El negocio de secuestrar carbono

4/JUN.- Hay quien ve estas tecnologías desde una estrecha mirada política que las ubica en el espectro político de la izquierda.

Publicado en primicia por el digital El Debate (1/JUN/2022). ​Recogido posteriormente, con autorización del autor, por La Razón de la Proa (LRP). Recibir el boletín semanal de LRP.

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El negocio de secuestrar carbono

El objetivo de tener economías neutras en emisiones de gases de efecto invernadero en 2050 no es, como no pocos divulgadores superficiales aseguran, una arcadia feliz sin gases contaminantes. Es absolutamente imposible llegar a este escenario, pues una cosa es caminar –por diferentes derroteros– hacia procesos productivos poco contaminantes, y otra muy diferente eliminar algunas de esas emisiones.

La razón es sencillamente porque son inevitables, y así están catalogadas por los expertos en transición energética. Por ejemplo, tienen tal catalogación las emisiones de industrias tan importantes como la de la cal o la del cemento para la que resulta imposible obtener el clínker sin que el tratamiento de la arcilla emita dióxido de carbono. Algo parecido ocurre con el biogás obtenido en las plantas de gestión de residuos orgánicos. La combustión del biogás genera inevitablemente emisiones de gases de efecto invernadero por mucho que su producción sea de origen no fósil y esté perfectamente alineada con el modelo de economía circular; un modelo que apunta a la minimización de los residuos.

Para todas estas emisiones inevitables sólo quedan las tecnologías denominadas de secuestro de carbono, la mayor parte de las cuales aún están lejos de alcanzar la madurez de mercado o situación que les garantizaría un precio competitivo. Las oportunidades económicas que hay en el secuestro, almacenamiento, transporte y –sobre todo– reutilización del carbono secuestrado son muy prometedoras, pero la impresión es que España va en esto a rebufo de otros países con proyectos ya en marcha.

Uno de los principales usos del carbono secuestrado es su utilización para la fabricación de combustibles sintéticos. Para que esto sea posible se necesita el uso de hidrógeno y aquí también los compromisos internacionales –de España y de la Unión Europea– pasan por limitarse al denominado hidrógeno verde frente al gris (obtenido a partir de combustibles fósiles). Aquí sí hay ya todo un PERTE que pivota sobre el hidrógeno y en el que Iberdrola tiene un liderazgo claro con el desarrollo de la planta de Puertollano (Ciudad Real). Este PERTE es uno de los planes de Recuperación, Transformación y Resiliencia en el argot del Gobierno español que lleva por ambicioso nombre completo el de PERTE de energías renovables, hidrógeno renovable y almacenamiento. A nivel mundial, sin embargo, probablemente las empresas alemanas lleven la delantera desarrollando plantas en muy diversos países. Una de ellas es el la corporación alemana GIZ en cooperación con el gobierno chileno.

Hay quien ve estas tecnologías desde una estrecha mirada política que las ubica en el espectro político de la izquierda. Es un error similar al que se hubiese producido si al cambiar la iluminación de gas o queroseno por iluminación eléctrica, se hubiese catalogado políticamente a quienes ponían bombillas vendidas por Edison. La misma mirada a los movimientos empresariales hacia la economía circular desde la misma visión estrecha y política es otro error. Pensar que el reciclaje de tripas de pavos para usar pienso o el uso de los purines para la generación de biogás no es una actividad económica rentable es equivocado; sólo se necesita revisar la factura de la luz de las empresas que utilizan su biogás para ver lo que se llevan ahorrado desde que el pasado año se disparó el precio de la luz.

Como escribíamos al principio, de la misma forma que hay emisiones contaminantes que nunca van a dejar de producirse –algunas porque son estrictamente naturales y están fuera del control humano– también hay sectores económicos que se muestran mucho más duros a reducirlas; simplemente porque su actividad no es propicia. Entre estos sectores está el transporte aéreo y el marítimo. En largas distancias las baterías no son, por el momento, una solución factible, pero los combustibles sintéticos producidos con hidrógeno verde y carbono secuestrado sí parecen serlo. La empresa gallega Forestal del Atlántico posiblemente sea de las pocas que ha sabido leer bien estas oportunidades. Hay espacio para más. Veremos a qué velocidad se desarrollan estas oportunidades.





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