¿Muerte y resurrección?

17/ABR.- «Los tiempos duros dieron a luz a personas fuertes, las personas fuertes dieron a luz buenos tiempos, los buenos tiempos dieron a luz personas débiles y las personas débiles dieron a luz tiempos difíciles… ¿Qué tendrá que ocurrir para que ahora estos tiempos difíciles den de nuevo a luz personas fuertes, como aconteció antaño?».

Publicado en la revista el Desde la Puerta del Sol, núm. 348, de 11 de septiembre de 2020. Ver portada Desde la Puerta del Sol en La Razón de la Proa.

¿Muerte y resurrección?

Escucho que la presente pandemia, en términos abiertos, ha precipitado la muerte de la generación de la guerra civil, que en definitiva acabaría siendo un hecho puramente cronológico. Lo notable de esta advertencia es que, al mismo tiempo, se reconoce a aquella generación un positivo valor de desarrollo básico, al margen de banderías, beligerancias o protagonismos, como superación de la propia guerra, que subyace, frente a la proposición de que las guerras, y más aún las guerras civiles, son fenómenos de instalación histórica.

Utilizo por segunda vez el testimonio de monseñor Munilla, obispo de San Sebastián (Lo imprevisto, ABC, 19 de abril) con su declaración de 16 de marzo, que leí en Internet y que, pese a mi empeño, no he logrado encontrar en mi segunda visita, seguramente por mi torpeza informática. Decía monseñor (repito y amplío):

«Aquellos tiempos tan duros (guerra y posguerra) dieron a luz personas fuertes y maduras. Estas generaciones fuertes y maduras dieron a luz buenos tiempos y esos buenos tiempos de bienestar, en que las cosas fueron fáciles, dieron a luz personas mucho más débiles. Y esas personas mucho más débiles han dado a luz tiempos complicados, en los que los valores básicos en los que se ha asentado nuestra generación se han puesto en solfa, hemos dudado de las raíces de nuestra civilización y nuestras convicciones cristianas y han venido tiempos difíciles».

«Los tiempos duros dieron a luz a personas fuertes, las personas fuertes dieron a luz buenos tiempos, los buenos tiempos dieron a luz personas débiles y las personas débiles dieron a luz tiempos difíciles… ¿Qué tendrá que ocurrir para que ahora estos tiempos difíciles den de nuevo a luz personas fuertes, como aconteció antaño?».

La sorprendente palabra de monseñor me afecta personalmente, en cuanto declarado “niño de la guerra” reconciliable (Nosotros, los de la quinta del 44, 29 de octubre de 1949, La victoria con botas, 1 de abril de 1950, en Arriba) y, sintéticamente, miembro de las generaciones del pluriempleo. Pienso en José María Sánchez-Silva (Arenga a los muertos, 29 de octubre de 1945). Pienso en Ismael Medina (Victoria, también para los vencidos, 31 de marzo de 1957). «En mi escuela eso no se da» me contestó un nieto cuando le pregunté por Dios.

Por si fuera poco, me descubren que un joven autor, nacido en 1986, en Estados Unidos, Stefan Aarnio, publica el pasado año un libro de 432 páginas titulado Hard times create strong men como enunciado de su completo argumento:

«Hard times create strong men / Strong men create good times/ Good times create weak men/ Weak men create bad times»

El caso es que la palabra de monseñor ha cundido, al menos en Luis Ventoso, que escribe:

«De la sacrificada Generación de Pana de nuestros padres y abuelos, que sin darse pote reconstruyó España en los años 50, 60 y 70, hemos pasado a la ñoñería de la blandita Generación Copo de Nieve» (ABC, 4 de abril)… «De los muertos por el Covid-19, el 60% eran mayores de ochenta años. ¿Qué hizo su generación? Pues lisa y llanamente, recoser una España rota, modernizarla y reconciliarla, llevándola a una prosperidad que cuando ellos empezaron a trabajar parecía imposible» (27 de abril).

Lo escribe donde cuarenta y cinco años antes se había escrito:

«En 1939, España era un país arrasado y exangüe. La ingente tarea de reconstrucción nacional cayó sobre las espaldas de la generación que hizo la guerra. Gigantesco fue el esfuerzo, y durante largos y duros años los mismos hombres que habían combatido al viento de unas banderas cubiertas de sangre y de gloria, derramaron a chorros el idealismo y la generosidad para levantar de su postración al país entero. Se derrotó al hambre, erradicose el analfabetismo, se inició el galopante desarrollo económico. Treinta años después, en 1969, cuando don Juan Carlos fue designado sucesor, el país era distinto, estable, ordenado, respetado y potente. Reconocerlo así es una tarea de elemental rigor histórico».

La pandemia como catarsis:

«En Florencia, la Peste Negra del siglo XIV precedió al Renacimiento» (Rafael Argullol).
«Cambiará el poder planetario y el nuevo orden mundial planteará interrogantes severos sobre el futuro de la democracia y el desarrollo del capitalismo» (Juan Luis Cebrián, El País, 23 de marzo).
«El hombre no va a ser mejor ni peor, aunque el mundo puede ser distinto» (José María Carrascal, ABC 4 de abril)

Vuelvo a Andrés Ibáñez y su Nada será igual (ABC, 21 de marzo).

«¿Se extenderá la idea de que la guerra, de otra forma, no terminó en 1939 sino en 1975, con “el rey pacificador” proclamado públicamente en 1937, en Sevilla? ¿Habrá que revisar el pasado como generador del presente?»



El obispo de San Sebastián, José Ignacio Munilla, ofrece algunos consejos para aprovechar este tiempo de obligada restricción de movimientos.
«¿Acaso este virus forme parte de una Providencia en la que estemos llamados a renacer?»


Comentarios