarse la revancha: Prestige, Guerra de Irak y sobre todo el 11-M. De aquí nació un guerracivilismo a finales del siglo XX que cuajó en la puesta en marcha del movimiento revanchista de la Memoria Histórica.

Hasta la irrupción de VOX la derecha supervivía avergonzada de sí misma, admitiendo el pecado original que le atribuyen el PSOE, Podemos y el secesionismo. Cualquier posibilidad de consenso amplio a lo Pactos de la Moncloa es muy difícil y su supervivencia en el tiempo, más aún.

Hay que admitir que tanto la invocación del Plan Marshall como de los Pactos de la Moncloa tiene mucho de eslogan político. Alemania fue el primer país europeo en recuperar su nivel de actividad económica prebélico pero también el que menos ayuda norteamericana recibió comparada con Gran Bretaña y Francia. Fue el segundo de los tres milagros económicos alemanes del siglo XX.

Por su parte, la iniciativa del vicepresidente económico de Adolfo Suárez, Enrique Fuentes Quintana, logró la firma de Felipe González que se sentó a la mesa a regañadientes y solo después de que Carrillo aceptase. Fraga no firmó el acuerdo político y el presidente de la CEOE rechazó el acuerdo económico.

Una acción a lo Marshall no se diseñó para responder a una crisis económica que será recurrente en cada oleada de una pandemia endémica. Los cimientos de lealtad recíproca y generosidad mutua para con el futuro de España fueron socavados en la últimas décadas y, aunque necesarios, no se pueden recuperar con la velocidad a la que se han levantado los hospitales de campaña.

Las acciones de recuperación deben basarse en un paquete permanente de estímulos fiscales y facilidades crediticias y la ciudadanía española debería castigar electoralmente a los instigadores del guerracivilismo patrio.


 

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